Lunes, 24 de enero de 2011 | Hoy
DANZA › LEONARDO CUELLO Y LAS PARTICULARIDADES DE TETRALOGíA
En un compilado de cuatro obras breves, el coreógrafo y director vuelve a deleitar con secuencias de una notable belleza. “No me interesa quedarme en el lenguaje más estándar, sino repensarlo hacia formas originales”, señala.
Por Carlos Bevilacqua
“Soy un obsesivo que se junta a trabajar con otros obsesivos”, dice Leonardo Cuello, como al pasar. La definición, oportuna para describirlo en los ensayos y reuniones de producción, se traduce en resultados fascinantes desde que en 2005 empezó a presentar obras breves como coreógrafo y director independiente. En esa misma línea de inspiración-transpiración se inscribe Tetralogía, compuesta por cuatro piezas de no más de 20 minutos que se pueden apreciar todos los lunes de enero y febrero, a las 20, en El Cubo (Zelaya 3053).
“Son segmentos autónomos, cada uno significó una investigación estética sobre la composición –explica Cuello–. No me interesa quedarme en el lenguaje más estándar, sino repensarlo hacia formas originales.” En concreto, las cinco parejas del elenco generan en Tetralogía cuatro climas bien diferentes a través de movimientos que, si bien basados en elementos del tango, apelan también a otros del contemporáneo, el clásico, el neoclásico y el llamado fly-low (vuelo bajo). Sólo en uno de los cuatro episodios coreográficos hay algo de narración. El resto fluye por el lado de las emociones, “en la libertad de conectarte con lo que las imágenes te van sugiriendo”, según el propio autor.
Una de las pocas constantes de Tetralogía es el contraste. “Arrancamos con toda la fuerza física de ‘Spiritual’, que es una reformulación de mi primera obra como director y que lleva versiones del Sexteto Mayor conectadas por samplers del ‘Polaco’ Goyeneche y ‘Tita’ Merello. De ahí pasamos al romanticismo onda Gene Kelly de ‘Flores de lino’, donde los varones parecen perseguir a sus amores en un parque con diferentes versiones de un mismo vals. Después de un pequeño intervalo, llega el único episodio en el que me animo a contar algo: ‘Entre tus brazos’, una milonga art-déco de los años ’30, muy oscura, con acciones surgidas a partir de los versos de tres tangos maravillosos, como son ‘Tus labios me dirán’, ‘Junto a tu corazón’ y ‘Tú, el cielo y tú’. Y cerramos con ‘Eterno’, que es una obra mucho más cálida, sobre música de Astor Piazzolla.” Cada una de estas energías es acompañada por luces, vestuarios y unas módicas escenografías que Cuello diseñó en complicidad con la vestuarista Nora Churquina.
Leonardo ya había presentado cuatro obras breves en otras puestas de su compañía y de la compañía de tango del IUNA, que también dirige. Otras veces, la pieza corta se lució en soledad. ¿Por qué ese formato recurrente? “De cagón –contesta él riéndose a carcajadas–. Soy muy cuidadoso de la atención del público. No me gusta aburrir. Cuando siento que una idea ya se desarrolló, ahí paro. Además, me pareció que hacer varios ‘cortometrajes’ era un buen ejercicio para probarme en el camino hacia un ‘largo’. Recién ahora estoy empezando a jugar con la teatralidad, más allá del movimiento en sí mismo. Me parece que es todo parte de un proceso de maduración.”
En la conexión personal que Cuello establece con sus bailarines parece residir una de las claves del éxito. Durante uno de los dos ensayos semanales que la compañía realiza durante todo el año (haya o no función), Página/12 pudo palpar el profesionalismo de las parejas que integran Milagros Rolandelli, Lisandro Eberle, Ayelén Sánchez, Wálter Suquía, Laura Zaracho, Ollantay Rojas, Mara Craham, Gustavo Vargas, Andrea Kuna y Sebastián Fernández. Un rato antes, él los había elogiado: “Me divierte mucho trabajar con ellos. Si bien las ideas originarias son mías, ellos también participan del proceso creativo de varias maneras. A veces, al equivocarse hacen algo que me gusta más que lo que yo les había pedido. Es que si uno es el pintor, ellos son pintura viva”.
Otra clave podría ser la estabilidad del elenco, que en cinco años de vida de la compañía nunca varió significativamente, algo difícil de lograr en un ambiente laboral muy dinámico. “Es vital que el grupo esté unido. Así como no se armó con un casting, tampoco se desarma fácilmente. Cuando se produce un reemplazo o una salida, el resto ayuda mucho a la pareja entrante para que entre en código”, cuenta Leonardo. Por otro lado, una sexta pareja suplente habilita la posibilidad de que alguna de las parejas titulares acepte trabajos mejor pagos en el exterior, siempre que sean eventuales.
La distancia necesaria para ver el todo con perspectiva acaso sea otra condición esencial para conseguir buenos frutos. “Dicen que a Gaudí lo atropelló un tranvía por caminar para atrás impetuosamente, en el entusiasmo por ver de lejos la catedral de la Sagrada Familia que estaba construyendo”, cita Cuello tras destacar la posibilidad ver las acciones desde afuera. Si lo sabrá él, que cuando armó su propia compañía decidió retirarse del baile (¡con sólo 37 años!) porque sentía que no podía estar en la procesión y repicar las campanas.
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