Miércoles, 25 de octubre de 2006 | Hoy
TEATRO › ENTREVISTA AL DIRECTOR Y ACTOR ALBERTO AJAKA
Su puesta de Otelo, campeón de la derrota le da una vuelta de tuerca al clásico de Shakespeare. Aquí los personajes pertenecen al mundo del box y hay más cantidad de muertes. “En el boxeo la gente es más leal y sincera que en una clase de teatro”, señala Ajaka.
Por Cecilia Hopkins
Escrita por William Shakespeare hacia 1604, Otelo se convirtió en la pieza sinónimo de los celos y sus desbordes. Allí detalla el desmoronamiento de la pasión del moro por Desdémona, mujer principal con la que se ha fugado este militar encargado de dirigir el ejército de su ciudad, Venecia, en las costas de Chipre. La semilla de la duda la siembra Yago, un hombre que desea acercarse al poder a expensas de Casio, el favorito. Hacia el desenlace, Otelo se suicida después de dar muerte a su mujer. Casi toda la obra se desarrolla en un puerto de mar de la isla de marras pero, se sabe, realizar versiones de obras clásicas es una pasión local que no cesa: en los límites estrechos del vestuario de un gimnasio transcurre la recientemente estrenada Otelo, campeón de la derrota, historia basada en la que compuso el bardo isabelino, pero con la particularidad de que los personajes pertenecen al mundo del boxeo. Con una mayor cantidad de muertes, amén de canciones en play back, la obra también repone algunos textos extraídos de la pieza original. Su director, Alberto Ajaka, asume el rol protagónico, al frente del elenco compuesto por María Villar, Mariela Verdinelli, Nicolás Miloc y Daniel Gilman. Las funciones se ofrecen los sábados a las 23 en el Sportivo Teatral (Thames 1426).
Desde que se estrenó, Ajaka integra también el elenco de De mal en peor, la última obra dirigida por Ricardo Bartis, en cartel desde el año pasado, ya con una gira europea en su haber. Coincidentemente con los ensayos de ese montaje, al actor le surgió la necesidad de probarse como director, aun cuando su experiencia escénica no databa de muchos años atrás. Tiene 33 años pero desde hace sólo seis se interesa por el teatro: pasó por la carrera de filosofía, hizo deportes, trabajó en una imprenta y dejó atrás un pasado punk. El teatro comenzó a aparecer como una actividad posible cuando se vio en la obligación de amenizar el lapso que duró un corte de luz durante una fiesta de reencuentro con compañeros de secundario. Luego de alguna experiencia previa, recaló en el estudio de Bartis. “Tomé un texto de Shakespeare porque me parece que somos deudores de su teatro y porque fue actor, se hizo director por necesidad y vivió polemizando con los otros teatros de su tiempo”, explica Ajaka en una entrevista con Página/12, interesado en subrayar que no se siente convocado por el teatro que se produce en Buenos Aires, en su gran mayoría. Y que muchas de las cuestiones que aparecen en su versión tienen que ver con críticas al medio. Como el peso que él y sus actores le asignan al teatro alemán en ciertas producciones del teatro de experimentación local, motivo por el cual Desdémona (María Villar) habla y canta en la lengua de Marlene Dietrich.
“Me entusiasmó la idea de la complejidad y quise encontrar un mecanismo para escapar de las iconografías tradicionales y hacer una versión de cámara”, afirma el director, quien, en la necesidad de encontrarle a la obra ecos de la realidad actual, pensó en que Otelo, tolerado por conveniencia desde el poder aun a pesar de su color, podía ser reemplazado en su versión por un deportista de extracción humilde a quien la suerte le brinda la posibilidad de ocupar un lugar de privilegio. Por otra parte, Ajaka había practicado box en Ciudadela y pudo constatar que “el gimnasio es un lugar de fraternidad. En el boxeo se puede encontrar un clima de trabajo que no se da en otros deportes. Hay gente leal y sincera, más que en una clase de teatro”, detalla. La presencia de Elvis Presley en la banda sonora, en cambio, proviene de las asociaciones arbitrarias que, según afirma, le surgieron mientras avanzaban los ensayos. Actores del taller de Bartis, finalmente, todos entienden que la actuación es una actividad de riesgo y por eso unas palabras de Norman Mailer que definen al boxeo como un diálogo violento les sirve también para referirse a la actuación: “Una conversación entre dos cuerpos: dos hombres navegan por subterráneos ríos de agotamiento y alcanzan grandes momentos de dolor a la luz de la muerte; la propia o la del otro”.
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