Mar 06.11.2007
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RADIO › CARLOS ULANOVSKY ANALIZA LA EVOLUCION DEL MEDIO EN LOS ULTIMOS DIEZ AÑOS

“Hoy el oyente es más práctico que antes”

El periodista y escritor acaba de publicar Siempre los escucho. Retratos de la radio argentina en el siglo XXI, que continúa cronológicamente el trabajo Días de radio, de 1995. Ulanovsky reflexiona sobre los cambios producidos en ese lapso, que incluyen nuevas caras y nuevos roles.

› Por Oscar Ranzani

En los últimos años la radio experimentó un cambio notable en la Argentina, en parte, debido a los avances tecnológicos como, por ejemplo, la masividad alcanzada por Internet, que terminó modificando los usos y costumbres tanto en la manera de transmitir como en la modalidad de recepción. Al cambio de roles de los conductores, productores y operadores de radio, se agregaron también nuevos roles en los oyentes que participan de diversas maneras en el universo sonoro. Las radios comunitarias terminaron por consolidarse como espacios para las nuevas generaciones de comunicadores y junto con las emisoras tradicionales tuvieron una destacada función social, sobre todo a partir de la crisis de 2001. Pero también se consolidaron los multimedios y, en consecuencia, la radio como un eslabón de empresas gigantescas. La redefinición de las diferencias entre AM y FM en el siglo XXI y la aparición de nuevas figuras mediáticas como Roberto Pettinato y Fernando Peña –por sólo mencionar algunas caras nuevas– terminaron por definir la radio moderna que sigue esperando, de manera imprescindible, una nueva Ley de Radiodifusión, de la democracia. Estos son sólo algunos de los temas analizados por el periodista y escritor Carlos Ulanovsky en su nuevo libro Siempre los escucho. Retratos de la radio argentina en el siglo XXI. Ulanovsky, un experto en la materia como lo demostró en Días de radio, aquel libro imprescindible en las bibliotecas de los comunicadores y de los amantes tanto de la spika como del walkman, en el que analizaba la historia del medio, ahora realiza un profundo análisis a tan sólo doce años de aquella publicación: si bien Días de radio (escrito junto a Marta Merkin, Juan José Panno y Gabriela Tijman) salió a la venta en 1995, la radio experimentó cambios sustanciales desde entonces. “La de este siglo es completamente distinta a la que hacíamos hace diez o veinte años. Entonces, justificaba un nuevo trabajo”, señala Ulanovsky en la entrevista con Página/12.

–Las nuevas tecnologías modificaron la manera de hacer y de escuchar radio. ¿Qué cree que se mantiene de la esencia de la radio?

–Se mantiene una promesa básica extraordinaria que es, en principio, alguien que uno no ve hablando desde un lugar y a distancia, alguien que escucha desde otro lugar. Daría la sensación de que lo que está hablando el tipo que uno no ve que, en realidad, es una charla para millares de personas, cuando le llega a uno a la cabeza y al oído pareciera que es para uno solo, para uno mismo. Esa promesa básica es impresionante y difícil de reemplazar. Esto está presente en la radio más tradicional y en la radio por Internet.

–¿Cómo se redefinió el rol del oyente a partir de Internet?

–En principio, es un oyente que no está en movimiento. Es un oyente que, inevitablemente, tiene que estar en un lugar, preferentemente sentado. En ese sentido, me da la sensación de que el rol del oyente vuelve a ser un rol más tradicional y no tan activo. Con el walkman también hubo un cambio: se podía estar en cualquier lado y escuchar. El rol de oyente de auto también es diferente: puede hacer zapping, captar una radio en movimiento. El I-Pod con radios FM es también para gente en movimiento. En cambio, la radio por Internet es una radio para alguien que está en la casa o en la oficina, como ocurría tradicionalmente.

–¿Hay una cultura del zapping en la radio actual?

–Me parece que sí. No sólo en el auto sino también en la casa. No sé si el mismo zapping que uno hace con el control remoto de la TV, pero hay una búsqueda permanente del programa que te satisfaga, que te deje más contento. Podés pasar tres horas en la AM, pero el siguiente programa preferido son dos horas en la FM. El oyente de radio es muy práctico, muy eficiente a la hora de gratificarse o de buscar aquello que le convenga. Ha descubierto muy bien todo lo que le da la radio, de la inmediatez. Es decir, la radio le da noticias inmediatamente y también le da la posibilidad inmediata de conectarse. Por ejemplo, si tiene una bronca especial, o si quiere pedir que lo feliciten por su cumpleaños, o si hay una pérdida de gas en la puerta de la casa, el tipo llama a un número, deja dicho en el contestador y, con un poco de suerte, su mensaje es elegido por el productor y a los quince, veinte o treinta minutos ya salió al aire. Ni comparación con lo que le cuesta entrar a una sección de lectores de diarios o revistas que tiene que escribir a medida, tener la suerte de que el editor se fije en ese texto, que le interese o que le venga práctico para tal o cual cosa.

–¿Qué cambió en la manera de conducir un programa en las radios del siglo XXI?

–Hace diez o veinte años había un montón de tareas pequeñas o mayores que los conductores no tenían que hacer, como atender la máquina con Internet, el teléfono celular y vender publicidad. Este es un nuevo rol que en las radios no existía, no te obligaban a vender publicidad. Hoy las radios, de alguna manera, se asocian al destino de supervivencia del conductor. A lo mejor, dicen: “Te doy el espacio gratis, vendé y lo que recaudes vamos y vamos”.

–¿La informática aporta creatividad?

–Por supuesto que la informática aporta y mucho, en los nuevos programas de edición. Hoy la radio tiene una vestimenta sonora que no tenía hace veinte años. Tampoco hay que exagerar, sino que conviene tener el elemento y utilizarlo. En el trámite cotidiano de un programa, Internet ayuda muchísimo porque antes para sacarte una duda tenías que esperar al día siguiente. Hoy, inmediatamente, entrás a cualquier buscador y eso (de un modo razonable, no de una manera completa) te soluciona el dilema.

–Usted señala en su libro que en las radios del siglo XXI desapareció la figura del director artístico. ¿Cómo incide esto en los contenidos?

–Alguna gente opina que era lógico que esta figura tornara a su extinción, desaparición o inexistencia. Yo creo que era una figura muy útil porque era el tipo que tenía en la cabeza el sonido completo de la emisora, el concepto. Así como el secretario de redacción tiene o debería tener el concepto editorial en la cabeza, el director artístico de antes tenía el concepto sonoro en la cabeza.

–¿Y por qué se perdió?

–Me da la impresión de que hoy las cosas se resuelven, primero que nada, en los departamentos de finanzas o de marketing. Ahora la gran cosa a responder no es si una idea es buena, si es eficaz o si va a servir para la radio, sino si va a cerrar económicamente o no. Por otro lado, lamentablemente la radio sigue siendo la que menos incidencia tiene en el reparto de la torta publicitaria. Hasta Internet tiene más inversión publicitaria que la radio.

–Antes las radios se identificaban con las voces de los conductores. A diferencia de otros tiempos, hay una rotación casi constante de conductores en la radio actual. ¿A qué lo atribuye?

–Básicamente, a la búsqueda. La radio de hoy tiene una dependencia enorme con la televisión, así como antes la tuvo con los diarios, revistas y después, con las agencias de noticias. La próxima será con Internet. Al menos se va insinuando. Entonces, es enorme la cantidad de figuras de la televisión que trabajan en radio y me da la impresión de que eso también le quita un poco de identidad a la radio.

–¿Cuál es su posición sobre los contenidos culturales en la radio? ¿Son escasos?

–Sí, son escasos. Si bien hay montones de programas específicos sobre la actualidad del espectáculo, sobre literatura, sobre música, las grandes radios tienen al contenido cultural como un aporte cada vez más marginal y cada vez más pequeño. Hace ocho o diez años en la radio uno podía hacer comentarios o leer textos de hasta cinco o seis minutos. Ahora, te llegás a pasar de un minuto y medio y empiezan a ametrallarte por el talk back. Y, en general, se plantea una noticia de un minuto cada una. Este es un momento donde impera el formato de las mesas nutridas con muchos especialistas.

–¿Hay un culto a la dinámica?

–Sí, sin duda. Hay eso que Dolina llama la superstición del ritmo. Eso ha llevado a que todas las cosas en radio deban decirse en no más de un minuto.

–En cuanto a los contenidos, ¿hay una sobreabundancia de comentarios sobre la TV en la radio del siglo XXI?

–Sin duda, casi todos los programas tienen especialistas en espectáculos, cuya temática principal es la televisión. Y dentro de la temática de la TV, los rating de la noche anterior. Ocurre, en general, que si no viste televisión la noche anterior, con lo que te cuentan en la radio durante la mañana siguiente podés tener una idea. Eso, insisto, le quita identidad y personalidad a la radio y, en especial, no es recíproca la cantidad de información que hay sobre la radio en la televisión.

–Estos años mostraron un cambio que llegó para quedarse: el borramiento casi total de la frontera entre AM y FM. A diferencia de los ’80, hoy la FM también informa y la AM también pasa música.

–No sólo pasa música sino que pasa música en vivo. Con eso, además, reproduce ciertos mecanismos de la radio de antes cuando toda la radio era en vivo, cuando muchísimas radios tenían auditorios y la gente iba a ver allí su espectáculo preferido. Ahora, ninguna radio tiene auditorio y las que lo tienen, salvo Radio de la Ciudad y Nacional, son muy pequeños. Y, sin embargo, ahí van números en vivo. Más que borramiento de la frontera, creo que en los últimos años la FM le sacó una enorme ventaja a la AM. Mucha más gente escucha FM que AM.

–¿A qué lo atribuye?

–A muchas razones. Primero que nada, a que es la última radio moderna. Probablemente cuando en algunos años llegue la radio digital, va a superar a la FM. Es la radio que se escucha bien en la ciudad. Cuando vas en auto, mejor que sintonices la FM porque es la radio que no te va a dejar pagando en las esquinas. La AM en muchas esquinas se desvanece.

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