DANZA › LA CELEBRACIóN DE LOS QUINCE AñOS DE LA COMPAñíA TANGOKINESIS
El grupo, fundado por la coreógrafa Ana María Stekelman, que se caracteriza por trabajar con el tango y la danza contemporánea, festeja desde hoy su aniversario con sólo seis funciones de la obra Happy Hour, en el Teatro Maipo.
› Por Carlos Bevilacqua
“Espere que consulto el horóscopo y empezamos”, pide Ana María Stekelman entre irónica y esotérica antes de abandonar el diario que la entretenía en un bar céntrico. A pocos metros la espera el centenario Teatro Maipo, donde a partir de hoy festejará los quince años de su compañía Tangokinesis con el estreno de Happy Hour. La obra, que tendrá seis únicas funciones hasta el sábado próximo, reunirá coreografías sobre músicas bien heterogéneas: el “Cuarteto de cuerdas número 2” de Beethoven, tres tangos de la Guardia Vieja, cuatro mambos de Dámaso Pérez Prado y un bolero de Xavier Cugat, más un enigmático segmento titulado Silencio. Haciendo honor a la identidad de la compañía, los once miembros del elenco fusionarán movimientos del tango y de la danza contemporánea. Stekelman fue miembro fundadora y directora del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín en dos períodos e invitada al American Dance Festival en tres oportunidades. Al frente de Tangokinesis, presentó desde 1993 una decena de espectáculos en prestigiosos escenarios de América y Europa.
El primer tema que surge en la charla es la participación de Tangokinesis en el film Tetro, de Francis Ford Coppola. Como ajena a los conflictos gremiales que generó el proceder del cineasta estadounidense durante sus filmaciones en Buenos Aires, opina: “Trabajar con Coppola es un placer total. Es una persona de buen humor que sabe lo que quiere. Además, como le encanta el baile se involucró mucho en el trabajo de los bailarines”. Se refiere a una escena grabada hace pocos días en España y que resumiría con danza el nudo argumental de la película. Pero la noticia convocante se vuelve a imponer enseguida.
–¿Happy Hour va a tener algo de lo mejor de estos quince años?
–Espero que sí: el lenguaje típico de la compañía y la plenitud de los bailarines, o sea sus mejores condiciones técnicas y expresivas. Pero los cuadros son todos nuevos y vamos a sumar a Wolfram Hecht como actor invitado.
–Como en obras anteriores, vuelve a elegir músicas muy variadas.
–Sí, porque elijo lo que me gusta sin fijarme en los géneros ni pensar en las eventuales transgresiones. Y a mí me gusta todo, desde lo popular hasta Beethoven.
–¿Cómo es eso de un cuadro sin música?
–En realidad, hay un sonido pero muy leve, lo que no hay es melodía. Me pareció conveniente un cuadro así para separar los tangos de los mambos, que son músicas con energías muy diferentes. Propongo ahí como una limpieza del oído similar a la que se hace con el agua entre un vino y otro.
–Cuesta imaginar el baile sin música.
–Pero hay gente que lo ha hecho. Es algo difícil pero no imposible. En el caso del tango, yo trato de separar la danza de la música porque siento que son expresiones casi independientes. Es hermoso cuando están juntas, pero también es hermoso percibirlas por separado. Cuando escuchás un tango en la radio, no ves baile. ¿Y por qué cuando ves baile tenés que escuchar un tango?
–Es verdad que puede tener algo de convención, pero...
–No, tiene mucho de convención, porque además está toda la influencia del mercado que hace de la música un arte mucho más vendible que la danza. Pero por supuesto que se puede apreciar la danza del tango sin su música. De hecho, nosotros hemos hecho el “Bolero de Ravel” con movimientos de tango.
–¿Cuál es el balance de estos quince años?
–En lo referido a la capacidad de producción, somos un milagro porque en la Argentina el apoyo a la danza es muy escaso. No es que la política cultural sea mala, ¡es que no hay política cultural! Estando en otros países uno siente un poco de envidia. En este momento tenemos gente de 50 a 22 años. Ese abanico me encanta y estoy muy satisfecha con todos.
–¿Qué metodología de trabajo siguen?
–Vamos estableciendo prioridades, según los compromisos que tenemos. Casi siempre partimos de una idea mía, pero los bailarines participan mucho, armando sus propios pas de deux o improvisando algunas partes. Yo espero de ellos no sólo baile sino también creación.
–Parecería que tanto en la música como en la danza hay cada vez más fusión. ¿Los puristas están en retirada?
–No. Creo que las diferentes líneas estéticas coexisten. El arte es como una vía doble: cuanto más avanzás también más retrocedés, porque siempre rescatás algo que estaba perdido.
–¿Cómo hacer para que los ingredientes no pierdan sus sabores luego de la fusión?
–Sólo el trabajo borra las huellas del trabajo, es decir: trabajar en forma constante hasta lograr algo interesante. Pero esa perseverancia debe seguir un deseo, si no, no sirve. Y la verdadera fusión logra un lenguaje nuevo. Esa es mi pretensión, al menos.
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