Sábado, 12 de marzo de 2016 | Hoy
TEATRO › LUCíA MACIEL Y PAULA GRINSZPAN PROTAGONIZAN LA PILARCITA
La obra de María Marrull transcurre en un remoto pueblo correntino en vísperas de la fiesta que homenajea a una santa popular litoraleña. Luego del éxito del año pasado, se reestrenó en El Camarín de las Musas, con cuatro funciones semanales.
Por Paula Sabatés
El año pasado, una obra del circuito independiente agotó localidades hasta su última función, fue elogiada por crítica y público, y recibió numerosas nominaciones y premios de diversas instituciones. Se trata de La Pilarcita, una obra de María Marull que debido a ese éxito acaba de empezar una segunda temporada en El Camarín de las Musas, con cuatro funciones semanales, algo poco frecuente para las obras del off. Protagonizada por los jóvenes Juan Grandinetti (al principio hizo su papel Julián Kartun), Paula Grinszpan, Lucía Maciel y Luz Palazón, la puesta sucede en un remoto pueblo correntino en vísperas de la fiesta que homenajea a una santa popular litoraleña que lleva el mismo nombre que la obra y que supuestamente concede milagros. En el encuentro de una pareja que llega de la gran ciudad y dos amigas que regentean un pequeño hotel en el pueblo, algo cambiará para todos ellos. Y entonces la noción de milagro adquirirá nuevos significados, muchos de los cuales los personajes ignoran.
Con un gran equipo técnico y artístico por detrás (Alicia Leloutre y José Escobar en escenografía, Matías Sandón en iluminación y Jam Monti en vestuario) y grandes actuaciones de todo el elenco, se destaca la dupla de personajes que componen Grinszpan y Maciel, en el cuerpo de Celina y Celeste, respectivamente, por ser las encargadas de situar al público en espacio y tiempo. En una tonada “a lo correntino” –se cuidan de aclarar a Página/12 que no buscaron imitarlo sino hacer su propia construcción de ese habla–, las actrices conforman dos personajes que, dicen, “funcionan como un yin-yang”. “Todo lo que ella es, yo no soy, y viceversa. Y a la vez, somos juntas”, dice Grinszpan, que asegura que cada una se apoyó en el trabajo de la otra para lograr su propia construcción de sujeto.
Sobre el éxito de la obra, y la repercusión que tuvieron sus interpretaciones, las actrices se muestras sorprendidas. “La verdad, no esperábamos todo lo que pasó con la obra. Uno nunca piensa el teatro en términos de éxito, pero cuando la gente va y le gusta es algo hermoso y gratificante. También lo es el poder hacer una segunda temporada, porque suele pasar que ensayás un montón y después estás poco en cartel”, cuenta Maciel. Y su compañera agrega: “Además, con el reestreno podés redescubrir la obra. El texto siempre fue y es el mismo, pero con el tiempo se van armando las piezas del rompecabezas, y tener esa posibilidad es algo muy particular. Ojalá le pasara a todas las obras”.
–¿Qué creen que gustó de la obra?
Paula Grinszpan: Creo que al público le gustó lo mismo que a nosotros cuando leímos la obra y decidimos hacerla. Es una obra bella pero a la vez profunda, con un texto potente, con vínculos muy fuertes entre personajes y con el lugar. Hay mucho humor, pero no queda ahí, hay mucho más atrás. Y sobre todo es una historia muy simple y muy pequeña, y a la vez muy universal.
Lucía Maciel: –Para mí, es muy genuina. María Marull la escribió desde un lugar tan honesto que todo funciona con verdad. No hay snobismo ni pretensiones atrás, y eso llega al espectador. Por otro lado, la obra es un mundo de detalles. Cada palabra esta puesta ahí por algo, todo está muy pensado, y a la vez eso no se nota. Como si no se viera la voz del autor, pero obviamente está. Y eso no lo logra cualquier dramaturgo.
–En su mayoría, la crítica resaltó que es una obra que “hacer pensar”. ¿Creen que esa deba ser una función del teatro?
P. G.: –No siento que tenga que tener una función particular. Me parece que esta buenísimo que una obra sea entretenida y que también esta buenísimo que te haga pensar. Y que si alguna de las dos cosas no pasa, también está bien.
L. M.: –Es polémico, pero yo creo que el mensaje viene después; de hecho, no sé si puede ser a priori. Si está planeado desde el vamos, aparece la pretensión; en cambio, cuando no se piensa como punto de partida, cuando surge con potencia de lo que ocurre en escena, supera todo. Creo que eso es lo que pasa con esta obra, que habla de la vida. Suena abstracto pero es así, la obra se desarrolla en ciertas historias de distintos sujetos y entonces habla de la vida. Por eso conmueve.
–La obra pone en primer plano a una celebración religiosa como punto de encuentro. ¿Creen que la misma metáfora puede servirle al teatro, como espacio de convivio?
L. M.: –Sí, porque en ambas se da la unión de gente en un mismo espacio tiempo y porque ambos son rituales. También por lo que ambos, teatro y festividad religiosa, tienen de catártico, de liberador. Son una excusa, un lugar donde el descontrol en términos de liberación de uno mismo está permitido y encausado, amparado en ese ritual.
–En lo que respecta a la actuación, ¿cómo construyeron la subjetividad de sus personajes desde el lenguaje y la tonada?
P. G.: –Fue algo muy de lo intuitivo y que se fue construyendo con el canto. La verdad es que no es un correntino real. Nosotras no sabemos hablar en correntino, sólo sabemos decir ese texto de esa forma. No es que vimos videos e intentamos copiarlo, tratamos de crear un habla desde una melodía.
L. M.: –Además, la cadencia ya estaba en el texto. Ya estaba escrita, el texto mismo la contenía. En una frase como “no sé qué es, pues”, ya hay algo de la sintaxis que evoca eso. Pero es un acento irreal, como el neutro, que es de un país que no existe. Aunque suena a litoral, es muy propio de estos personajes para esta obra. Por ahí viene un correntino y nos hace juicio.
* La Pilarcita se puede ver viernes y sábados a las 20 y a las 22 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Reservas al 4862-0655.
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