DANZA › EL COLECTIVO MELENA DESEMBARCA HOY EN BUENOS AIRES
El conjunto multidisciplinario de artistas locales y españoles presenta dos obras: Todos los otros son toros (yo soy El Juli) y 80 kilos de tierra. Sus referentes son Aimé Pansera, directora teatral argentina, y Jordi Mas, bailarín catalán.
› Por Carolina Prieto
¿Qué siente un torero cuando enfrenta al animal? ¿Cómo hacer para no quedar paralizado por el miedo? Pero también, ¿qué le pasa a un cuerpo en contacto con 80 kilos de tierra negra y con un objeto de cerámica? Algo de todo esto permitirá descubrir el Colectivo Melena, un conjunto multidisciplinario de jóvenes artistas locales y españoles que desembarca en Buenos Aires con dos obras, Todos los otros son toros (yo soy El Juli) y 80 kilos de tierra. Sus referentes son Aimé Pansera, directora teatral argentina, y Jordi Mas, bailarín catalán, quienes se conocieron trabajando en la compañía Raravis, un reconocido grupo de danza independiente de Barcelona, cultor de un estilo poético que articula la danza butoh, el absurdo, un tempo delicado y la ausencia de artificios. Las dos obras que traen suenan algo extrañas y atractivas para la escena porteña: la primera por el tema y la segunda por su concepción formal. En efecto, el primer espectáculo (hoy a las 22.30 horas en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549) dirigido por Pansera y con las actuaciones del español junto a los argentinos Verónica Mayorga y Félix Padrón aborda el universo de la tauromaquia a través del sueño de un célebre torero español; el segundo (el 8 de agosto a las 20 y el 9 a las 22.30 horas en la misma sala, que este año cumple diez años) es un solo de danza en el que Jordi Mas trabaja con ochenta kilos de tierra y una figura de arcilla con forma de cuenco o, como prefiere definirlo él, es un trío entre distintos materiales.
Formada en Buenos Aires en la escuela de Hugo Midón y luego en el Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, Pansera viajó a Europa, donde hizo un doctorado en estudios teatrales en París gracias a una beca del gobierno francés, y continuó su aprendizaje en el Institut del Teatre de Barcelona. En esta ciudad trabajó como asistente de dirección de la compañía Raravis, mientras que Mas interpretó varios de los espectáculos del grupo. El año pasado iniciaron el proceso de investigación de Todos los otros son toros (yo soy El Juli), trabajo sobre el que hablaron con Página/12. “No tenía mucha idea de las corridas de toros hasta que me hablaron de El Juli, un torero joven español convertido hoy en una celebridad que aparece en las revistas. El se fue a México para formarse y poder torear. Y su historia me hizo eco por la mía propia y por la de tanta gente que viaja afuera para estudiar y cumplir un sueño. Empecé a investigar sobre él y sobre el mundo de las corridas y me llamó mucho la atención que las corridas son ceremonias totalmente pautadas, con una estructura fija que se repite, como un rito. Y al igual que el teatro clásico, tiene una estructura dividida en tres tercios mientras que la obra clásica se divide en tres actos. Este paralelismo me atrajo enormemente”, comentó la directora.
–¿Qué aspectos de la tauromaquia abordan en la obra?
Aimé Pansera: –La simbología. En cierto modo, la corrida de toros supone un enfrentamiento con la oscuridad, con el animal, con lo salvaje. Nos propusimos llevar esto a un plano más personal. El enfrentamiento es del personaje consigo mismo, con el toro que él crea en un sueño. El torero crea un toro fantástico que no es más que su propio miedo. Lo cual es algo que los mismos toreros dicen. Ellos sostienen que sin miedo no se puede torear. Torear no es torear solo contra el toro sino contra las emociones más personales, contra la posibilidad de la propia muerte. El miedo es justamente el miedo a uno mismo, a los propios deseos, a los fantasmas. Toro y torero son identificables: Yo soy El Juli, Yo soy el toro.
–¿De qué manera escenifican el sueño? ¿Con qué lenguajes trabajan?
Jordi Mas: –Somos tres en escena. Yo llevo adelante la parte del movimiento; Verónica y Félix, los textos, y Félix también acciona una máquina escenográfica que es muy importante porque marca la estructura de las corridas. De alguna manera, él es el operador del sueño, pone en escena los mecanismos necesarios para que el sueño suceda construyendo el espacio.
A. P.: –Los textos son del torero Ignacio Sánchez Mejía, de Charles Baudelaire y de los directores de teatro Denis Podalydès y Claude Régy.
–¿Cómo describen los vínculos entre los personajes?
J. M.: –Los tres somos el mismo personaje desdoblado, somos distintos aspectos de El Juli. Y el toro sólo aparece en tanto sombra y sonido.
A. P.: –En este marco, el sueño se va haciendo cada vez más profundo y se torna más abstracto. Las formas son menos reconocibles y los símbolos más fuertes. Pero no es un sueño con rasgos de pesadilla, al contrario, creo que reconocer los propios temores es un buen comienzo.
–¿Hay alguna relación entre esta obra y 80 kilos de tierra?
J. M.: –80 kilos de tierra es un solo mío de danza. El colectivo Melena tuvo a su cargo la producción. Hay una continuidad a nivel del cuidado escenográfico y del lenguaje plástico. Lo estrené en Barcelona en el 2011 y me gusta decir que antes que un solo de danza es un trío sobre la relación entre tres elementos: el cuerpo humano, la tierra y la cerámica. Es más, no soy yo el que determina los movimientos con los elementos sino que, durante el proceso de investigación, tanto la cerámica –que en la obra aparece ya dura y cocida pero que antes fue maleable– y la tierra, me fueron determinando. Diría que es una obra totalmente abstracta, cada uno saldrá con su propia lectura.
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