TEATRO › “MANDALAH” Y “LICE DE LUXE”
Nuevos formatos a cargo de una compañía local y de un trío de artistas daneses alteran la escena tradicional con humor, danza y teatro negro.
› Por Carolina Prieto
En las últimas décadas el nuevo circo renovó la tradición del género introduciendo elementos teatrales, música en vivo, danza, buenas dosis de humor e imágenes poéticas y los aires de cambio no se detienen. En pleno corazón de Parque Centenario y Villa Crespo, dos antiguos galpones de techos altos albergan propuestas que sorprenden al espectador más avezado. ¿Es posible combinar el circo con técnicas del teatro negro y con lejanas culturas orientales? ¿O teñir toda una puesta con el clima y la estética de una película de Buster Keaton o de una foto de Man Ray? Mandalah y Lice de Luxe (Piojos de lujo en catalán) lo logran.
La primera obra, a cargo de la compañía local Circo Negro, fusiona todo tipo de acrobacias aéreas mediante aros, trapecios, sogas, cuerdas y figuras geométricas con luces negras, produciendo siluetas oscuras e hipnóticas sobre una gran tela, que vuelan y ondulan hacia el piso al ritmo de música devocional y proyecciones de imágenes. El segundo espectáculo, creado por un trío danés, invita a un viaje de la mano de personajes bizarros que parecen salidos de una vieja película muda, en un living de época con algunos muebles de estilo, lámparas, mucho terciopelo y flores rojas, además de instrumentos musicales, sogas y trapecios. Allí no se desarrolla una historia lineal, más bien una serie de juegos escénicos que permiten adivinar relaciones entre los protagonistas: un hombre de bigote a lo Dalí, mandón y enamoradizo; una mujer tan sexy como aniñada que hace prodigios mientras vuela y que cuando canta parece Björk, y un tercero altísimo y espectral, de traje gris, que deviene en muñeco de trapo espeluznante. En ambas piezas casi no hay texto, pero sí criaturas y situaciones muy cuidadas en un clima íntimo y cálido. Tal vez por ello, el marco de los clubes de barrio es ideal: hasta se puede tomar algo después de la función y charlar con los intérpretes.
Mandalah puede verse los sábados a las 22, en el Club de Trapecistas Estrella del Centenario, y es el segundo trabajo de la Compañía Circo Negro tras la exitosa Mamushka, que estuvo dos años en cartel y asombró a grandes y chicos con un montaje de alto impacto sensorial. Las sombras de los cuerpos de las acróbatas suspendidas en el aire viraban del negro a colores intensos con una música poderosa creando cuadros muy sugestivos, que por momentos cedían a otros cargados de humor. “El disparador del nuevo espectáculo fue la imagen de un pentágono con el que me topé de casualidad, construyendo pequeñas figuras para el cumpleaños de mi hija. Enseguida imaginé cinco personas colgadas de cada una de las puntas del pentágono. Y sentí que ahí estaba el germen”, comenta la directora e intérprete Mariana Sánchez, de 38 años y con una extensa trayectoria en el medio, que la llevó a integrar el renovador grupo La Trup, fundar la Escuela de Circo del Rojas y acompañar al payaso Chacovachi en los montajes al aire libre en la costa bonaerense. Enseguida mandó a construir un pentágono de casi tres metros de lado e inició una investigación sobre las figuras geométricas y el sentido que adquirieron en distintas civilizaciones, muchas veces en relación con lo sagrado. En forma paralela, su pareja y coequiper, Pablo Zarfati, buscó bellas imágenes de paisajes naturales, como soles y flores registrados en sus movimientos cíclicos, para proyectarlas en una inmensa tela en interacción con los cuerpos y la banda sonora. Como en la primera obra, Sánchez y Zarfati no apuestan sólo al lirismo. También habrá escenas cómicas de la mano de clowns.
“Hay un personaje que funciona como hilo conductor. Es una payasa que recorre las situaciones y bien podría ser la que sueña todo el mundo que se despliega ante los ojos de los espectadores”, agrega Sánchez, formada en danza contemporánea, yoga y técnicas circenses con grandes maestros de América y Europa. Desde su mirada, no hay contradicción entre los dos climas que dominan sus creaciones. “En mí conviven las dos cosas. Y creo que cuanto más espiritual es una persona, también es más alegre y más fresca. Y hasta más inocente, como un niño. Mandalah tiene momentos de mayor silencio y concentración y otros de humor”, agrega. ¿Cómo se le ocurrió mezclar circo aéreo con técnicas del teatro negro? La falta de recursos agudizó el ingenio. Cuando Zarfati compró el espacio de la calle Ferrari –que en los albores del siglo XX fue lugar de entrenamiento de artistas de circo llegados de Europa del Este, para luego convertirse en una fábrica textil–, comenzaron a arreglarlo, a dar clases y al poco tiempo quisieron pergeñar una primera obra. “Pero las dimensiones eran tan enormes, hacía falta tanta plata y sólo teníamos dos tubos de luces negras. Montar una planta de luces era imposible, así que se me ocurrió comprar dos luces más e investigar con esta técnica”, recuerda, sin sospechar que de esa carencia nacería una inusual riqueza expresiva, convertida hoy en el rasgo más personal de la compañía, formada –además de ellos– por nueve artistas.
A sólo diez cuadras de allí, los daneses de Lice de Luxe (Kart Stets, Katja Amtoft y Steffen Lunds- gaard) producen un fenómeno atípico. La platea del Redes Club de Circo de Villa Crespo desborda, de viernes a domingos, de chicos y grandes que se instalan en semicírculo para disfrutar de un trío que hace seis años recorre el mundo con su ópera prima homónima. Una pieza pequeña, intensa y bastante extraña. Por empezar, el look de estos jóvenes actores desconcierta. Poco tienen que ver con la tradición circense. Dos hombres pelados (uno delgado cual fideo y de mirada azul), otro con aires de barón antiguo y una chica al rojo vivo. No hablan, apenas sueltan palabras en un lenguaje tan gracioso como incomprensible. Pero queda claro que el bigotudo lleva la batuta, marca los ritmos y acciones aunque el desmadre es inevitable. Ella se lanza al columpio y se balancea cabeza abajo, apoyada únicamente en la coronilla; o corta el aliento mientras vuela sujetada por unas sogas, además de bajar a tierra para tocar raros instrumentos y manipular a su gigante compañero como si fuera un títere. Muy parecido al personaje del Largo de Los Locos Addams, éste toca el piano y una tuba casi tan grande como él. Pero no todo es virtuosismo: cometen errores, bailan flamenco con torpeza y ahí también está la gracia.
Estos antihéroes llegaron a Buenos Aires como coletazo de una gira que arrancó en Islandia, siguió por casi toda Europa hasta el Sur de Italia, voló a Perú y aterrizó aquí, antes de seguir para Chile. Más de 150 funciones con la utilería a cuestas, ningún subsidio pero sí la convicción de “hacer lo que nos gusta, sin copiar ni depender de nadie”. “Todo lo hacemos nosotros: luces, música, escenografía; todo es frágil y fuerte a la vez”, cuenta Lundsgaard, apodado el Vikingo latino. Se conocieron en Dinamarca, donde el circuito de circo es muy pequeño, y en 2002 se instalaron en Barcelona. Para este intérprete formado en la Escuela estatal de Circo de Moscú y en el Instituto Superior de Arte de La Habana, la pieza creció muchísimo y levanta vuelo cada vez que el público se involucra. “Cuando los espectadores quieren jugar y participar, nosotros nos potenciamos y la energía sube mucho. Pasa cuando hay muchos niños, o bien grandes en actitud despierta y activa, no como si estuvieran frente al televisor”, advierte. Quedan dos fines de semana para descubrir a estos piojos de lujo llegados del Norte. Conviene ser puntual: el personaje de Steffen no perdona y manda al infractor a sentarse al fondo.
Mandalah. Sábados y domingos a las 21.30, en el Club de Trapecistas Estrella del Centenario, Ferrari 252. Entradas a $22, estudiantes y jubilados $18, reservas: 4857-3934.
Lice de Luxe. Viernes, sábados y domingos de febrero en el Redes Club de Circo, Castillo 629, reservas al 4775-8898, entradas a $20, estudiantes a $15.
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