Jueves, 24 de julio de 2008 | Hoy
CHICOS › EL TEATRO NEGRO DE LA COMPAñíA URUGUAYA BOSQUIMANOS KORYAK
Con una trama sencilla y un conjunto de situaciones cómicas, la obra El truco de Olej intentará, desde hoy en La Trastienda, “que el público sea testigo de algo que está ocurriendo, algo que es real”, según dicen sus creadores.
Por Sebastián Ackerman
Algunas de las primeras funciones de la compañía uruguaya de teatro negro Bosquimanos Koryak fueron en la “previa” de un boliche, y el director Martín López Romanelli recuerda que “el boliche empezaba a la medianoche y nosotros tiramos función a las 22. Y la gente empezó a llevar a sus hijos. Ahí nos dimos cuenta de que pasaba algo, que a grandes y chicos algo les pasaba con la historia, y no tenemos claro que haya una doble lectura o que los dos interpreten cosas distintas, que haya cosas para uno y para otro. Nos parece que es más bien que se igualan las sensaciones de unos y otros”, analiza. Algo de esa fascinación transgeneracional se podrá ver en El truco de Olej, que Bosquimanos Koryak –tras una gira por Asia y España– estrena hoy y que presentará –durante las vacaciones de invierno– de miércoles a domingo a las 17 en La Trastienda (Balcarce 460).
La historia de El truco de Olej, cuenta Romanelli, es sencilla: un barrendero de un circo quiere hacer un truco de magia pero el presentador no lo deja. La sencillez de la trama tiene un motivo, dice el director, porque “lo que más nos interesa es que el público sea testigo de algo que está ocurriendo, que es real”. Eso les permite “hilar lo que nosotros queremos contar”, y explica: “Nos dispara un montón de situaciones cómicas y eso nos da el pie para mostrar algunos números de circo que al ser interpretados por muñecos pueden hacer cosas que los hombres no pueden”. Sin embargo, la intención del grupo no es hacer gala de supuestas habilidades de esos artistas circenses, sino que “más allá de que un muñeco pueda manipular ocho bolas y que incluso esas bolas sean personajes, nuestra intención es generar un clima”, concede.
El acercamiento de Bosquimanos a la técnica de teatro negro se dio casi por casualidad, más fruto de la curiosidad por conocer que por una trayectoria artística. Romanelli afirma que comenzó a trabajar la técnica hace 16 años, cuando “en esa época veía la luz negra en los bailes, que las cosas brillaban y que lo negro se fundía con el fondo, y empecé a probar por ahí. Después te das cuenta de que es el sueño de toda persona: ser invisible por una hora. Eso te permite estar a dos metros del público y que aparezcan cosas de la nada, o que desaparezcan al lado y que la gente no sepa cómo funciona eso”. Pero la dificultad del público para comprender qué sucedía no era la única. “A nosotros nos costó mucho tiempo jugar con esa cosa de no vernos. Si bien sabíamos que el truco era ése, nos costó aflojarnos y aceptar que no nos veían. Recién ahí el trabajo empezó a crecer, a aprovechar esa invisibilidad”, confiesa.
La llegada al público infantil no fue una apuesta de principio, sino que se fue dando desde aquellas funciones bolicheras, aunque disfrutan de esa conformación de la platea ya que el objetivo del grupo (que nació a principios de 2000) siempre fue “desarrollar determinado lenguaje. Eso implica que nuestros espectáculos tengan un gran toque lúdico, que manejen un lenguaje lo más universal posible, que los espectadores pasen por distintos estímulos: que se rían, que se emocionen, que les despierte curiosidad. Son las cosas que queremos que el espectador viva”, apunta. Sin embargo, la relación con los chicos es muy fuerte, ya que “con ellos pasa algo muy divertido –cuenta Romanelli–: ni se les cruza por la cabeza lo de las personas atrás. Creen en lo que ven como algo real: les hablan a los muñecos”, se entusiasma.
En este sentido, también recuerda una charla que tuvo en una gira con otro elenco latinoamericano. “Hay unos titiriteros colombianos que dicen una cosa fantástica, y es que según todas las religiones del mundo, Dios o los dioses hicieron primero a los muñecos y después a los humanos”. Y reflexiona: “Si te ponés a pensar, las primeras cosas con las que el ser humano establece relación son los muñecos. Quién de niño no les puso voces a sus muñecos, o jugó con ellos antes de poder hablar. Para nosotros, muñeco puede ser una pelota, cualquier cosa que podamos utilizar para comunicarnos”, resalta como titiritero.
La búsqueda de la compañía de un lenguaje universal llevó a que en sus espectáculos hubiera muy poco texto. “Buscamos otra manera de contar sin tener que condicionar la cabeza del espectador a la certeza de una palabra. Dejar las cosas abiertas para que pudiera jugar con lo que estaba viendo, que sintiera más que pensara lo que está pasando”, fue la apuesta. Y la gira que realizaron este año por Singapur y Malasia –dice– resultó la confirmación de esa apuesta: “Hasta ese momento, en Uruguay nos preguntaban y no- sotros decíamos que tenemos un lenguaje universal; tocamos una fibra interna de las personas sea cual sea la lengua que hable. Ir a Singapur y Malasia nos sirvió para comprobar que algo de razón tenemos, porque se reían con las mismas cosas, aplaudían en los mismos lugares”.
Bosquimanos Koryak ya estuvo en Buenos Aires: en 2006 fueron teloneros de La Vela Puerca en el Luna Park. “Habíamos hecho alguna cosa parecida en Uruguay, pero con muñecos más punk: tenían cresta, se peleaban –ríe Romanelli–. Con la Vela vinimos con este espectáculo, mucho más tranqui, a ver qué pasaba, si nos tiraban con cosas o no. Pero fue maravilloso porque era un público adolescente, algunos borrachos, esperando que saliera la banda y aparecimos nosotros quince minutos antes del show y se generó un clima muy parecido al del teatro. Y después de pasar la primera noche, nos dedicamos a disfrutarlo”, se relaja. “Nosotros –afirma– somos seis pibes de Canelones, del interior del Uruguay, donde tu futuro es ser futbolista o empleado del Estado, y ser artista era hasta mal visto. Nuestros padres estaban muertos de miedo por lo que íbamos a hacer y a pesar del entorno adverso logramos generar un lenguaje, con una identidad.”
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