TEATRO › ALBERT BOADELLA Y EL ESTRENO DE EL PIMIENTO VERDI
El fundador del grupo catalán Els Joglars estrenó este espectáculo en 2013, en el bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi y de Richard Wagner. En la obra, seguidores de uno y otro compositor se trenzan en una discusión en una taberna española.
› Por Cecilia Hopkins
“Es curioso, pero los argentinos lleváis el teatro en la sangre”, se admira Albert Boadella, fundador del mítico grupo catalán Els Joglars. Lo dice en referencia al casting que realizó recién llegado a Buenos Aires para seleccionar a los actores-cantantes con los cuales montaría su espectáculo El pimiento Verdi. Tras dos meses de ensayo, la obra sube a escena hoy en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín (Corrientes 1530, con funciones de miércoles a domingos a las 20.30). Estrenado en 2013, El pimiento... se sumó ese año a una serie de homenajes que se realizaron en toda Europa por el aniversario del nacimiento de Giuseppe Verdi y de Richard Wagner, ambos nacidos en 1813 en Italia y Alemania, respectivamente. “¿Cómo hacer un espectáculo sobre ópera accesible a todo público?”, se preguntó entonces Boadella. Y la vida cotidiana de Madrid le dio la respuesta.
“Hay un restaurante llamado El Pimiento Verde –le cuenta el director a Página/12– adonde concurren muchos cantantes y, cuando hay función en el Teatro de Alcalá, allí se montan verdaderos aquelarres de canto. Entonces, ¿por qué no situar la obra en una taberna cuyo dueño fuese un admirador de Verdi que decide hacer un homenaje al compositor?” El problema surge cuando se hace notorio que hay en el local comensales de gusto wagneriano. “Entonces sucede el enfrentamiento de ambos bandos y, luego de los argumentos a favor y en contra de uno y otro, se llega a una suerte de ópera consensuada”, sintetiza. Los intérpretes que darán cuerpo y voz a los cantantes del “bando mediterráneo” y a los del “bando nórdico” son Nacho Gadano, Mirta Arrúa Lichi, Santiago Sirur, Carolina Gómez, Nacho Mintz, Víctor Hugo Díaz, Damián Mahler (pianista), Miguel Drappo y Flor Benítez.
Si bien Boadella aclara que los aspectos musicales del montaje se encuentran muy cuidados, advierte que el espectáculo está enteramente atravesado por la parodia. Así, un wagneriano resume en segundos y en tono de burla el argumento de Rigoletto, mientras que un verdiano se toma un largo rato para explicar el argumento de La Walquiria, convertido en relator deportivo. En otro de los tramos del espectáculo, Verdi le enrostra a Wagner las consecuencias que tuvo su obra durante el Tercer Reich, mientras bromea sobre la música atonal. Y Wagner le explica a Verdi que la música melódica italiana le debe mucho, haciendo alusión expresa al Festival de San Remo.
–¿Le fue difícil seleccionar los fragmentos musicales teniendo en cuenta que quería dirigirse no sólo a los entendidos?
–Escogí las arias más conocidas de Verdi. ¿A quién no le suena “La donna è mobile”, de Rigoletto? Y de Wagner, tomé la música que está en el oído de la gente aunque no sepa quién la compuso. Como la afamada “Marcha Nupcial”, de su ópera Lohengrin. O su “Intermedio”, que es la música que suena en la conocida escena de Chaplin de El gran dictador, cuando juega con el globo terráqueo.
–¿Cuáles son las diferencias generales que usted encuentra entre “mediterráneos” y “nórdicos”?
–Hay diferencias hasta en la gastronomía. O que unos sean cerveceros y otros amantes del vino (risas). La idea de crear para un público popular es mediterránea, una forma cercana a la tradición y al gusto por lo clásico. Lo nórdico es más elitista, ligado a las vanguardias. Son diferencias que también se han visto en España.
–¿En qué sentido lo mediterráneo y lo nórdico están presentes en España?
–Madrid, la creadora de la zarzuela, es una ciudad que puede relacionarse con la tradición de Verdi. En cambio, en Barcelona Wagner fue un estímulo nacionalista importante a favor del separatismo. Es por esto que todas sus óperas fueron traducidas al catalán. Mi padre, un españolista, intervino en el sabotaje de una obra de Wagner.
–¿El pimiento... es un espectáculo didáctico?
–Lo es en parte, porque pensé que es una forma de hacer que un público no aficionado a la ópera se acerque al mundo de la lírica y a ciertas preguntas. Porque, ¿se puede responsabilizar a un artista de las consecuencias futuras de su obra? En la obra se hace referencia al antisemitismo de Wagner sobre el fondo de Nabucco, la ópera de Verdi que habla sobre la persecución a los judíos.
–¿A cuál de los dos compositores adhiere usted?
–Soy verdiano. Y aunque mis obras toman unos temas muy contemporáneos, tienen siempre una profunda raíz que las une a la tradición, ya sea la comedia del arte, Molière o Aristófanes.
–Y en cuanto a la música contemporánea, ¿cuál es su gusto?
–Prefiero la música que no rompe con la tradición. Creo que la vanguardia europea y parte de la vanguardia norteamericana han dado un salto al vacío volviéndose endogámicas: el artista se mira a sí mismo y no busca llegar al público. En cambio en América latina –pienso en Piazzolla o en Villalobos– no se ha roto con la tradición.
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