TEATRO › ENTREVISTA A JUAN CAÑAS, ALVARO TATO Y MIGUEL MAGDALENA
Integrantes del grupo Ron Lalá, los actores y músicos españoles estrenan mi misterio del interior, espectáculo dirigido por Yayo Cáceres. Definen su sentido del humor como “crítico existencial”.
› Por Hilda Cabrera
“A fin de cuentas, todo trabajo creativo es un juego”, y el grupo español Ron Lalá lo practica en mi misterio del interior, cruzando música, acciones y palabras. El título es “una parodia cómica sobre la búsqueda de identidad”, así como “el hecho teatral, una metáfora de la identidad huidiza”. La búsqueda es de naturaleza “existencial”, como señalan en diálogo telefónico con Página/12 tres integrantes de este equipo. Ellos son Juan Cañas y Alvaro Tato, actores y autores de los textos, y Miguel Magdalena, actor y músico que ha trabajado con el guitarrista de flamenco Víctor Monge, “el Serranito”. El elenco cuenta además con otros dos intérpretes y un reemplazante. Dialogan desde Chile, donde el grupo cumple una gira por Santiago, Villa del Mar, Talca y Temuco. Este viernes estarán en Rosario y los sábados 18 y 24 y los domingos 19 y 25 en el teatro La Comedia, de Buenos Aires. El elenco se completa con Iñigo Echevarría, actor de trayectoria en teatro y cine, y Daniel Rovalher, también cantante, compositor e instrumentista del grupo La Cuarta Vuelta.
El director de mi misterio... es el actor y músico argentino Yayo Cáceres, chamamecero radicado en España. El anterior trabajo de Ron Lalá posee un título singular: Si dentro de un limón metes un gorrión, el limón vuela. En la charla telefónica, las voces del grupo se confunden al transmitir el regocijo de la gira. Cañas tiene una formación en guitarra clásica y varias experiencias escénicas (Los mejores sketches de Monty Python). Tato es licenciado en Filología hispánica y poeta galardonado por su libro Cara máscara. Colaboró con la compañía Ur Teatro, dirigida por Helena Pimenta, y con el escritor y realizador Alvaro del Amo. Magdalena es licenciado en Filosofía y concertista. Los tres dicen apoyarse en la universalidad de la música y el gesto para interrogarse respecto de la vida y del quién es quién: “Sobre quién soy o quiénes somos; o qué hago aquí o adónde voy”. Se los ha calificado de cabareteros surrealistas, acaso por algunos sketches cuyos títulos despiertan curiosidad: El hombre capicúa, Balada de amor a mí mismo, El botellón al revés, La historia de Don Nadie y, entre otros, El tiro al tuno (o tiro al blanco, donde el tuno es el estudiante que ofrece serenatas vestido a la vieja usanza). La música se multiplica en géneros y estilos: flamenco, chotis, chirigota, jazz, rumba, rock y tango. En síntesis: “Un concierto cómico de guitarras, teclado, percusión y canto”.
–¿Cómo definirían el humor que practican?
Miguel Magdalena: –Nuestro humor es crítico existencial, pero procuramos despegarlo de la jondura, porque no queremos un registro de filosofía. Nos planteamos la existencia de manera cómica y con la sencillez de un ciudadano de a pie. Dejamos atrás los convencionalismos para reímos de nuestras preguntas y de nuestras posibles respuestas.
Alvaro Tato: –Las críticas pueden ser sobre temas comunes, como el problema de la vivienda o la práctica del psicoanálisis; o la relación con el dinero, la droga y la política, canalizados por el humor y expresados a través de la música en sus diferentes registros.
Juan Cañas: –Son asuntos que tienen un fondo filosófico y social, pero no es esto lo que mejor nos conecta con el público. Nuestra principal relación se da a través del componente lúdico: del humor, el absurdo y el espíritu de juego.
A. T.: –No nos planteamos teorías sobre el absurdo. No es lo que buscamos en este espectáculo, donde nos sentimos mucho más cerca de Les Luthiers que de Albert Camus. El nuestro es un espectáculo en joda. Esta expresión nos la contagiamos del equipo. Nuestro director artístico es argentino y también es argentina Florencia Saraví, ayudante de dirección. Por eso el desembarco en la Argentina nos ilusiona. Hace doce años que formamos el grupo en Madrid, creamos nuestros textos, procuramos llevar adelante un planteo escénico fuerte y propiciamos la colaboración internacional.
–¿Guardan prejuicios respecto de la fusión?
J. C.: –Al contrario, la fusión es nuestra principal baza. Estudiamos para llegar a un buen nivel artístico y con todo eso poder hacer una mezcla. Uno de nuestro caminos personales es hacer de batiburrillero, saber mucho de muchas cosas. Tenemos formaciones y carreras universitarias diferentes.
–¿Se critica la mezcla en el flamenco?
M. M.: –El flamenco es hoy tan universal como el tango, y se aceptan las fusiones. En este espectáculo presentamos fusiones como el pasodoble de chirigota. La chirigota proviene del sur de España, de Cádiz, y es como la murga en Uruguay. La utilizamos como arreglo vocal sobre la melodía del pasodoble.
–¿Les interesa el chamamé?
J. C.: –Nos parece estupendo, pero no es un ritmo de este espectáculo. La música de gran tradición maneja otros resortes y no es fácil descubrir su respiración.
–En uno de los sketches invitan a ubicarse en un museo del siglo XXV. ¿Cómo será ese museo?
A. T.: –Imaginamos un lugar donde se muestran sucesos que son hitos del siglo XXI. Lo utilizamos para hablar de este siglo y preguntar –y preguntarnos– por qué los humanos desaparecieron tan pronto. Es uno de los números más aplaudidos.
Cañas, Tato y Miguel Magdalena se regocijan de la ocurrencia. No quieren revelar la receta del trago que da nombre al grupo, pero tiran pistas: “Ron Lalá –dicen– se conecta con el dadaísmo, produce delirio y desata carcajadas”. Lo cierto es que disfrutan de los ingredientes, aun cuando declaren que no son “gente de bebida”.
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