Martes, 19 de diciembre de 2006 | Hoy
PLASTICA › FOTOGRAFIAS DE LA JAPONESA AKI SUZUKI
Por F. L.
Aki Suzuki (Japón, 1968) es música. En 1994 ganó un importante concurso abierto de música en su país. Y en 1997 editó su primer disco. Luego fundó un sello discográfico propio en el que publicó dos discos más.
En 2004 editó un álbum de fotos con letras de sus canciones, en donde incluyó fotos tomadas en la Argentina durante un viaje que había realizado ese mismo año.
En estos días su nombre resuena en Buenos Aires por las fotografías en blanco y negro que está exhibiendo en la Biblioteca Nacional. La exposición lleva el título Vida y viaje y allí se puede ver el diálogo de imágenes que establece Suzuki entre Oriente y la Puna –tipos humanos, soledades, perspectivas, relaciones con la naturaleza, mundo animal–, y también una secuencia de fotos de Buenos Aires.
Las fotos oscilan entre la mirada de la viajera y la de la turista. A veces su mirada profundiza en la soledad del paisaje, las expresiones o situaciones se revelan como resultado de la reflexión y otras retrata situaciones, objetos o detalles propios de la mirada que recorre la superficie de las cosas, porque le llaman la atención.
En las fotos de la Puna el ojo de la fotógrafa se detiene en un pueblo perdido en la inmensidad del paisaje portentoso y desierto; dos tejedoras hacen su labor al sol; la cabeza de una llama ocupa un primer plano; también se puede leer un graffitti sobre un módico paredón (“vivir con identidad”, pide la pintada). Sobre su cámara pasaron niños en el desierto o la impactante quietud de un salitral. Como suele suceder ante la inmensidad del paisaje de la Puna, la fotógrafa acentúa el costado metafísico de sus sensaciones, la relación del hombre con la naturaleza y la relación de escalas entre el hombre y el paisaje.
En la serie sobre Buenos Aires pasa revista a los edificios, un lustrabotas, La Boca, un colectivo. La Puna y Oriente, una por deslumbramiento, otro por ser culturalmente más afín, generan la mirada más reposada del viajero, más profundamente inquieta. Buenos Aires, en cambio, produce el efecto de turístico, tal vez alivianado por el deslumbramiento inicial, por la mirada “instantánea”.
Según escribe Horacio González –director de la Biblioteca Nacional– en el catálogo: “La mirada de Aki Suzuki busca en una pequeña pincelada expropiar un minuto del universo. En la exrañeza busca la familiaridad. El viaje le sirve para comprobar que la vida es igual en todas las partes, pero para lograr ese sentimiento, también sabe que es necesario depurar hasta un extremo inconcebible la comprensión entre los hombres y los objetos”. (En la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.)
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