CHICOS › MUNDO ARLEQUIN, UN CLASICO DE LAS TONALES VERANIEGAS QUE SALTO AL TEATRO
› Por Karina Micheletto
Una propuesta que llega al teatro desde el arte callejero, y funciona. Javier Herrero y Alejandro Carroll componen el elenco de Mundo Arlequín, en un espectáculo escrito y dirigido por ellos mismos, que incluye actuación, títeres, juegos de palabras, mucho humor y cuatro músicos en escena ejecutando instrumentos convencionales (pero también un balde-tambor, un sikus de botellas o una marimba de tocador). Con una puesta sencilla, sin demasiado despliegue de producción y puesta, Mundo Arlequín resulta sin embargo efectivo en su propuesta, y las contagiosas risas ininterrumpidas que bajan de las butacas de los chicos lo certifican.
Un mérito no menor distingue a este espectáculo de propuestas similares; la apuesta a la complicidad con los chicos, sin pretender tratarlos como adultos, y sin intentar parecer chicos desde el escenario. Herrero y Carroll son algo así como los tíos copados que llegan para hacer reír a los chicos mientras mamá y papá aprovechan a salir, o los profes que los llevan de campamento y a la noche cuentan historias locas, o cantan con ellos letras disparatadas. A lo largo del show van transformando el escenario en distintas partes de la casa, comenzando por el baño. Y así aparece una ducha que se rompe y se arregla cantando, un elefante que se apodera del inodoro, una cocina musical donde se lucen Lele y Javo, “los cocineros más creativos y extravagantes”.
En las temporadas de Cariló, el Mundo Arlequín de Carroll y Herrero (quien es hermano de Pablo, uno de los integrantes de Los Cazurros) es un clásico instalado en la peatonal. Tienen grabados dos discos, Mundo Arlequín y Mundo Arlequín te invita a su casa, con ritmos que van de la chacarera y el festejo peruano, el merengue y el son, al reggae y el hip-hop. Esta es la primera vez que hacen teatro comercial, y eligieron una sala pequeña y acogedora del Konex. Entre el público, los más chiquitos se enganchan con la música y los títeres, pero es necesario tener ciertas competencias de lenguaje adquiridas para captar todos los guiños, por lo tanto se sugiere a partir de 4 o 5 años.
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