Martes, 19 de diciembre de 2006 | Hoy
TEATRO › EL FESTIVAL PROVINCIAL
El encuentro que se realizó en Mar del Plata sirvió para debatir las realidades que se viven en el interior del país.
Por Cecilia Hopkins
Desde Mar del Plata
Diez días después de celebrada la fiesta del teatro porteño, en la que los elencos independientes de la ciudad compitieron por un lugar en la próxima Fiesta Nacional del Teatro, cerró este domingo en Mar del Plata el Festival Provincial de Teatro. Tras el mismo objetivo, una docena de grupos presentaron sus espectáculos, de los cuales quedaron elegidos tres de ellos. Las funciones tuvieron lugar en el Teatro Auditorium, con entrada libre y gratuita, a un promedio de tres obras por día. El encuentro, que comenzó el jueves 14, fue organizado en conjunto entre La Comedia de la Provincia de Buenos Aires, el Instituto Nacional del Teatro y la Subsecretaría de Cultura. El jurado (compuesto por la coreógrafa tucumana Beatriz Labatte, el actor y dramaturgo santafesino Jorge Ricci, el director sanjuanino Nelson Castro Alvarado y el director porteño Kado Kostzer) se pronunció a favor de las obras que representaron a Moreno, Villa Bosch y Chascomús. Así fueron seleccionadas La china, obra de Sergio Bizzio y Daniel Guebel, por el grupo Terrafirme, que dirige Claudio Bellomo; Damiens, el cuerpo de los condenados, de Cristian Palacios, por la Compañía General de Fósforos, que dirige Paula Brusca; y Omisión, de Hugo Men, por el grupo El Esférico, dirigido por José Berasain. Hubo, además, menciones especiales. Una de ellas fue para la actriz Nora Pérez, por su destacada participación en La edad de la ciruela, de Arístides Vargas (por el mismo Terrafirme); la otra, para el espectáculo J-9 Hundido, sensible y original rutina clownesca de la compañía platense Devenir, con actuación de Gustavo Vallejos, sobre texto de autoría compartida con Marcelo Masán.
El resto de los espectáculos presentados –provenientes de Trenque Lauquen, Bahía Blanca y Luján, entre otras localidades– demostró que el teatro independiente de la provincia de Buenos Aires acusa similares problemas a los de otras regiones del país. Principalmente, se nota una falta de solidez dramatúrgica y de criterios coherentes de dirección y puesta. Unas falencias que, según Jorge Ricci –integrante fundador del Equipo Teatro Llanura, de Santa Fe–, podrán en un futuro subsanarse en la medida en que se creen espacios de formación y se elaboren políticas de apoyo: “Si no hay un creador fuerte en una región, la actividad se moviliza a partir de una unidad académica, como en el caso de Tandil y su universidad, o de una política cultural que incentive la actividad”, opina en una entrevista con Página/12.
–A pesar de la gran extensión de la provincia de Buenos Aires, podría pensarse que sus teatristas tienen mayores oportunidades de formación por su cercanía a la Capital Federal...
–En la provincia de Buenos Aires pasa lo mismo que en otras regiones teatrales del país. Hay ciudades como La Plata o Mar del Plata que tienen una movida teatral semejante a la que hay en otras ciudades fuertes como Rosario o Córdoba. Pero en el resto de la provincia se hace un teatro que presenta diferencias abismales con relación al que se produce en los centros mencionados. La continuidad de los grupos, la posibilidad de transformar la propia historia, es muy importante. En general, tengo la impresión de que los grupos que se presentaron tienen una historia breve y poco consolidada, porque se nota que les falta mucho para conseguir un lenguaje propio.
–Hay quienes hablan de la necesidad de incentivar una dramaturgia bonaerense.
–En el caso de Terrafirme, del conurbano, el grupo dice que no se identifica con las obras de los jóvenes dramaturgos porteños, como Rafael Spregelburd, Alejandro Tantanian o Federico León. Les suenan muy lejanas, a pesar de su proximidad geográfica. En cambio, eligen a autores como Pavlovsky y Kartum, o Rafael Bruza, de Santa Fe.
–¿Cuáles cree que pueden ser los caminos a seguir para acrecentar el nivel de las producciones?
–Es cierto que en el teatro de todo el país hay un gran desnivel. Y si bien es difícil de modificar, tampoco sabría decir hasta qué punto hay que hacerlo. Hablar de “emparejar el nivel” suena a imposición. Y yo creo que es inoportuno sentar bases y premisas. Hay pueblos de la provincia en los que se hace un teatro vocacional con alma filodramática y yo no lo veo mal, porque tiene un público que busca precisamente eso. No es obligatorio que las novedades teatrales entren en todas partes, en cada rincón.
–¿Cree más saludable que en las provincias se tome distancia del teatro de la ciudad de Buenos Aires?
–No me parece que en otras partes del país deba fotocopiarse el teatro de Buenos Aires. En la época del primer teatro independiente, un director de provincia volvía a su lugar con un texto bajo el brazo y la puesta en la cabeza, en base a lo que había visto. También había actores que interpretaban como los grandes actores de la Capital. Creo que hay que alentar a que cada región encuentre un espíritu propio. Algunos harán textos de otros buscando encontrarles un color particular y otros elegirán contar historias a partir de lo que los rodea.
–De todas formas, las influencias son decisivas para hallar un modo personal de expresión. ¿Se puede crear desde el aislamiento?
–El destino de cada creador, me parece, es encontrar un delicado equilibrio entre lo local y lo universal. Pero no importa desde dónde se cree: Juan L. Ortiz trabajaba en el registro civil de un pueblo chico y escribió una obra espléndida. También Grotowski y Eugenio Barba eligieron hacer teatro en pequeñas ciudades de Polonia y Dinamarca, en cada caso. Yo, como creador de provincia, tengo la obligación de alcanzar un lenguaje propio como si viviera en un gran centro. No puedo excusarme diciendo que vivo en un lugar aislado. Cada uno debe buscar su propio rostro y ser responsable de su elección.
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