DANZA › CICLO INTERVENCIONES DE DANZA CONTEMPORANEA EN LA CASA DE LA CULTURA FNA
Las coreógrafas Marina Sarmiento, Luciana Acuña y Mayra Bonard fueron las convocadas este año para montar espectáculos diseñados para las salas de la casona en la que viviera Victoria Ocampo. Quedan dos funciones, hoy y el próximo sábado, a las 16.
Convocadas por la curadora y responsable del área de danza del Fondo Nacional de las Artes, Diana Theorcharidis, las coreógrafas Marina Sarmiento, Luciana Acuña y Mayra Bonard se encuentran llevando a cabo la tercera edición de Intervenciones de Danza Contemporánea. Este ciclo se realiza en la Casa de la Cultura FNA, que fuera el hogar de Victoria Ocampo y también redacción de la emblemática revista Sur a principios del siglo pasado. La idea del mismo –que en su edición pasada presentó a tres directores hombres– es que los artistas monten espectáculos para los espacios no convencionales de la casona, y no para un teatro, como suelen trabajar. Quedan dos funciones, hoy y el próximo sábado, a las 16, en Rufino de Elizalde 2831. La entrada es libre y gratuita.
Si bien las coreógrafas aseguran que siempre trabajan en relación con el espacio, aun cuando actúan en salas teatrales convencionales, para Luciana Acuña “ante algunas propuestas donde el lugar no intenta ser neutral, como ésta, las posibilidades de juego son más complejas y amplias”. Según la bailarina del grupo Krapp, “al cambiar la propuesta del espacio y trabajar en un lugar con características propias, diferente a una caja negra, las posibilidades de contacto con este material son diferentes, incluso más ricas y más divertido de hacer”. De todos modos, asegura a Página/12 que el espacio a veces también funciona como escenografía, pero que eso no significa que vaya a modificarse la mirada que el creador tiene sobre la danza. “Puedo estar haciendo lo mismo sobre un escenario a la italiana que en el balcón de la casa de Victoria Ocampo. Plantear una mirada diferente sobre la danza depende más de una voluntad heroica que de la decisión de trabajar en un espacio no convencional”, sostiene.
Con la participación de Luis Biasotto, Edgardo Castro, Joel Ledesma y la misma Acuña, en Pequeña Troya, trabajo que la directora se encuentra presentando durante el ciclo, los espectadores ven a través de un vidrio lo que sucede en el balcón de la casa sin escuchar nada de lo que sucede ahí dentro, como si fuera una pecera. Lo interesante es que los actores tampoco escuchan lo que toca el músico que está dentro de la casa, por lo que algunos deambulan desorientados “e intentan reproducir acciones perdidas en el tiempo”. Dice Acuña que entre todas las posibilidades arquitectónicas que ofrece la casa eligió el balcón porque “hay algo de la naturaleza que se mete en la casa por ahí, al igual que por la pieza, y que permite ir desde lo más narrativo a lo más abstracto sin ningún tipo de prejuicio”.
Por su parte, Mayra Bonard se decidió por el patio, por encontrarlo muy “lúdico” y apto para “hacer quilombo”. “Hay piedras que levantan polvo, un camino, cactus enormes, árboles, una terraza y una manguera. Todo eso permitía la aparición de lo salvaje como respuesta a una colocación de los intérpretes muy meditada y diseñada previamente por mí”, cuenta la creadora del mítico grupo El Descueve, que para esta casona creó Selección natural. A esa intervención la define como “un pequeño film con imágenes que son como hechos poéticos, cargados de belleza y sentido”. Asegura que con este proyecto se volcó hacia una danza “muy espontánea, al borde del baile casual”. Los performers encargados de llevarlo a cabo son Damián Malvacio, Rocío Mercado y Federico Fontán.
Por último, O(h)campo, el “recital coreográfico” que presenta Marina Sarmiento (del grupo Km 29) tomando en cuenta el mito de Victoria Ocampo, sucede en el segundo piso de la casona, especialmente en la biblioteca. “Lo que más me llamó la atención de la casa son las dimensiones funcionales y diferenciales entre el espacio público, el área de servicio y el espacio privado, las terminaciones y la vinculación entre el adentro y afuera que la diferencian claramente de las casas de alrededor”, sostiene la coreógrafa, que, como en sus trabajos anteriores, explora aquí la relación entre pasado y presente. A partir de una lectura introductoria sobre la escritora que fue propietaria del lugar, cuenta Sarmiento que se interesó en el vínculo directo entre la razón y la emoción que Ocampo expresaba sobre todo en sus escritos autobiográficos, y que desde ahí desarrolló su trabajo, que lleva a cabo con la cantante francesa Myriam Henne-Adda.
“Lo interesante es que los tres trabajos tienen ideas y planteos diferentes entre sí y eso hace que el ciclo ofrezca múltiples miradas posibles para la danza contemporánea”, desliza Sarmiento, para quien “el público que convoca la casa es súper específico y muchas de las personas que se acercan no suelen ver este tipo de búsquedas, lo cual es más interesante aún”. Bonard coincide, y dice que “es todo un reto estar muy cerca de la gente”, ya que los ambientes de la casa son mucho más íntimos que una sala teatral. “El cuerpo en sí mismo es muy poderoso. Compartir el espacio de ese modo es una experiencia única tanto para el público como para el performer”, asegura la bailarina, que opina que actualmente en el arte no hay mucha transgresión y que los ciclos que ofrecen estas posibilidades son muy necesarios porque, “más allá de la razón, somos cuerpos que piden a gritos revelarse, abrirse hacia la percepción”.
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