DANZA › TRES OBRAS QUE SE PRESENTAN EN EL FESTIVAL CAMBALACHE SEGUN SUS CREADORES
Cecilia Troncoso, Leonardo Cuello, Mario de Camillis y Bárbara Wainnright ponderan el alcance de las puestas que encabezan.
› Por Carlos Bevilaqua
Inmortalizada por Enrique Santos Discépolo en una letra antológica, la palabra “cambalache” tiene una connotación negativa, asociada a lo variopinto reunido sin criterio. Si bien nadie está exento de caer en tales contrastes, el festival organizado por los coreógrafos José Garófalo y Alberto Goldberg sí tiene un hilo conductor: la fusión del tango con la danza y el teatro. La séptima edición del encuentro, que comenzó el lunes último, entrará en su zona medular a partir de hoy a las 20.30, cuando se presenten tres de las once obras cortas seleccionadas por un comité de expertos. Las demás se ofrecerán entre el sábado 11 y el domingo 12, a la misma hora. Todas, en el Complejo Cultural 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444).
Oriundos de diferentes tradiciones, los directores de tres de esas puestas fueron convocados por Página/12 para reflexionar sobre las proyecciones de sus trabajos. Ya las motivaciones primarias los muestran divergentes. “Yo no busco nada con premeditación. A lo sumo arranco con algunas imágenes que quiero plasmar. Pero es a través de la improvisación de mis bailarines que empiezo a conseguir resultados interesantes, en una especie de laberinto que es puro goce”, cuenta Cecilia Troncoso, responsable de secuencias que combinan movimientos del tango con otros de danza contemporánea, ejecutados por un grupo de cinco talentosos intérpretes, bajo el título de Deseos.
Para Leonardo Cuello, en cambio, la idea de Reina del Plata surgió más del devenir de su trabajo como director de la compañía de tango del IUNA, cuyos 24 integrantes pondrán el cuerpo para hacerla realidad. “Veníamos trabajando nuestro repertorio desde los colores –cuenta– y me pareció que hacía falta una obra negra. No en el sentido oscuro o tétrico, sino en relación con el color de la ropa que se suele usar en los cuadros finales de las casas de tango.” Ese dato lo llevó también a elegir como banda sonora el himno del tango, “La cumparsita”, pero recreada en una mega versión de 15 minutos compuesta especialmente para la ocasión por el músico teatral Sebastián Verea.
Mario de Camillis y Bárbara Wainnright, creadores y a la vez únicos protagonistas de Los abuelitos, coinciden en destacar que desde el comienzo buscaron algo que fuese muy accesible para el público a partir de una historia concreta, la de dos milongueros mayores que rejuvenecen a partir del baile. “Un eje de la obra es demostrar que el tango puede llegar a acompañarte toda la vida”, señala él, respecto de un trabajo basado en la coreografía de tono cómico con que ambos compitieron en el último Campeonato Mundial de Tango.
La edición inaugural del Cambalache, celebrada a mediados de 2004 en el Espacio Urania-Giesso, había sorprendido con puestas en su mayoría costumbristas o paródicas, basadas más en lo teatral que en lo coreográfico. A partir de entonces primó un formato más abstracto, que así como les dio a las obras mayor densidad, en muchos casos las tornó demasiado crípticas. Al respecto, argumenta Troncoso: “La narración, la literalidad es un camino posible. Pero están también la imagen, el concepto, las emociones... De hecho, a mí me cuesta mucho contar una historia sin palabras”. Cuello confiesa que en general le gusta instalar a sus personajes en tiempo y espacio, pero que no siempre cuenta historias. “El tango tradicional cuenta demasiado poco, cuenta lo que ya está recontracontado –aporta De Camillis–. A mí me parece que si hay una narración tiene que estar en función de una idea, pero tampoco soy de los que aman el movimiento por el movimiento mismo.” En disidencia parcial, Troncoso había dejado entre ambos una sentencia algo drástica, pero digna de atención: “Hace ya muchos años que está todo contado, por eso interesa más el cómo que el qué”.
Otro ingrediente esencial de aquella primera edición que con el tiempo se fue difuminando es el humor, un tópico que no casualmente despierta el interés del tándem De Camillis-Wainnright. “Como intérprete, es muy reconfortante poder ver las caras del público mientras hago una coreografía cómica”, suscribe ella. Todos coincidieron en valorar el espacio que ofrece el festival para producciones muy específicas, que además son independientes, audaces y –dato no menor– breves. “Es difícil encontrar dónde presentar una obra de 10 o 15 minutos. Y una más larga es difícil de armar sin una gran estructura”, explica Troncoso. Lo que lleva a Cuello a la siguiente metáfora: “Además, las obras largas son como monstruos torpes, que no se pueden trasladar sin que se deformen”.
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