“Hace tantos años que estamos en esto, y al principio partimos de la base de que nadie iba a venir a vernos”, confiesan a Página/12 Sergio Rower y Luis Rivera López, los fundadores de Libertablas. Hoy, 33 años después de aquellos primeros temores, están a punto de estrenar su obra número 48, El árbol de las historias, sobre un árbol que no podía florecer, hasta que una cuentacuentos le recuerda cuáles son sus “raíces”, para que de allí “pudiera tomar el alimento que necesitaba y florecer”, detallan. Estas narraciones, que retoman leyendas del litoral argentino y de las que también participan con sus canciones Teresa Parodi, Bruno Arias y Elis García, “están en la tradición oral; son historias de amor, de fuerza, de suspenso”. “Y las recreamos a través de títeres, objetos y canciones que aparecen en el espectáculo”, adelantan sobre lo que podrá verse a partir de este domingo, los fines de semana, a las 16, en el Teatro SHA (Sarmiento 2255).

La cuestión de la identidad es uno de los temas centrales de la obra, pero no el único. Para Rivera López, las leyendas tienen diferentes lecturas que ayudan a comprender el presente. “Me gusta transformar el clima que está alrededor de una leyenda: una cosa oscura, lejos en la memoria, pero que, en realidad, es una historia que vivimos todos los días. Nos dice cómo son las cosas. Una leyenda es la de la yerba mate, y todos desayunamos con esa leyenda...”, ejemplifica. Y confirma que ya están preparando un nuevo estreno para mayo: Fábula, la asamblea de los animales, en la que, a través de adaptaciones de cuentos de Horacio Quiroga y Javier Villafañe, hablarán de la relación del hombre con la naturaleza. “Como no tenemos las soluciones, que requieren muchísimo estudio y trabajo, tenemos la posibilidad de emitir un grito de alerta, de asustarnos todos juntos y pensar cómo hacemos para que esa explotación inevitable de la naturaleza para poder subsistir sea un poco más humana, paradójicamente”, señala.

La trayectoria de Libertablas cuenta, también, con presentaciones en colegios y casi cualquier lugar en el que se puedan generar las condiciones para el “hecho teatral”, por aquel temor a la sala vacía. “Con los años le dimos contenido ideológico, de producción, a esa estrategia”, recuerda Rower. “Desde el punto de vista teatral es exactamente lo mismo: se genera el mismo fenómeno, teatralmente hablando, en cualquier lado. Ideológicamente, sabemos que es muy importante que los pibes vayan aunque sea una vez en su vida al teatro, porque se aprende lo que es participar de un dispositivo teatral.” Y afirma que “ser chico” está en íntima relación con el lugar en el que se es chico, ya que “no es lo mismo un pibe hiperestimulado, con posibilidades de acceso tecnológico o que puede ir al gran evento de la tele en las vacaciones de invierno que uno que no puede”. “Sin embargo, la ingenuidad y la actitud frente al teatro siguen siendo las mismas”, concluye.