TEATRO › ENTREVISTA A ALBERTO FELIX ALBERTO
El director estrena El hombre que nunca existió, una obra de Manuel Martínez que aborda aspectos conflictivos de las religiones.
› Por Hilda Cabrera
Que es una obra polémica no hay quien lo dude: no deja afuera aspectos conflictivos del islamismo ni de las religiones judía y católica. Tampoco olvida los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas y hasta un detalle, que el autor es numerólogo. El director y régisseur, autor y pedagogo teatral Alberto Félix Alberto, reúne estas problemáticas y sucesos en su puesta de El hombre que nunca existió, obra del madrileño Manuel Martínez, quien estará en Buenos Aires en vuelo directo desde Miami, donde reside, para asistir al estreno de este viernes en el Teatro del Sur. A esos componentes de alto voltaje se suma otra realidad: la reciente y explosiva declaración del papa Benedicto XVI sobre el Islam y el profeta Mahoma. Demasiado tal vez para narrar teatralmente la peripecia de un personaje de ficción, el psiquiatra Sebastián Stain, quien a su muerte renace en un mundo de ambigüedades. Cuestión de chances que al hombre le depara, acaso, su fe en la reencarnación y su devoción por el Don Alonso Quijano manchego que por gracia de la fantasía deviene generoso Don Quijote. ¡Nada menos! “Cuando Martínez, a quien conocí en un festival de teatro de Miami, me propuso realizar una versión escénica con todo esto, le dije: creo que estás un poco loco –cuenta ahora Alberto, entrevistado en su casa teatro de la calle Venezuela–. En lugar de enojarse, comentó: ‘Qué interesante, porque aquí dicen que soy extravagante, pero no loco. Claro, no se atreven. ¿Podrías demostrarme que sí estoy loco?’.”
–Todo un desafío el de Martínez. ¿Esa actitud le permitió cuestionar con mayor libertad los diferentes planteos de la obra?
–El cuestionamiento es una manera de entrar en una historia que desarrollo en paralelo con uno de los entremeses de El Quijote. La obra muestra una estructura circular, donde un personaje persigue a otro, que a su vez toma a aquél por loco. Jugamos con diferentes épocas y con una idea sobre la locura.
–En El Quijote la locura no está probada, aunque se dice que Quijano recobra la lucidez antes de morir.
–Y no sólo se vuelve lúcido, sino que quiere morir como un católico. En El hombre que nunca existió aparece incluso la reencarnación como posibilidad. Supongo que alguno va a decir que el autor está loco o que yo estoy más loco que Martínez.
–Los conflictos religiosos no han estado muy presentes en sus obras, al contrario de los que se producen a través de ensueños.
–La religión quizá sí, pero indirectamente. Lo que no es común en mis obras son los conflictos de carácter político. Me he reunido con algunos islámicos conocidos para que me dieran su opinión sobre algunos pasajes, porque, confieso, el asunto me intranquilizó. Sobre las secuencias oníricas, necesité reforzarlas con imágenes de películas, de El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, y de Ocho y medio, de Federico Fellini.
–¿Los sueños (o ensueños) serían algo así como senderos que no llevan a ninguna parte?
–Diría que son elementos que permiten mostrar un proceso creativo en plenitud. Esta es una obra que parece estar construyéndose durante la función, donde un personaje va llevando a otro, y de pronto no se distingue cuál de ellos es el que habla.
–¿Cuál es en este sentido la relación con el cine?
–Una es el trabajo que se hace sobre las fantasías. Quijote sueña, finalmente, con una realidad que no es la que está aconteciendo, pero él insiste. Quiere que su imaginación gobierne la realidad, y eso es imposible. Desde este punto de vista, el cine y sus sombras me han ayudado mucho.
–¿Qué significan aquí las sombras?
–Proyecciones, y no se sabe si de vidas pasadas. Las sombras descubren realidades falsas.
–¿Escondidas, también? ¿Quién no jugó de chico con su sombra?
–Sí, claro, era un juego, y entonces lo vivíamos como un descubrimiento.
–¿Cómo ingresa la violencia a esta obra?
–Los temas clave son aquí la religión, el juego entre la realidad y el sueño, incorporado también a través de elementos cinematográficos, y los ataques del 11 de septiembre. La violencia y la tragedia ingresan como imprevistos. Ni los pasajeros de los aviones ni la gente que se encontraba en las Torres Gemelas pudieron prever qué ocurriría ese 11 de septiembre. Pero hay otra violencia que sí se puede prever, y nos sacude todos los días. Una violencia que sólo se puede combatir impartiendo justicia y desterrando el hambre y la miseria.
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