Sábado, 23 de julio de 2016 | Hoy
CHICOS › ISOL DIBUJó Y ESCRIBIó ABECEDARIO A MANO, SU NUEVO LIBRO
La ilustradora y autora trabajó con crayones, pinceles, tinta, recortes, sin computadora. Las letras aparecen, también, dibujadas. “Con una imagen podés redefinir un texto, y ese texto a la vez te guía en esa imagen por otras lecturas”, destaca.
Por Karina Micheletto
Abecedario a mano, se llama el nuevo libro que dibujó y escribió Isol, y que publicó Fondo de Cultura Económica. Y no es ni más, ni menos que eso: un abecedario, entre la belleza plástica, la ternura, el humor y la sorpresa que siempre disparan los dibujos de Isol. Y que, además, disparan muchos más sentidos, junto a las oraciones cortas que van “ordenando” cada una de esas letras. Está hecho a mano: con crayones, pinceles, tinta, recortes. Sin compu. Y así las letras aparecen, también, dibujadas, rescatado su valor plástico. La ilustradora y autora lo presenta mañana a las 16.30 en la Feria del Libro Infantil y Juvenil (Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151), con un juego de por medio. Otra presentación la tiene entusiasmada: su participación, el próximo viernes en La Noche de los Dibujantes, a beneficio de la Asociación de Dibujantes Argentinos, en Santos 4040 (Santos Dumont 4040). “Que me llamen para estar ahí, con mis héroes, es un premiazo”, dice ella, recordando que compartirá esa noche con colegas como Altuna o Quino.
Son “argumentitos escondidos, escenitas”, define ella, que se abren en cada página de este Abecedario a mano. Porque la C es La cosecha; la P, Un pensamiento; la U es ¡Uy, qué susto!; la T Dale tiempo; la S, Sólo un pasito más. Y cada uno, escenitas de colores dados por papel pegado, que plantean personajes y situaciones de todo tipo. Junto a ellos, las letras dibujadas. “Estuve leyendo sobre la caligrafía: la escritura a mano permite procesos mentales diferentes a los de la compu. Tenés que mover la mano y el pensamiento se desarrolla de otra manera, que tiene que ver con otro tiempo. Escribimos cada vez menos a mano y estamos perdiendo ese lugar de expresión”, opina la autora. “Si hasta se analizan personalidades por cómo se escribe, así como con los dibujos. Porque en definitiva las letras son dibujos, que vienen desde hace miles y miles de años, y que se fueron transformando, hasta que quedaron éstos que nos sirven, estas formitas. Bueno, lo que hice acá fue ir de nuevo a esos dibujos”, cuenta la ganadora del prestigioso premio Astrid Lindgren, autora de libros ya clásicos y diferentes como Tener un patito es útil, Nocturno o el también reciente El menino.
Siguiendo ese “ritmo de las letras” Isol fue asociando libremente palabras, y logró una historia (o muchas historias) jugando con cada letra. Lo raro es que esas historias ya se volvieron a transformar para una traducción al inglés, que habilitó otros juegos. “Y ahora me lo pidieron en griego. Ahí cambia todo, son otras letras. Yo les dije: ¿están seguros? No me volvieron a contestar”, se ríe la autora. “La ilustración tiene ese poder, con una imagen podés redefinir un texto, y ese texto a la vez te guía en esa imagen por otras lecturas –advierte–. A mí siempre me gustó mucho el comic y el humor gráfico, y cuando estaba terminando la facultad (estudió Bellas Artes en la Escuela Rogelio Yrurtia), ya empecé a ponerle frases a las imágenes. Y ahí veía que se volvían mucho más poderosas. Eso me sigue sorprendiendo”, cuenta.
Madre de dos hijas, una de meses, como tantas, Isol trabaja en medio de eso que es la vida misma. “Alice Munro decía que ella hacía cuentos en los huequitos que le dejaban los chicos, y que por eso hizo cuentos, y no novelas. Salvando todas las distancias, este tipo de obras también tienen que ver con haber tenido hijos. Porque, en ese momento de tanta demanda materna, yo subía a mi taller y hacía un dibujo, o dos. Y ya sentía que ese día había cumplido con mi musa”, se ríe. “Entonces fui haciendo conjuntos de dibujos, que no es lo mismo que meterse en una historia, encontrar personajes, seguirlos… Esto es como un juego más libre”.
–¿Totalmente libre?
–No totalmente: Yo le pongo reglas a ese juego, les encuentro un argumento. En este caso, un abecedario, un dibujo por cada letra. Los límites a veces te ayudan a enfocarte. Este libro surgió así, como un juego, y primero fue una muestra para la galería Mar Dulce. Son todas obras hechas en papel, no hay compu. Eso también surgió de una necesidad.
–¿Cuál?
–Yo no puedo estar todo el tiempo en la compu, me doy cuenta de que en un momento necesito tocar las cosas, recortar con la mano, mover. O hacer dibujos gigantes como algunos de los que están en este libro. Es esa necesidad física, el placer del dibujo: Hay un placer del macharse, del accidente. A veces también hay accidentes en la compu, que funcionan, pero éstos son otro tipo de accidentes. Me volví a encontrar con texturas en pincel que hacía un montón que no usaba. La pasé muy bien, usando la tinta, los recortes… Son muy simples, pero me dieron mucho placer.
–¿Buscó que fueran simples?
–No, a mí me salen así. Está siempre el tema del arte: ¿esto es arte, no es arte? ¿La ilustración es arte? Bueno, este libro salió de una galería de arte. Hay gente del medio gráfico que tiene una idea de que no es arte. Nine, por ejemplo, decía que él no era un artista, se presentaba como un trabajador, un obrero del plumín. Y creo que en el fondo la suya era una idea prejuiciosa del arte: él quería levantar a esos que fueron “obreros del cómic”. Y no fueron tomados como artistas, pero sí lo son. Más allá de que también sean trabajadores. Supongo que también tiene que ver con las épocas.
–¿Por qué?
–Porque ahora los ilustradores tenemos una entidad que no teníamos hace un tiempo. Logramos el instituto de artes gráficas, estamos empezando a pautar los honorarios, la jubilación. Como cualquier trabajo. De a poco fuimos ganando ese lugar de ilustradores como trabajadores, como autores y como artistas. Porque, en definitiva, ¿cuál es la definición del arte? Si cuando vemos un objeto hermoso, cualquiera, una cartera, lo que sea, decimos: ¡esto es una obra de arte! Supongo que son ciertas herramientas para poder crear algo especial, algo que no está hecho en serie. Es bastante amplia la definición. Pensaba también cómo, en general, siempre lo industrial es lo menos rico. Filosofo esto mientras hago la comida… (risas).
–Es un gran momento para pensar.
–Tengo que pensar qué le doy de comer a mi hijo porque, si es por él, solo come “blanco”: fideos, arroz… bueno, ahora el arroz parece que también entró en un cono de duda (risas). Y es todo el trabajo de aprender cómo hacer para comer mejor, conocer cosas que no conocés, porque las que te venden son otras cosas. Te venden cosas que dicen que son buenas y no son buenas: te dicen que los cereales “son buenos”, y son una porquería llena de azúcar. Todo termina siendo un adefesio porque le chantan vitaminas. Podrías comer algo mucho más simple, y más rico. Uno tiene que reaprender cosas porque la industria no cuida de nosotros, está para otra cosa. Entonces vuelvo a la pregunta de siempre: ¿por qué no es negocio lo bueno? ¿Por qué siempre lo más publicitado es lo menos nutritivo? Cuando la industria toma algo, necesita predigerirlo para volverlo de rápido efecto, de llegada lo más amplia posible: Mucha azúcar, mucho saborizante... Y así vas perdiendo lo sutil: si no tiene mucha azúcar, te parece que no tiene gusto a nada. Porque al final, te educaron el gusto así. Hablo de la industria de la comida, pero también del cine, del espectáculo, del libro.
–Sin embargo, su obra se abrió paso en medio de esta industria.
–Yo me siento muy privilegiada, porque puedo editar lo que quiero, pero lo mío no es de llegada masiva: no es Gaturro, no es Violeta. Y si éste es un gran momento para el libro infantil, el libro álbum, es porque es un medio que todavía valora lo sutil, lo diferente. La verdad, me sigue sorprendiendo que me publiquen lo que a mí se me ocurra. No estoy pensando en lo que va a vender.
–¿No le dan ninguna indicación las editoriales?
–Me han dicho: esto funcionó muy bien, ¡hacé otro parecido! Pero a mí no me sale (risas).
–El suyo es un nombre reconocido, como una marca. ¿Cómo cree que logró esto?
–Supongo que porque ofrezco algo que está bueno, que yo disfruto haciendo y que puede ser disfrutado por otros. Tengo esa suerte, de lograr ese enganche. Hay adultos que ya crecieron con mis libros. Eso me pone entre contenta y preocupada: ya viene gente grande a decirme “te leo de chiquito”, ¡qué descarados! (risas). También ahora hay un cuidado por lo que se les da a los nenes, mayor que antes. Igual hay libros medio incómodos, que tienen sus fans y sus detractores.
–¿Por ejemplo?
–El globo, La bella Griselda… Me han escrito bibliotecarias contando que tuvieron problemas por mostrar alguno de esos libros, que los padres se quejaron...
–Sin embargo, sus libros circularon mucho en las escuelas por el Pan de Lectura.
–Sí, y eso fue genial. Pero tienen un tipo de humor, que si vos no compartís ese código, te quedás afuera. Eso me encanta, saber que hay gente que se ríe de las mismas cosas que yo, y le dan ternura las mismas cosas que a mí. Después, nunca voy a saber cómo va a ser recibido un libro. Y en ese aspecto, es más raro todavía el Abecedario a mano, porque no hay una historia. Pero sí te invita a generar tus propios materiales, de hecho lo usan mucho para talleres, y enseguida quedan cosas buenísimas. Y te invita también a generar tus propias historias. Que es la invitación más linda que yo, como autora, puedo hacer.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.