Miércoles, 22 de noviembre de 2006 | Hoy
TEATRO › FUERZABRUTA, DE REGRESO EN EL CENTRO DE EXPOSICIONES
Diqui James, director del grupo, cataliza la experiencia del paso por Europa y mira más allá: “Estamos en camino, pero no creo que el lenguaje esté totalmente definido o desarrollado”.
Después de tres meses en el teatro Roundhouse de Londres realizando su presentación frente más de cien mil espectadores, volvió Fuerzabruta. Volvió el espacio donde la presión de los sentidos afecta la mente, donde la velocidad de los estímulos que recibe el espectador supera a la reacción intelectual, donde la diversión se vuelve universal y se mantiene el culto a la risa y el cuerpo. Totalmente renovado, el espectáculo tendrá su base en Buenos Aires por sólo cuatro semanas, en el Centro de Exposiciones (Figueroa Alcorta y Pueyrredón, con funciones de miércoles a domingo en horarios diversos), para luego realizar una gira por Sudamérica y llegar para el verano europeo a su primera cita con el público berlinés. Diqui James, uno de los creadores del show, habló con Página/12 acerca de los lenguajes que afrontan y la recepción del espectador frente a la propuesta de la sorpresa constante.
–¿Cuál fue la respuesta que recibieron del público londinense?
–Fue increíble. La gente nos conocía de cuando fuimos con De la Guarda, en el ’99. Siete años después, la expectativa por nuestro regreso era impresionante: el teatro donde actuamos se reabría después de mucho tiempo con nuestro espectáculo, y además se habían generado grandes ilusiones por el nuevo show que llevábamos. La verdad es que nunca sentí tanta presión. Con De la Guarda siempre íbamos para adelante, éramos pibes y no teníamos nada que perder. En ese momento llegamos preparados para romperles la cabeza a todos, pero esta vez era diferente, porque todos ya estaban esperando que les rompiéramos la cabeza.
–¿Cambia la forma en que reacciona el público europeo frente a como lo hace el argentino?
–Allá la gente es muy expresiva y bastante gritona, pero físicamente son mucho más tranquilos. Acá son más físicos, cuando pega algo en seguida entran todos a saltar. La emoción la viven mucho con el cuerpo, allá se ríen o gritan, pero la emoción no es tan física, son más tímidos. Otra diferencia es que allá la mezcla de público es absoluta. Eso es lo que nosotros buscamos: el espectáculo está abierto a que lo disfrute el tipo que lee todo el día Shakespeare, pero también el que nunca tocó un libro.
–¿Creen que las personas que más se suman a su propuesta podrían pensarse como un público estilo Creamfields?
–Acá hay de todo, el público Creamfields también viene. Por momentos son muchos jóvenes y a la gente grande le cuesta más participar, por el tipo de show que ofrecemos. Creo que lo que pasa ahora es que la gente viene a disfrutar del show y eso está bueno. Al principio venían más contenidos, a ver qué íbamos a hacer. Ahora está todo bien, ya no vienen a ver la historia que se supone les vamos a contar o a afligirse porque no la entendieron. Ya saben que no les estamos contando nada, vienen a disfrutarlo, no se enroscan.
–¿Cuáles son las semejanzas entre lo que hacían con De la Guarda y lo que plantean hoy con Fuerzabruta?
–Lo que permanece es la continuidad del lenguaje: estamos en la misma búsqueda hace veinte años, desde la Organización Negra. Creo que nos vamos acercando, pero no creo que hayamos llegado a un lugar. Siento que estamos en camino, pero no creo que el lenguaje esté totalmente definido o desarrollado. De De la Guarda a Fuerzabruta hay cambios importantes, el lenguaje es el mismo pero estamos encontrando una teatralidad desde un lugar más sólido. Con De la Guarda era lanzar cuerpos al aire con una actitud festiva, ahora experimentamos la teatralidad a través de juegos escenográficos con el actor, donde no necesitamos tanto del espacio.
–¿Cómo ven el cambio de lenguaje en el teatro entre el tradicional y el que ustedes utilizan?
–Creo que la literatura invadió al teatro hace algunos siglos y así instaló una forma de hacer teatro: butacas, escenario y la palabra guiando la acción. Me parece que es válido como una forma, pero no como una única definición del teatro. La forma del teatro tradicional se agotó totalmente. Nosotros de alguna manera rescatamos algo más antiguo, somos modernos, pero más antiguos. Yo leo lo que escribía Artaud hace años y años y me siento totalmente representado. Soy más partidario de hacer un viaje emocional que un viaje intelectual. Para contar una historia es mejor un libro o una película. El teatro tiene que aceptar que ese no es su lugar. El teatro es el único lugar donde necesitás de otros, es el único arte donde sí o sí se necesita de un grupo de personas. No se puede vivir individualmente.
–¿Se podría ver como una manifestación parecida al carnaval?
–Totalmente, nuestras primeras inspiraciones fueron los carnavales en Brasil, las fiestas españolas, celebraciones orientales y otras fiestas. Nuestro show es una vuelta a ese lugar de ritual, de celebración. El significado que puede tener algo no pasa nada más por la historia que cuente, el cuerpo viviendo una situación como la participación en el carnaval puede tener un montón de significados. Después los antropólogos analizarán el fenómeno del carnaval, pueden escribir miles de libros acerca de él, pero el carnaval no existe por esos libros, es al revés. El que vive el carnaval pasa por otra experiencia que es muy diferente a lo escrito. Todo lo que se pueda teorizar acerca de lo que nosotros hacemos viene después de la creación. El espectáculo no necesita de este reportaje para existir: esto pasa después, no antes.
Entrevista: Suyay Benedetti.
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