Martes, 2 de enero de 2007 | Hoy
TEATRO › GLORIA CARRA, HECTOR DIAZ Y LA REPOSICION DE “¿ESTAS AHI?”
Desde este sábado, los actores pondrán el cuerpo en una nueva versión de esta pieza de Javier Daulte, que reflexiona sobre la ausencia y la presencia a través de un desencuentro de pareja.
Por Hilda Cabrera
Cuando “se piensa” como espectadora de ¿Estás ahí?, dice que no puede parar de reír, que festeja el humor del autor y director Javier Daulte, con quien viene trabajando desde hace tiempo. La actriz Gloria Carrá disfruta de su oficio, en el que debutó a los 8 años. Fue en televisión, en Señorita maestra, que se vio también en teatro, en el Astros. Ahora retoma el papel de Ana en esta desconcertante pieza de Daulte, requerida a nivel internacional. Junto a ella, el actor Héctor Díaz evalúa su trabajo como gratificante y riesgoso. Cumple el rol de Francisco, en esta obra que deriva de un monólogo estrenado por el autor en Londres, en el Festival Fronteras de 2002. Allí, el único protagonista fue Niel Smith, dirigido por Daulte. Luego de esa presentación se la escenificó en el Blue Ele-phant Theatre, también de esa ciudad. A diferencia de Carrá, Díaz se inició a los 26 años. “Hasta entonces no había tenido contacto con el teatro”, cuenta. “Estaba en la facultad y un día me decidí. Comencé a estudiar con Pompeyo Audivert, después con Rafael Spregelburd y con Javier.” Tomó clases con Eduardo “Tato” Pa-vlovsky y Ricardo Bartís, y no abandonó la escena. Participó en puestas de estos directores y ensaya en otras (la siguiente obra será junto al grupo El Patrón Vázquez, que dirige Spregelburd). Fue convocado además para televisión y cine, ámbito que en ocasiones compartió con Carrá, quien a su vez retomará en abril Frida y yo, sobre libro y dirección de Emilia Mazer. En ¿Estás ahí? –que se estrena este sábado en el Teatro Broadway 2–, una pareja decide reanudar su vida en común mudándose a un departamento algo destartalado y bastante incómodo. Esa situación es ya motivo de desencanto y conflicto. En ese lugar se percibe una rara “presencia”, la del invisible Claudio.
–Según se ha escrito, el autor intentó aquí reflexionar sobre un tema difícil de tratar en el teatro: el tema de la ausencia. ¿Qué opinan?
Héctor Díaz: –Esta obra fue escrita inicialmente para un solo actor. Javier se había propuesto transmitir sus ideas sobre el monólogo, género que no le atrae demasiado. Su intención no era hablar sobre lo que después aparece (una historia sobre la ausencia y el amor), sino sobre el actor rompiendo la cuarta pared y compartiendo el espectáculo con el público. Su deseo era provocar interferencias entre público y actor.
–¿Comparten esa postura?
H. D.: –Nunca tuve especial predilección por el monólogo, tampoco posturas totalmente contrarias. Lo que se conoce hoy como monólogo se relaciona con el stand up comedy, y lo que me gusta es una obra construida sobre una ficción. Prefiero eso, que me vendan la ilusión de un cuento. No quiero ver al actor sino “ver” su relato.
Gloria Carrá: –Esta obra está compuesta de monólogos disfrazados, y a mí me gusta sentir que hay un cuentito detrás.
H. D.: –De todas maneras, en el monólogo de Francisco está incluido el personaje femenino y el de la madre y los vecinos. Es un texto superpoblado.
G. C.: –Cuando lo observo a Héctor, me digo “qué bueno que no está solo”. Sin embargo, lo está, porque todo lo demás es ilusorio. Cuando entro a escena, mi personaje y los otros siguen estando solos, y entonces me pregunto si también Héctor y yo nos estamos engañando.
–¿Como si fueran piezas de un juego de ausencias y presencias?
H. D.: –La obra ha sido revisitada tantas veces por nosotros que en algún momento se constituyó en una ausencia. La estrenamos en el Cervantes (febrero de 2004), en el Teatro del Pueblo, y la llevamos de gira por el sur de Argentina. Cada vez que la retomábamos se convertía en “presencia”. Esto es algo muy estimulante. Los tres somos muy obsesivos, Javier tal vez más que nosotros, y eso nos ayuda a trabajar cada detalle sobre la escena y sin ideas previas.
G. C.: –Un ejemplo de ahora mismo es que estamos ensayando desde hace dos horas los primeros tres minutos del segundo acto.
H. D.: –Sucede que Javier trabaja como si fuera cine: cuadro por cuadro. La puesta es muy barroca y desliza chistes y contradicciones. Una de éstas es que el momento de mayor contacto de Francisco con su pareja Ana se da a través del cuerpo de otra persona.
G. C.: –Como si el único encuentro siguiera siendo el desencuentro.
–¿Las relaciones amorosas son siempre tan complejas? Se dice que se ama al que estuvo y no al que está presente...
H. D.: –A mí, por lo menos, me resultan complicadas.
–¿Qué piensan de los varios “fantasmas” metidos en la obra?
H. D.: –Estos personajes son artilugios de la dramaturgia. Aquí no hay alucinados viendo lo que no existe. Son seres con existencia, aunque no se los vea.
G. C.: –Esto nos exige un gran trabajo, porque ellos deben ser verosímiles. El público tiene que creer que están ahí, que tienen cuerpo. Los actores aprendemos a desdoblarnos, pero sin forzar. Lo nuestro pasa por una noción de percepción y no por convertirnos en otro de una manera concreta.
–¿Cómo fue en ese punto la experiencia en otros países?
G. C.: –Los temas de la ausencia y la presencia, y del encuentro y el desencuentro de una pareja son universales y las reacciones del público, parecidas.
H. D.: –A Javier le piden esta obra desde todas partes. Ahora la van a estrenar en México D. F., Barcelona, y también en una ciudad australiana. Nosotros la presentamos en Girona, Caracas... y se impuso siempre. Posee una construcción muy sólida y apenas necesitábamos cambiar alguna palabra.
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