Lunes, 4 de junio de 2007 | Hoy
RADIO › ENTREVISTA A EDGARDO ESTEBAN
Desde esta noche conducirá el programa El tigre y el gallo, por Radio Provincia.
Por Emanuel Respighi
Aunque su vida personal está signada por las marcas indelebles de la guerra de Malvinas, cuyas vivencias compartió en Iluminados por el fuego, el libro que inspiró a la multipremiada película de nombre homónima dirigida por Tristán Bauer, Edgardo Esteban es mucho más que un ex combatiente. Es, esencialmente, un periodista de esos que nunca da el brazo a torcer. Una vocación que, más causalidad que casualidad, salió a flote durante el viaje de regreso de la guerra con Gran Bretaña en 1982. “Decidí ser periodista cuando volví en un barco que los medios decían que se había hundido. Nunca voy a olvidar las tapas de los diarios que titulaban ‘Hundimos al Canberra’ y nosotros volvimos como prisioneros de las islas en ese barco supuestamente hundido. A partir de ahí me dije que iba a luchar contra las hipocresías”, explica en la entrevista a Página/12, con motivo del comienzo esta noche, a las 21, de El tigre y el gallo, un ciclo radial por Radio Provincia (AM 1270), en el que se abordarán temas de actualidad y entrevistas a personalidades de la cultura y la política nacionales sin el vértigo que caracteriza la actualidad del medio.
El debut en el éter de El tigre y el gallo es mucho más que el comienzo de un nuevo ciclo radiofónico. Para Esteban, el programa marca el regreso al micrófono del periodista tras casi 13 años, luego de desempeñarse en el extranjero en medios como Telenoticias, Telemundo y NBC, además de ser el primer argentino en presidir la Asociación de Corresponsales Extranjeros. Un retorno que lo deposita en el medio, justamente, en el que comenzó su carrera periodística, en los albores de la democracia. “Mientras estudiaba en el Círculo de la Prensa –recuerda Esteban–, durante siete meses fui una y otra vez, todas las semanas, a buscar trabajo a Radio Del Plata. Era una obsesión, un desafío. Finalmente, gané por cansancio y logré ingresar a trabajar. La primera vez que pisé la radio fue el 8 de marzo de 1983 y mi debut como cronista fue el 30 de octubre de 1983, cuando Alfonsín ganó las elecciones. Empecé a ser periodista junto con la democracia y trabajé en la radio durante 11 años. Después vino la oportunidad de ser corresponsal para medios extranjeros y acompañar el proyecto para cine de Iluminados por el fuego, y me distancié del medio. Siento que ahora comienzo a construir nuevamente un camino que nunca dejé, que estaba latente y realmente extrañaba. Por suerte, la vida siempre te da otra oportunidad de abrir nuevas historias.”
–¿Qué significa para usted volver a la radio después de tantos años?
–Es comenzar una nueva etapa, volver a mis raíces, donde me inicié en el periodismo, y a reencontrarme con el medio que tanto disfruté para sentir nuevamente la magia que significa hacer radio. Cuando era adolescente pasaba las noches con la radio debajo de la almohada. Me tapaba la cabeza con la frazada en mi cama y escuchaba siempre en Del Plata a Juan Alberto Badía, o tiempo después programas como el de Jesús Quinteros. Ese ida y vuelta que había en la radio generaba en mí un refugio que me aislaba del mundo y aun perdura en el recuerdo. La radio muchas veces era mi única compañía, sentía que tenía una aliada incondicional de la que nunca me separaría.
–La escritura del libro y el posterior desarrollo de la película le devoraron mucho tiempo. ¿Es éste un regreso a su vocación primaria?
–Sin duda que volver a hacer un programa de radio, es volver a una de mis mayores pasiones. Contar mi historia de Malvinas me llevó quince años. Hasta 1992 nunca había podido hablar de mi experiencia en la guerra y decidí escribir Iluminados por el fuego. Pensé que con el final de la escritura cerraría esa parte de mi historia, pero ocurrió todo lo contrario: como una semilla, el libro comenzó a leerse hasta llegar a siete reediciones.
–Y luego vino el film, que recorrió el mundo cosechando premios...
–Sí, apareció mi hermano de la vida, Tristán Bauer, con la locura de realizar esta película maravillosa que llevaría al cine en la Argentina más de 500 mil espectadores, generando un debate adulto y necesario sobre esta parte de nuestra historia. Más tarde llegaron los viajes por la trascendencia que tuvo la película. Iluminados por el fuego ganó 28 premios internacionales, como el Goya, el Especial del jurado en el Festival de San Sebastián o Mejor película en La Habana y en el Festival de Tribecca en Nueva York, conmoviendo a personalidades de la talla de García Márquez o Robert De Niro y viéndose en lugares del mundo como España o Latinoamérica, y países impensados como China, Japón, India, Turquía, Grecia, Australia, Estados Unidos y hasta en el Reino Unido (se estrena el próximo 11 de julio en el Imperial War Museum de Londres). Sin duda que los viajes, las charlas y festivales me demandaron mucho tiempo.
–¿El tigre y el gallo marca el cierre de la etapa Malvinas en lo profesional y el comienzo de otra?
–Sin dudas que se inicia una nueva etapa. Sobre Malvinas ya dije todo lo que sentía que tenía que decir, cumplí un ciclo y ahora tengo que seguir construyendo el camino que siempre quise y que más conozco, el periodismo. El tigre y el gallo es volver a mis raíces. El gallo es el símbolo del lugar donde nací, Haedo, Morón, y el Tigre, porque así lo llamaban a mi papá. Es un homenaje a él y a su militancia.
–¿Cuál es la idea que persigue El tigre y el gallo?
–Trataré de generar un lugar distinto, donde podamos escucharnos. El periodismo debe movilizarnos, hacernos pensar acerca de lo que nos pasa como individuos y como sociedad. No creo en el periodismo vertiginoso, en el que los acontecimientos pasan como si nada y al otro día damos vuelta la página, o en los periodistas que se creen los dueños de la verdad y no se comprometen. Creo que los periodistas debemos ser generadores constantes de reflexión. No existe una única historia o una verdad absoluta, y es bueno generar un lugar de reflexión, de diálogo y de debate. Prefiero conocer las otras miradas, indagar en los personajes más importantes de nuestra historia pasada y presente. Siento que se ha perdido un poco la radio de los ’80, en donde la palabra era sinónimo de compañía, de complicidad. El oyente debe ser parte del programa, debe estar ahí, ser uno más. Que podamos reflexionar juntos e irnos a dormir con una idea distinta. Como lo hice siempre, voy a hablar desde el corazón.
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