Hay una magia que es milenaria y sigue intacta, potente y seductora; cuando está bien plantada, no hay pantalla que le gane al embrujo que genera. Es la magia de la palabra compartida, del cuento contado en voz alta, de las historias convocadas en vivo y en directo. Esa es la magia que ponen en práctica los cuentacuentos, quienes ejercen un arte cada vez más extendido y reconocido. Desde hoy y hasta el domingo, el 14º Festival Internacional de Cuentacuentos “Palabras más, Palabras menos” pone en primer plano ese arte en vacaciones, en lo que resulta una oportunidad de asistir a las presentaciones de reconocidos cuentacuentos que llegan para la ocasión desde Colombia, Perú, Venezuela y España (ver aparte).

Se trata de un ciclo que por primera vez se plantea exclusivamente para un público infantil, en vacaciones, en el marco de este festival internacional que continuará en agosto –del 25 al 29– con la sección “Cuento en comunidad”, con presentaciones en hospitales, cárceles e instituciones de adultos mayores, instancias en las que el cuento cumple además una función social. Y que, del 1 al 6 de septiembre próximos tendrá su gran cierre, con unos cincuenta narradores argentinos y extranjeros que recorrerán “5777 kilómetros de cuentos”, lanzados a lo largo y ancho del país por la Red de Cuentacuentos (más información, en www.festivaldecuentacuentos.org).

En esta primera instancia pensada para las vacaciones, los cuentos son para los chicos. Así llega, hoy a las 17, el colombiano Darwin Caballero, con su espectáculo “para niños de 0 a 143 años”, en el que se suceden historias de tradición oral, cuentos populares colombianos y otras “historias universales que van y vienen”, todos con el mismo bosque como escenario de fondo: los suyos son Los cuentos del bosque. Luego, a las 18, será el turno de la española Chusa Pérez de Vallejo con su particular personaje La maga Sargantana. Mañana, Pía Córdova, de Venezuela, traerá sus Delicias latinoamericanas, bien acompañada por sus títeres en un viaje por el continente y el tiempo. Y Flor Canales Bastida, del Perú, planteará Cuentos para niños de alma grande, con una marca muy rítmica en su puesta, acompañando con danzas un repertorio que tiene mucho de la raíz negra de su tierra.

El sábado, la programación sigue con otros dos colombianos: Gazel Zayad, quien suma un repertorio musical al de sus cuentos, y Carolina Rueda Nieto, con un espectáculo cuya estructura mezcla cantos e historias colombianas y universales, estableciendo un dialogo con los niños y los padres en cuanto a la memoria, los temores, la familia y los amigos. Para el cierre, el domingo, el español Pep Bruno convoca Cuentos de barro de todas las tierras: “Palabra que es barro, agua y tierra. Palabra que nos hace y modela. Palabra alfarera. Cuento que es barro de muchas tierras, tantas como culturas, tantas como tradiciones, tantas como corazones. Barro que es mezcla de palabras y de voces. Barro que es cuento”, invoca y convoca en la presentación.

“El cuento es una herramienta fundamental desde la niñez, genera un contacto muy intenso desde lo emocional. En estos tiempos en los que abunda tanto la distancia tecnológica, en los que todo parece ser un puro estímulo, este otro tipo de estímulo, el que pone en marcha la imaginación desde la lectura, resulta más bienvenido que nunca”, asegura el director del festival, Claudio Pansera, recorriendo la experiencia de trece años en los que se realizó el encuentro de cuentacuentos, con distinto nombre y formato. “Escuchar historias, en muchos casos historias de tradición oral, es hoy tal vez más necesario que nunca”, asegura.

¿Qué es entonces lo que genera el cuentacuentos con su arte, cuál es la potencia de la narración oral? “Es una cuestión mágica”, concluye Pansera. “Y la magia es la misma de siempre: la de dejarnos llevar por una historia bien contada. Cuando vamos al cine o seguimos una telenovela, nos estamos dejando llevar por una historia. Cuando el que propone la historia es un narrador, en un encuentro cara a cara, interviene además lo teatral. Los que seguimos la historia aceptamos un pacto tácito: el de dejarnos arrastrar con las palabras”.