DANZA › ELEONORA CASSANO SE DESPIDE DEL BALLET CON UNA FUNCION GRATUITA EN EL OBELISCO
Junto a Julio Bocca constituyeron una dupla icónica de la danza argentina. A los 47 años, la bailarina decidió ponerle fin a su carrera. “Prefirieron terminar el ciclo ahora y que digan ‘Mirá qué bien que está’”, explica. En el ballet de Tchaikovsky la acompañará Herman Cornejo.
› Por Carolina Prieto
“Uno se queja, dice ‘¡Otra vez al micro! ¡Más horas de viaje!’ Pero en el fondo es lindo, es lo que hice toda mi vida. Hasta compartí giras con mis hijos, que se sumaron para conocer algunos lugares. Es un forma de vida que sé que voy a extrañar”, asegura Eleonora Cassano en relación con los viajes que realizó durante años interpretando obras en el interior y en el exterior del país. Es que esta artista menuda, de ojazos azules y cordialidad a flor de piel, considerada una de las máximas figuras femeninas del ballet argentino, cierra su carrera como danseuse en una velada de gran producción que promete emociones fuertes. La cita, con entrada libre y gratuita, es hoy a las 20.30 en el Obelisco porteño, en un escenario montado al aire libre. Allí, Cassano protagonizará junto a Herman Cornejo (actual bailarín principal del American Ballet Theater de Nueva York) El Cascanueces, de Tchaikovsky, ballet completo en dos actos adaptado, coreografiado y dirigido por Liliana Belfiore.
Los acompañarán el Ballet Federal Argentino, una formación de 90 intérpretes que incluye a 26 estudiantes de danza de entre 14 y 16 años. Cassano los seleccionó especialmente para este evento en escuelas de distintas ciudades del país. Y a este cuerpo de baile se suman el Coro de Niños dirigido por Rossana Judith Bravo y la Orquesta Académica de Buenos Aires bajo la batuta de Carlos Calleja. Julio Bocca no podía faltar. Con él formó la pareja más célebre de la danza local durante casi veinte años, recorriendo escenarios de todo el mundo. Radicado en Montevideo, donde dirige el Ballet del Sodre, Bocca se sumará al festejo y dará a las 20, en el mismo escenario, una clase abierta para alumnos de las escuelas de danza, que un rato antes van a desfilar encolumnados desde las adyacencias de la Plaza de la República.
“La idea de la despedida no me vino por el lado de ‘Estoy cansada, no aguanto más, no me da el cuerpo’. Fue otra cosa: casi sin darme cuenta, me alejé mucho del clásico, y me estaba quedando sin un cierre importante para mi carrera como bailarina de ballet. Charlando con Lino Patalano y con mi marido, decidimos hacerlo y contamos con el apoyo del Gobierno de la Ciudad, que nos brinda el marco increíble de bailar para todos en la 9 de Julio”, cuenta Cassano a Página/12. Todo este año fue, de algún modo, una preparación para el broche de oro de una carrera que se cimentó en la Escuela del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, la llevó a bailar por los mejores escenarios del mundo y a lucirse también en géneros como la danza contemporánea, el tango y el musical. En efecto, Eleonora comenzó el año con una gira en Italia con el espectáculo ¡Chapeau!, compuesto por Carmen (la obra completa de cuarenta minutos) y una segunda parte titulada “Entre Tangos y Milongas”, una suerte de prólogo de esta despedida. “Si bien los tangos y las milongas no son ballet y Carmen no es una obra netamente clásica, todo se baila en punta y son cosas que he hecho a lo largo de mi carrera. Por eso la gira tuvo el significado de anunciar mi retiro del clásico”, explica. Al regresar de Italia, bailó en La Plata el ballet completo La Bayadera y luego llevó ¡Chapeau! por el interior del país. “Tengo 47 años y la danza clásica te exige, para hacerla bien, estar en muy buenas condiciones. Así lo encaré siempre. Prefiero terminar ahora el ciclo y que digan: ¡Mirá qué bien que está! Admiré muchísimo a la rusa Maia Plisetskaia pero, en las últimas funciones, daba lástima verla bailar tan viejita.”
Entre pruebas de vestuario, cambios de horario de ensayo y toques finales, Cassano y Cornejo comentan algunos aspectos de El Cascanueces, obra que transcurre en la víspera de la Navidad en un clima poblado de niños, artesanos, ratones, soldados de plomo, embrujos, amores, sueños y mucha magia. “Acompañar a Eleonora en este momento es un lujo”, dice él, que fue convocado especialmente para la ocasión. Y está feliz: desde que se radicó en Nueva York en 1999, sólo pudo volver a actuar tres veces en su país. Para Cassano, reunir a bailarines diversos en cuanto a su formación, grado de profesionalismo y su edad le da a la despedida un sabor especial, como si le estuviera pasando la posta a nuevas generaciones. “Hubiera sido mucho más sencillo hacerlo con un ballet ya armado, pero la idea de sumar estudiantes de distintos puntos del país y darles la posibilidad de participar de un espectáculo con estas características es muy valiosa. Así que vale la pena el esfuerzo de todos –sostiene–. En un principio, no era la obra con la que hubiese pensado retirarme. Pero cuando Lino se lo propuso al gobierno porteño por la cercanía con la Navidad y con el plus de este elenco especial, me entusiasmé mucho y estoy disfrutando como loca.”
¿Qué siente al bailar ballet? ¿Qué sensaciones particulares le despierta? Para Cassano, el tango, por ejemplo, coloca al bailarín en un lugar sentimental muy interno mientras que el clásico “eleva”. “Cuando miro a mi partenaire y me conecto, los dos estamos en nuestro mundo, es como encerrarse en un cajita, y es tal la compenetración que se diluye el vínculo con el público”, explica. En marzo comenzará a dar clases y seminarios de ballet en Buenos Aires y en el interior. Imposible imaginarla quieta: “Tengo muchas ganas de hacer cosas nuevas, distintas, obviamente no desde la danza clásica, sino desde otros géneros”. Y se detiene en La Duarte, el espectáculo de danzateatro de Silvia Vladimisnky en el que protagonizó a Evita. “Me hizo crecer muchísimo como actriz. Siempre terminaba la función llorando”, recuerda.
El momento del balance es inevitable: “He hecho muchísimas cosas que jamás soñé, como cuando bailamos con Julio, Plácido Domingo cantaba, y él nos agradecía a nosotros por ese momento especial. Era yo la que no lo podía creer”, puntualiza. Del repertorio clásico hay una sola obra que no llegó a interpretar íntegramente (sólo bailó algunas escenas) y se quedó con ganas. “Es Manon, porque la protagonista, que es una prostituta, tiene un desarrollo increíble. Pasa por todas las etapas de su enfermedad y termina bailando un pas de deux ya casi como si estuviera muerta.” Cassano está agradecida a la vida. En el futuro habrá más creaciones, más búsqueda de nuevos lenguajes y, seguramente, si ella lo desea, algo de lo que le quedó en el tintero, como el personaje de Manon, que quizás hasta asome transformado.
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