Lunes, 3 de octubre de 2016 | Hoy
TEATRO › OSVALDO PELUFFO DIRIGE CáMARA LENTA, DE EDUARDO PAVLOVSKY
La obra, estrenada originalmente en 1981, adopta una estética onírica y cinematográfica, deudora del teatro de Alberto Félix Alberto, con quien Peluffo trabajó durante años. El director dice que, políticamente, Cámara lenta es “una metáfora de la Argentina”.
Por Cecilia Hopkins
“Fue lo mejor que me pudo pasar para entrar al país después del exilio”, decía el dramaturgo y actor Eduardo Pavlovsky refiriéndose a la última obra escrita en España, antes de su vuelta: “Cámara lenta es una pieza reparadora, metafóricamente política”, definía. Fue estrenada en 1981 y el mismo Pavlovsky asumió el personaje de Dagomar, el boxeador en decadencia que busca el modo de volver al cuadrilátero rememorando tiempos idos junto a su manager, Amílcar, y de Rosa, la prostituta que redime a ambos formando una singular familia de tres. La obra subió a escena en el Teatro El damero de Deán Funes al 500, bajo la dirección de Osvaldo Peluffo, con actuaciones de Pablo González, Gabriel Scavelli y Andrea Giase, con reemplazo de Verónica Ayans Peluffo.
Mucho antes de dedicarse de lleno a la docencia teatral y a la dirección, y de formar la Compañía Faro, Peluffo se formó con Carlos Gandolfo, Roberto Durán y Augusto Fernándes. Pero en los 10 años que pasó actuando a las órdenes de Alberto Félix Alberto debió, según dice, olvidar muchos de los conceptos adquiridos para entrar en consonancia con la particular concepción teatral del creador de Tango Varsoviano. Fue ésa la primera de las obras que interpretó Peluffo con el Teatro del Sur –la que le valió el premio al mejor actor extranjero en el Festival de Miami– para luego continuar en los elencos de El marinero, Lulú ha desaparecido y Hamlet: “Alberto me enseñó una nueva forma de ver el teatro. Pude recibir un premio importante, viajar por el mundo y ganar dinero. ¿Cómo no estar agradecido?”, se pregunta.
Sin dudas, su reconocimiento queda plasmado en la puesta de Cámara… en virtud de la estética onírica y cinematográfica que alude directamente a los montajes de Alberto, a su predilección por la imagen pictórica y las pautas musicales. Con estas herramientas expresivas Peluffo elabora el micromundo de estos tres personajes que, para el director, le recuerdan los anhelos políticos de sus padres: “Cuando era chico, ellos estaban convencidos de que Perón nos iba a salvar y yo confiaba en su vuelta al país”, recuerda, “Pero después todo fue diferente. Esta obra, además de ser un homenaje al propio Pavlovsky, también es un homenaje a mis padres y a sus esperanzas”, afirma.
–¿Fue difícil encontrar esa lógica onírica?
–Cuando Pavlovsky escribió esta obra dijo que se había dejado llevar por la escritura porque no sabía adónde iba cuando la comenzó. A mí me pasó lo mismo con la puesta y también me dejé llevar. Pensé:
¿Por qué pedirle razones a la fantasía? Opté por el mundo onírico que aprendí con Félix Alberto. La importancia dada a la luz, al sonido, a la fragmentación que le da una carga de adrenalina al espectador.
–¿En qué imágenes se basó?
–Pensé en el cine de Bergman, en el de David Lynch, en la pintura de Edward Hopper. Aposté a la sugestión del espectador. Por suerte los actores creyeron en mi locura y pude jugar con todo el bagaje que tenía, con mis fantasías y mis pesadillas.
–¿Cómo cree que se resignifica la obra en este momento?
–Es una metáfora de la Argentina, de su prosperidad y de su decadencia. Pienso en este movimiento pendular refiriéndome a la cultura. Durante el fenómeno kirschnerista, la cultura se renovó. Ahora tenemos a Violetta en la 9 de Julio. Y entramos en el ciclo de la decadencia cultural. Pero tenemos que estar atentos porque en el teatro independiente es donde surgen los nuevos actores y directores. Hay que seguir apostando a esa corriente subterránea.
* Cámara lenta, Teatro El Damero (Deán Funes 506) sábados a las 21.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.