Miércoles, 7 de septiembre de 2016 | Hoy
TEATRO › NORBERTO GONZALO Y EL PESCADO SIN VENDER, SU NUEVA OBRA
En su unipersonal, el actor y director utiliza un importante despliegue audiovisual para sostener las reflexiones y aventuras del personaje múltiple que interpreta. Gonzalo rinde tributo a actores y dramaturgos, y termina poniendo el foco en la historia argentina.
Por Cecilia Hopkins
El actor y director Norberto Gonzalo prefiere definir a El pescado sin vender, unipersonal de su propia autoría que también dirige e interpreta como “obra de un solo actor”. Es que, según describe, el montaje que se presenta en el teatro La Máscara de Piedras al 700 –sala que dirige desde hace 16 años– se apoya en gran medida en las imágenes que se proyectan en una gran pantalla, así como sus ritmos y climas dependen de la interpretación de la música en vivo: “Es un trabajo verdaderamente colectivo”, destaca Gonzalo en la entrevista con Página/12, antes de nombrar a Gerardo Amarante, a cargo de la música original que acompaña las reflexiones y aventuras del personaje múltiple que el actor interpreta, y a Daniel Cinelli, responsable de las estrategias audiovisuales que le permiten entrar y salir de la pantalla a la manera de la recordada película de Woody Allen, La rosa púrpura del Cairo.
Primero bailarín de folklore en largas giras por Europa, luego actor a tiempo completo –se había formado con Pedro Aleandro y Flora Steinberg–, Gonzalo trabajó en cine y en televisión. Fue también Secretario General de la Asociación Argentina de Actores y Secretario de Cultura de la CTA. En 2000, el mismo año que abrió su sala, estrenó Blancos oficios, otro espectáculo de su autoría en el cual se multiplicaba en una serie de personajes que contaban sus historias de dificultades y desencuentros con notas de humor: “era la época de la Carpa Blanca y el personaje del maestro era el primero de los que interpretaba”, comenta.
“Soy muy refranero”, apunta Gonzalo en referencia al título de la obra que alude “a lo que alguien todavía no pudo realizar y que probablemente no llegue a concretar nunca”. Partiendo de esta idea, El pescado…presenta a un actor que, en tren de poner en escena lo que él considera sus asuntos pendientes, dialoga con grandes actores –dos de sus referentes internacionales, Jack Nicholson y Anthony Hopkins– sin dejar de sentirse fuertemente vinculado a los actores locales que hicieron escuela. “Además de plantear el tema de lo que uno no pudo hacer en la vida quise rendir homenajes a los actores de diferentes procedencias”, aclara Gonzalo. La obra también pone especial atención en una cuestión que, según el artista, siempre está presente en el actor cuando va buscando un material dramatúrgico con el cual identificarse plenamente. “¿Quién puede expresar mejor lo que uno siente que uno mismo?”, reflexiona. No obstante, su personaje comprende que no solamente hacen falta “recuerdos, carencias y añoranzas para escribir una pieza, sino que también hace falta un oficio para llevarla a cabo”. Fue precisamente esta imposibilidad de poner por escrito todas las ideas que tenía para llevar a escena que tardó más de 10 años en concluir esta pieza.
Luego de sus referencias a Tennessee Williams y a Shakespeare, el actor que interpreta Gonzalo evoca a los hermanos Discépolo para homenajear a dos de sus autores preferidos del teatro nacional: “Creo que tenemos pendiente el recordarlos a los dos juntos”, afirma el director, “más allá de lo diferentes que eran y de todo lo que se dice acerca de la autoría de obras como Mateo”, señala, aludiendo a las opiniones críticas que aseguran que Enrique Santos habría escrito alguna de las obras firmadas por su hermano Armando. Finalmente, el asunto de las asignaturas pendientes toma un giro inesperado focalizándose sobre la historia argentina. “Lo ideológico siempre se filtra en el teatro”, asegura Gonzalo, al especificar que si antes su personaje había aludido “a los lugares donde impera el poder, como los medios hegemónicos y los gobiernos autoritarios”, la obra termina en un diálogo entre un granadero del ejército de San Martín y su jefe, contrastando los objetivos de una institución que, según enumera Gonzalo “nunca habría de anteponer sus intereses personales o subalternos, al logro de sus objetivos patrióticos y libertarios”. A partir de la cruza de textos, música e imagen, en el último tramo de la obra el personaje plantea interrogantes acerca de diversos hechos de la historia, como la Conquista del Desierto, la Patagonia Rebelde, la última dictadura y la Guerra de Malvinas. “La pregunta suele ser inductiva”, afirma el actor y concluye: “Mi intención en esta obra es hacerla colectiva”.
* El pescado sin vender, Teatro La Máscara (Piedras 736), viernes 20.30.
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