DANZA › DIPTICO JUNTA DOS OBRAS DE MARTIN MATALON CON COREOGRAFIA DE DIANA THEOCHARIDIS
La penúltima apuesta del Centro de Experimentación del Teatro Colón para esta temporada son Trazas sobre trazas y La rosa..., dos trabajos independientes uno del otro, con la participación del Ensamble Ars Nova de Francia dirigido por Philippe Nahon.
› Por Santiago Giordano
Momentos diversos, que ponen en juego las relaciones posibles entre sonido, espacio, movimiento, escucha, contemplación, fondo, figura, principio, final. Díptico es el título con el que el Centro de Experimentación del Teatro Colón reúne dos obras del compositor Martin Matalon, con coreografía y puesta en escena de Diana Theocharidis, la participación del Ensamble Ars Nova de Francia dirigido por Philippe Nahon y escenografía de Emilio Basaldúa. La penúltima apuesta del CETC para una temporada intensa pasa por Trazas sobre Trazas y La rosa..., dos trabajos independientes uno del otro, si se quiere de distinta naturaleza, conjugados ahora por un mismo destino. Las funciones de Trazas sobre trazas continuarán hoy y mañana a las 20.30. La rosa..., por su parte, se pondrá en escena martes y miércoles a las 20.30 y a las 22.00.
Matalon es reconocido entre los compositores importantes de la actualidad. Su música transita búsquedas en las que el modernismo encuentra múltiples y originales maneras de dialogar con gestos y sonidos de distintas tradiciones, y en varias ocasiones su trabajo se ha combinado con el trabajo de Theocharidis, coreógrafa que refleja esos principios de originalidad y diálogo en la danza contemporánea. “Conozco bien la obra de Martin y me interesa mucho. En un punto es muy abstracta y muy refinada, de una escritura muy depurada”, dice Theocharidis a Página/12. “Con Diana trabajé mucho y tengo una gran confianza en lo que hace”, interviene Matalon.
Theocharidis explica que Trazas sobre trazas es una obra coreográfica, construida sobre algunas de las piezas de Traces, un ciclo para instrumento solo –flauta, marimba, voz, corno, clarinete, entre otros– y electrónica en tiempo real, que Matalon comenzó a escribir en 2004. “A partir de búsquedas sobre sonido del instrumento y su transformación a través de la electrónica, cada número de Traces es un viaje al interior del sonido”, asegura la coreógrafa. “Es la idea de lograr un entorno que trasforme y trascienda el espacio y las posibilidades tímbricas temporales de un instrumento solista. La idea es que todo provenga del instrumento y del instrumentista, y el procesamiento electrónico del sonido sea una cosa orgánica. Traces son en realidad las páginas de un diario íntimo, que voy escribiendo a lo largo de mi vida y en el que reflejo las preocupaciones y las inquietudes del momento. Es una obra que continúa y quisiera continuar por siempre”, interviene Matalon. “Lo interesante es que a pesar de ser obras concebidas para un solo instrumento están trabajadas en infinitos planos”, agrega Theocharidis, que busca reflejar en la coreografía esa diversidad de planos y de huellas que se abre en la música de Matalon.
“Cada vez que entra un timbre nuevo al espacio, sucede algo, como si todo cambiara, como si se tiñera de otro color –explica Theocharidis–. La coreografía tiene siete personajes, de distintas edades, cada uno con movimientos completamente independientes. Como si cada uno fuese un universo diferente, como si hablasen un lenguaje distinto. En algunos momentos esos universos se cruzan y producen relaciones, pero enseguida cada uno sigue su camino. Continuamente hay planos distintos, texturas que se perciben de distintas maneras, según el punto desde el que se mira.” La escenografía de Basaldúa también plantea profundidades. “Más que un espacio, es un limbo, cuyos planos trabajamos con elementos naturales: agua, tierra y sal”, explica Theocharidis y agrega: “Hay también elementos que en cierta forma sugieren un arco temporal. Un niño y al final un actor maduro que dice ‘El hombre que muere’, un texto de Alan Pauls que impregna toda la obra, la sitúa”.
Gabriel Contreras, María Teresa del Río, Julián Galván, Alina Marinelli, Marina Ottomano, Valentín Basaldúa y Rodolfo De Souza son los bailarines-actores que participan de Trazas sobre trazas, junto a los instrumentistas del ensamble Ars Nova de Francia, que también será protagonista de La rosa..., una obra concebida sobre textos de Jorge Luis Borges. “Había hecho muchas cosas sobre Borges –cuenta Matalon–, pero por algún motivo nunca había podido hacer una música de concierto que me permitiese poner en juego dos aspectos de la obra de Borges que me cautivan: por un lado, la idea de miniatura, y por el otro, la perspectiva de final, que suele ser la llave que nos abre otro fragmento.” También en La rosa... cada fragmento, desde lo musical, lo literario o lo visual, introduce al fragmento siguiente. “Más que acción en sentido teatral, se da una situación de contemplación y reflexión. El hombre que dice esos poemas podría ser Borges mismo o cualquier persona que está en un estado de introspección. No hay un argumento, ni de parte de la música ni de la puesta. Más bien es un lugar desde donde decir, o mirar o escuchar.”
Además del ensamble Ars Nova, dirigido por Philippe Nahon, la soprano Geraldine Keller y Pascal Contet en acordeón, La rosa... cuenta con la participación del actor y Rodolfo De Souza, que aparece también en Traces. “Lo que podría relacionar las dos obras, más allá de la música de Martín, que tiene rasgos muy personales que las atraviesan, podría ser De Souza –reflexiona Theocharidis–. En cierta manera, su voz une los universos particulares. Ese que camina diciendo como un Borges en La rosa.. y luego aparece en Traces es casi el mismo personaje.”
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