TEATRO › JORGE EINES Y UNA ORIGINAL PUESTA DE RICARDO III
El director y dramaturgo residente en España montó una obra que conserva casi todo el texto original de la tragedia shakespeariana. Con una particularidad: en esta historia, el contexto es el del Holocausto y el escenario, el del Tercer Reich.
› Por Paula Sabatés
El año pasado, en el seminario de entrenamiento actoral que anualmente brinda Jorge Eines en Buenos Aires, el pedagogo, director y dramaturgo se dio cuenta de que tenía el germen de un nuevo proyecto. En realidad se trataba de una obra que ya había montado en su España de residencia (donde vive desde que se exilió, en 1976) pero que, intuyó, se resignificaría con nuevos actores. Decidido a apostar por eso, los convocó a que investigaran en su ausencia. Cuando volvió se encontró con que efectivamente los actores para su original versión de Ricardo III estaban ahí. Entonces se dedicó a ensayar esta pieza, en la que reconoce la “subjetividad” de otras de sus propuestas, y que se ve los domingos a las 17.30 en el teatro El Tinglado, Mario Bravo 948.
La obra de Eines conserva casi todo el texto original de la tragedia shakespeariana. Sin embargo, una particular circunstancia la hace especial: en esta historia, el contexto es el del Holocausto y el escenario, el del Tercer Reich. Allí, un grupo de presos de un campo de concentración se ven obligados a representar esa obra de Shakespeare para sobrevivir. “Los nazis disfrutan con el esfuerzo de los que creen que si hacen bien el trabajo tienen el premio de la supervivencia. Una tortura refinada: creer que mientras ensayan se salvarán de la cámara de gas”, define el director.
Protagonizada por los actores Alejandro Cop, Florencia Limonoff, Anne Marie Castillón, Hilario Quinteros, Ernesto Rowe, Denise Yáñez, Natalia Villena y Juan Kiss, la obra es “muy distinta a la que ya se vio en España”, según el propio dramaturgo. “Yo trabajo en un eje basado en el actor, entonces con una misma obra pero distinto elenco las conclusiones y el desarrollo son diferentes”, explica Eines, quien define a esta versión como “mucho más grupal”.
–¿Cómo llega a hablar del Holocausto?
–Tiene que ver con un tema de subjetividad mío que me conecta con ese tema. No me puedo dejar de preguntar cómo el desarrollo del conocimiento, que al ser humano le ha permitido tantas cosas y le ha dado instrumentos, es incapaz todavía de ganar batallas tan básicas en el dominio de la justicia, de lo ético, de lo moral, de la paz. Y sobre todo de cómo es que es incapaz de acabar con el enorme deseo del hombre de seguir matando. Ese fue el origen de la obra. El de pensar qué progreso o evolución del humano es ésta que permite que gran parte de la humanidad siga sin salir de la barbarie o el salvajismo. No lo entiendo. Entonces sufro y uso a los actores para pensar en eso.
–El teórico Jorge Dubatti postula que Shakespeare no puede ser actual ni contemporáneo porque, entre otras cosas, no vivió el Holocausto. Usted sin embargo los une. ¿A qué se debe?
–Comparto el planteo completamente y lo hemos hablado muchas veces con Jorge. Pero ensayar una obra de Shakespeare es como poner una granada. En un momento tirás de la arandela y explota una cantidad enorme de cosas, que son las que deben actuarse, de las cuales debe apropiarse el actor. La relación que tiene Shakespeare con el Holocausto para mí está definida no por un concepto teórico sino por lo que me pasa con el actor. Es decir, cuando descubro que esa explosión me lleva a lugares que dan sentido a esa conexión. En este caso pasó eso, me pasó que en el actor vi esa conexión posible. Y por eso hay un setenta por ciento de texto que es extraído de Ricardo III y que funciona en eso que se armó en los ensayos.
–¿En qué cambió esta versión argentina con respecto a la española?
–Hay muchísimas diferencias, en principio porque éste fue un proceso muchísimo más grupal. Las conclusiones a las que llegamos acá fueron más artesanales, si se quiere. En España hubo que forzar algunas cosas por el teatro en el que nos íbamos a presentar, que nos determinó en ciertas cosas. Acá eso no pasó y dio la posibilidad de una investigación más basada en intercambios evolutivos, entre lo que iba pasando en cada ensayo y las consecuencias de eso. Hay detalles que fueron más finos, por ejemplo el tema del vestuario, que es fundamental de esta puesta, o de la música, elementos que tuvieron un desarrollo que en España no habíamos conseguido.
–Se fue de la Argentina hace muchos años. ¿Siente que montar obras en Buenos Aires es una forma de volver?
–Sí. A mí me gusta estar aquí, y hay lugares y cosas que yo siempre vuelvo a buscar. Dirigir no es un miedo que me gusta, es más bien un desafío. Es una tremenda gasolina que cuando vengo a Buenos Aires está alimentada por algunas cosas que en España no me suceden. Me coloco en un lugar de conexión con mi historia, y eso es algo que me pasa sólo acá. Cuando vengo a la Argentina toda mi historia me mira y yo regreso para encontrarme con eso.
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