Una ingenua canción popular que habla de despertares y pajaritos (la mexicana “Las mañanitas”) es el prólogo a una diatriba dirigida a un marido en estado vegetativo. Como la eutanasia está prohibida, el hombre dormita desde hace diez años asistido por enfermeras y monjas, y por su mujer Verónica, quien aún padece por el adulterio del otrora célebre actor, y se debate en el rencor y la culpa que acumuló gracias a la partenaire y amante de su marido, Carlota Gutmann, la “indocumentada”, pues ése no era su verdadero nombre. Verónica lo cuida y satiriza: “Un día más haciéndote el muerto para que la muerte pase de largo”. Y lo increpa mientras saborea la torta que trajo por esos diez años de perseverancia. La cancioncita que eligió Jelín para abrir este soliloquio tiene su historia. Es sencilla, sirve para festejar un cumpleaños, menciona al bíblico rey David y guarda una leyenda de adulterio y crimen. Entre actitudes locas y frustraciones, la mujer se obsesiona urdiendo caprichosas asociaciones ante “el bello durmiente”, en tanto la misoginia pasa a un primer plano en frases tan trajinadas como las que señalan que las mujeres no lloran no porque poseen entereza, sino porque se les corre el rimmel. La trama de esta pieza de gran guiñol, escrita en 2004 por el segoviano Roberto Lumbreras Blanco (autor de Hasta que la boda nos separe, El mes de la Gioconda y de este estreno, cuyo título original es Nana para despertar a un amante), fue desbrozada por Jelín para destacar la tiranía del sentimiento de abandono y su consecuencia: la soledad. La versión interesa por el cuidado y original montaje de Jelín y la excelente actuación de Ana María Cores. Completan el equipo Alejandro Le Roux en la iluminación, Alberto Bellatti (escenografía y vestuario) y Silvina Rodríguez (asistencia de dirección). Va en la Sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, los viernes y sábados a las 19.00 y domingos a las 18.00. Entrada: 20 pesos. Reservas: 4816-4224.