Sábado, 25 de abril de 2015 | Hoy
CHICOS › OPINION
Por Karina Micheletto
“No hay rosas para chicos y rosas para grandes. Hay rosas.” La frase, que a Hugo Midón le gustaba repetir citando al titiritero Ariel Bufano, servía –sirve– para definir el tipo de teatro que él supo modelar, impulsar, compartir y, finalmente, multiplicar, lanzado hacia el futuro en su escuela Río Plateado. Teatro para todo público, prefería decir él, consciente de que junto a un chico que va al teatro siempre hay un adulto que es también un espectador hecho y derecho. Para aquellos chicos que hoy son grandes, para los grandes que hoy son todavía más grandes, para los chicos y grandes que lo verán por primera vez, el reestreno de Vivitos y coleando, una de sus obras más emblemáticas, llega como un acontecimiento de carga tan festiva como afectiva.
Midón es hoy un modo de hacer y de concebir el teatro, un estilo, una marca personal y una historia. Un clásico. Y si eso es así, es en gran parte porque este actor, autor y director teatral entendió su trabajo siempre colectivamente, y porque en la marca de ese trabajo está la de tantos otros talentosos de los que supo rodearse. El teatro de Midón suena, y eso es porque la música de Carlos Gianni permaneció como parte constitutiva de la obra, cantando y diciendo al frente, nunca como mero adorno o relleno. El teatro de Midón se mueve, avanza de una manera determinada, y eso es porque actores como Roberto Catarineu y Carlos March, y como Ana María Cores, Gabi Goldberg, Silvia Kanter, Irene Almus, Andrea Tenuta, Omar Calicchio, Perla Szuchmacher, Alberto Segado y tantos otros sumaron sus marcas propias a esa gran marca teatral colectiva. Las coreografías, el vestuario son también modos de hacer que el teatro de Midón construyó como propios.
“Yo sé que hay muchas cosas que los chicos no van a entender en toda su profundidad; a lo mejor lo entienden literalmente. Por eso a veces los niños se ríen con una cosa con la que los padres lloran”, decía Midón en una nota a este diario. Esa es una clave de su teatro, capaz de hacer reír y llorar a todo público. Está también la poética de ese teatro, la ternura con que vuelve grande y especial lo pequeño y cotidiano, el humor filoso con que aborda la crítica social, con más sentido común que bajada de línea, el modo en que corre el velo a los estereotipos sociales, y todo esto, siempre atento a contar teniendo presente la mirada de los chicos, lo que ellos saben, la realidad que viven. Vivitos y coleando, en sus tres ediciones, se sostiene hoy como un símbolo potente de esta poética.
Recientemente el Ministerio de Educación de la Nación editó Derechos torcidos, y así el teatro y la música de Midón y de Gianni están llegando a las escuelas de todo el país, como parte del material con que hoy se enseña. Un festival de teatro infantil que lleva su nombre celebra todos los años su obra en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Madres de Plaza de Mayo. De diversos modos y en diversos escenarios, la obra de Midón sigue subiendo a escena, tan clásica como actual. Ahora también, con Vivitos y coleando, un clásico de clásicos.
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