Mié 16.12.2009
espectaculos

DANZA › DIANA THEOCHARIDIS DIRIGE TRES OBRAS DE MAURICIO KAGEL EN EL GOETHE

En el cenit musical del siglo XX

La coreógrafa estrenará Dos actos y presentará Marchas para malograr una victoria y seis canciones de La torre de Babel.

› Por Carolina Prieto

La relación entre la coreógrafa Diana Theocharidis y el compositor Mauricio Kagel no es reciente. Formada como música y luego como bailarina, Theocharidis se inclina por la música contemporánea a la hora de montar sus espectáculos, y tiene un interés especial por el compositor argentino fallecido el año pasado en Alemania, considerado una figura emblemática de la música del siglo XX. Theocharidis dirigió Variété, de Kagel, en el Teatro Colón en 2001, y motorizó la realización del Festival Kagel en la misma sala en 2006, evento que significó el regreso del artista al país tras cuarenta años de ausencia. Desde entonces, y hasta la muerte de Kagel, en septiembre del año pasado, ambos creadores mantuvieron un vínculo sostenido por la admiración y el trabajo conjunto, que propició el origen del tributo que puede verse desde hoy y hasta el viernes con entrada libre y gratuita en el Instituto Goethe (Corrientes 319). Una gran oportunidad para acercarse al mundo de este notable artista, que incluye tres de sus obras: Marchas para malograr la victoria, obra para vientos y percusión que ejecutará la Compañía Oblicua, dirigida por Marcelo Delgado; seis canciones de La torre de Babel en alemán, húngaro, hebreo, latín, francés y castellano; y el estreno de Dos actos, pieza para arpa, saxofón y dos bailarines.

“Este es un proyecto anterior a la muerte de Kagel. En una charla telefónica, él me comentó que quería hacer un programa juntando Dos actos, una pieza de teatro musical, y La torre de Babel, un ciclo de canciones en distintos idiomas pero con un mismo texto del Antiguo Testamento. Son dos obras que tienen una relación particular”, comenta Theocharidis en diálogo con Página/12.

–¿Cómo es esa relación?

–Dos actos es una obra para arpa y saxofón, instrumentos con sonidos muy distintos, que representan el paradigma de lo femenino y lo masculino, respectivamente, con un guión sobre una pareja que acaba de hacer el amor en el depósito de un teatro. Lo único que hacen los bailarines durante la media hora que dura la obra es vestirse; pero ese vestirse no es lineal ni ocurre de la misma manera para él y para ella. El se viste y se desviste, abrocha un botón de la camisa y lo desabrocha, se ata la corbata y se la saca. Ella permanece siempre en camisa. Vestirse vendría a ser separarse. Kagel quería que yo montara esta obra y para mí la clave estuvo en su intención de hacerlo junto con La torre..., canciones en las que Jehová dice algo así como “Descendamos y confundamos las lenguas”. Podemos pensar que el hombre y la mujer también hablan lenguas distintas, que el comportamiento de uno y otro son diferentes. De hecho, pensé una coreografía para él y otra para ella, y Kagel eligió dos instrumentos con sonidos muy distintos, como el arpa y el saxo.

–¿Cómo influyó esa idea de mezcla de lenguas y de diferencias en la puesta en escena del espectáculo?

–En una idea general del espectáculo como un palimpsesto en el que todo convive. Tiene una estructura en la que se alternan fragmentos de las obras. Comenzamos con una de las marchas de Marchas..., seguido de una canción de La torre..., después otra marcha, otra canción y así hasta Dos actos. Alternamos lenguajes diferentes como la música, el canto y la danza, además de fragmentos de la película Süden, de Gastón Solnicki, sobre la estadía del compositor en Argentina en el 2006. Todo convive: los músicos, los bailarines, la cantante. Es como si la obra de Kagel se intercomunicara a través de sí misma mediante estas tres piezas. En Dos actos, el arpa y el saxofón van perdiendo el sonido que los caracterizan al encontrarse y mezclarse, construyendo lo que Kagel llamaba “nudos acústicos”.

El encuentro personal entre la coreógrafa y el compositor fue en 2005. Ella viajó a Europa para conocerlo y proponerle volver al país para dirigir. La acompañó la mezzosoprano húngara Klara Csordas, que trabajó mucho con Kagel, y que en este espectáculo ejecutará seis canciones de La torre... “El desconfiaba, no quería volver a Buenos Aires. Pero Klara lo convenció y, finalmente, de la idea inicial de hacer sólo una obra, se involucró al punto de sumar y sumar obras, y terminamos diseñando juntos el Festival Kagel”, recuerda Diana. Obras de cámara, para orquesta, para bailarines y cineastas, un concierto móvil en bicicleta y otras propuestas integraron este notable programa, además de un trabajo de tres semanas del compositor junto a jóvenes músicos locales. “Esto fue crucial porque quería que él dejara una huella en nuestros músicos”, comenta.

Para Theocharidis, la música de Kagel es accesible y no exige algún tipo de preparación. Asegura, por ejemplo, que Dos actos tiene humor y algo de melodrama y que, a diferencia de muchos artistas, él se preocupaba porque su música llegara al público. “Buscaba el contacto, la comunicación. Era muy inteligente, de carácter fuerte, muy obsesivo y dedicado, sabía muy bien lo que quería y lo transmitía. Sus obras pueden ser complejas pero no son absolutamente crípticas”, explica.

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