Martes, 31 de agosto de 2010 | Hoy
DANZA › EL CICLO “DANZA CONTEMPORáNEA X GRANDES CINEASTAS”, EN LA LUGONES
Lo que hoy es moneda corriente alguna vez fue una explosión renovadora: de eso se tratan los retratos cinematográficos que pueden verse en el San Martín, que repone la notable La danse, de Frederick Wiseman, y le agrega varios títulos imprescindibles.
Por Alina Mazzaferro
Cuando se estrenó en la Argentina, en el marco de la novena edición del DocBsAs que tuvo lugar hace un año, el film La danse, el Ballet de la Opera de París, del documentalista norteamericano Fre-
derick Wiseman, había sorprendido como una de las joyitas de la muestra. Hace muy poco, la sala Leopoldo Lugones volvió a proyectar la película y las entradas se agotaron durante tres fines de semana consecutivos. Como no podía ser de otra manera tras semejante éxito, la sala del cuarto piso del Teatro San Martín (Corrientes 1530) acaba de reponer La danse..., esta vez enmarcada dentro de un ciclo al que han dado ha llamar “Danza contemporánea X grandes cineastas”, en el que además podrá verse el trabajo de directores como Olivier Assayas, Claire Denis y Pierre Coulibeuf trabajando sobre coreografías de Pina Bausch y Angelin Preljocaj. Todos los días hasta el 9 de septiembre, los interesados en el género podrán zambullirse en la intimidad de las compañías más reconocidas, ver la cocina de famosas creaciones coreográficas, participar de ensayos, oír a los grandes maestros o simplemente sentarse en una platea para volver a ver extraordinarias funciones de otros tiempos.
El largometraje de Wiseman, de más de dos horas y media de duración, sigue siendo uno de los más esperados, porque revela todo lo que sucede puertas adentro del Ballet de la Opera de París: los ensayos, las funciones y las clases, pero también los problemas gremiales, administrativos y artísticos y todo lo que ocurre en la oficina de Brigitte Lefèvre, la directora del ballet. Desde que Lefèvre se hizo cargo de la dirección, la compañía se ha vuelto muy versátil y ensaya con igual dedicación El cascanueces y Paquita, como los trabajos de estirpe contemporánea de jóvenes coreógrafos como el británico Wayne McGregor, el francés Angelin Preljocaj o el sueco Mats Ek. Pero lo que vuelve al film aún más interesante es que La danse... no sólo muestra a una institución ejemplar sino que deja a la vista toda la trastienda, con sus hilvanes y costuras: los conflictos que acechan a Lefèvre cada día, el fantasma de la huelga y los debates acerca de la edad de las jubilaciones y el status del bailarín francés son algunos de los trapitos que se sacan al sol sin pruritos, que recuerdan a los de otro coliseo no tan lejano.
Si bien la película de Wiseman es la estrella del ciclo, éste es una oportunidad para que puedan brillar otros documentales de la danza, actuales o de otras épocas. Los reconocidos Olivier Assayas y Pierre Coulibeuf se embarcan en obras sobre creaciones del Ballet Preljocaj, que el coreógrafo francés homónimo dirige desde 1984. Mientras tanto, la cineasta Claire Denis decidió no salir de cuadro y registró su encuentro con Mathilde Monnier, directora del Centro Coreográfico Nacional de Montpellier, al sur de Francia. Una de las más homenajeadas será Pina Bausch, fallecida en 2009. Será posible volver a ver su conmovedora versión de La consagración de la primavera de 1976. El cineasta Lilo Mangelsdorff, en Damas y caballeros a partir de 65, documentó otra de las experiencias de Bausch, que consistió en convocar a jubilados que nunca habían bailado para interpretar su obra Patio de contacto. Por su parte, Régis Obadia registró con su cámara la relación entre Bausch y Dominique Mercy, excepcional bailarín y uno de los más queridos colaboradores y amigos de la coreógrafa que transformó los cánones de la danza.
Entre las experiencias bauschianas, no habrá que perderse el famosísimo Café Müller, que condensa buena parte de la poética de esta pionera de la danza-teatro. Creada en 1978 y registrada en video siete años más tarde, esta pieza en la que puede verse bailar a la mismísima Pina marcó un antes y un después en el campo de la danza. El ciclo de la Lugones permitirá al espectador regresar una vez más (o conocer por primera vez) a ese bar de paredes grises repleto de mesitas de café, en el que lánguidas mujeres de camisones blancos se desplazan a tientas, con los ojos cerrados, desestructurando la simetría impuesta por los objetos en el espacio. Allí están los movimientos lentos, líricos, emanando de cuerpos que parecen estar poseídos. Luego, las repeticiones, las obsesiones y más tarde la violencia; cuerpos arrojados sobre el piso y las paredes, persiguiéndose entre ellos, retorciéndose como si los dolores del alma no pudieran más que pronunciarse a través del movimiento. Se trata de la danza que expresa la subjetividad humana, emancipada de toda regla y estructura. El pelo revuelto, una mirada o una caída al suelo resultan más potentes que cualquier otra técnica. En estos tiempos en que todo esto ya es moneda corriente, no viene mal recordar de dónde vienen y cuán larga tradición ya tienen algunos elementos de los que la danza contemporánea no deja de abusar.
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