Sáb 29.08.2009
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DANZA › LOS PARáMETROS DE EVALUACIóN DEL JURADO EN EL MUNDIAL DE BAILE

Tangueros con la mirada entrenada

Los expertos convocados para elegir a las mejores parejas en cada instancia deben considerar muchas variables en poco tiempo de observación. ¿Qué dice el reglamento y qué priorizan ellos?

› Por Carlos Bevilacqua

Como toda disciplina artística, la danza está muy expuesta a la subjetividad del observador. Una misma exhibición de baile puede ser evaluada de manera diferente según los gustos personales, las experiencias previas y hasta la disposición de ánimo de cada momento, entre otros factores. ¿Cómo establecer, entonces, que Fulano bailó mejor que Mengano? El desafío, nada sencillo, se multiplica en el polémico mundo del tango, donde cada maestro tiene su librito para un baile mucho menos codificado que otros. Aun así, el Campeonato Mundial de Tango que hoy tendrá su final de Salón viene cumpliendo con esa dura tarea desde 2003, cuando se realizó la primera edición del torneo.

Para la categoría Salón (la del tango más puro y sosegado), el Reglamento dice que los bailarines deben mantener un abrazo contenedor del otro cuerpo, que se evaluará “la musicalidad y el estilo al caminar” y que se admiten figuras de uso popular, como barridas, sacadas al piso y enrosques, quedando expresamente excluidos los ganchos, saltos y trepadas. Esta última prescripción se amplía con una oración final: “Ninguno de los integrantes de la pareja podrá levantar los pies más allá del nivel de las rodillas”. Como en la milonga, los bailarines deben desplazarse en sentido antihorario, sin detenerse ni adelantarse demasiado, según se establece. La caracterización de los movimientos es bastante específica, pero como en la práctica los jueces deben evaluar a grupos de entre ocho y diez parejas que bailan simultáneamente durante apenas nueve minutos y mientras se desplazan por la pista, tienen en promedio sólo un minuto para sopesar virtudes y defectos de cada una. “Estamos entrenados para tener una mirada crítica y uniforme. En mi caso, en el primer tango hago un paneo general, tras el cual descarto a las parejas que menos me gustan y empiezo a observar más detalladamente a las demás”, cuenta el bailarín Jorge Firpo, flamante presidente de la Asociación de Maestros, Bailarines y Coreógrafos de Tango Argentino, entidad que asesora al Gobierno de la Ciudad en la conformación de los jurados. “Yo priorizo la conexión de la pareja, la sensibilidad ante la música, el abrazo, la pisada al caminar y la navegación por la pista. En síntesis, lo mejor del baile social”, puntualiza Firpo, quien suele ser uno de los siete jueces de las finales. Para Melina Brufman, bailarina convocada con frecuencia para fallar en semifinales o finales, “hay cuestiones groseras como el desplazamiento en la pista, pero dentro de mis preferencias están el abrazo, la pisada, la capacidad de proponer figuras dentro de los límites del estilo y la musicalidad, pero entendida como una elaboración que sea personal, algo que se despegue de la interpretación rítmica más lineal”. La bailarina Verónica Alvarenga, otra habitué de las mesas examinadoras, agrega otro punto: “Evalúo mucho la postura. También cómo usan la música y cómo caminan. Pero lo que más me importa es la armonía que muestran, que no se vea sólo al varón o a la mujer, sino a una pareja”. Otra variable que consideran, según coinciden, es la versatilidad de las parejas para interpretar los tres estilos musicales que se programan en la tanda, compuesta por un tango bien melódico, otro más rítmico y un tercero de mayor complejidad.

En la categoría Escenario, la evaluación es por un lado más sencilla, porque las parejas bailan por separado, interpretando una coreografía preparada sobre una música también elegida previamente por los competidores. Pero por otro, las presentaciones están abiertas a recursos de otras disciplinas, aunque “deben estar presentes figuras clásicas del tango, como ochos, caminatas largas, boleos, ganchos y el abrazo milonguero”, según reza el reglamento. Para Firpo, si bien la técnica cobra aquí mayor peso, no es determinante por sí misma. “Hay bailarines que tienen mucha técnica pero que no conmueven, o que privilegian una tremenda combinación de pasos pero se olvidan de caminar. En Escenario sigue siendo fundamental el abrazo y la conexión entre la pareja”, opina. En el mismo sentido, Brufman observa: “Hay una tendencia hacia lo gimnástico, en la creencia de que cuanto más efectos visuales haya, más se excita a la audiencia, pero yo mido con el mismo criterio que cuando voy a una función de teatro, donde me dejo encantar por un arte, no por un despliegue físico”. Entre sus parámetros, destaca lo que llama el balance de la pareja (peso específico del hombre y la mujer en la performance), la comunicación entre ellos y la composición coreográfica. Alvarenga, en tanto, coincide en que en Escenario la evaluación es mucho más fácil: “Ahí la pareja vende o no vende más claramente. Yo me fijo mucho en la técnica, en la coreografía, en su concordancia con la música elegida y en la musicalidad de los movimientos”, revela, para luego agregar: “Me parece lógico que haya uno o dos trucos, pero cuando hay demasiado tango aéreo en general no me gustan”.

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