Jueves, 18 de diciembre de 2014 | Hoy
DANZA › DIANA THEOCHARIDIS HABLA DE IR, EL ESPECTáCULO QUE SE ESTRENA HOY
La coreógrafa y bailarina decidió utilizar “un infinitivo que no tiene un sujeto determinado” para titular su nuevo espectáculo, sólo cuatro funciones en la Usina del Arte. Y sigue pensando que “es necesario darle una entidad y un estatuto propios a la danza”.
Por Paula Sabatés
“El movimiento en su estado más puro. No importa quién lo realice. Tampoco importa cuándo.” De ese modo describe Diana Theocharidis el verbo Ir con el que tituló su nuevo espectáculo de danza y música, que se estrena hoy. Esa palabra, “un infinitivo que no tiene un sujeto determinado”, le bastó a la coreógrafa y bailarina de larga trayectoria en la Argentina y el mundo para resumir esta obra concebida para dos bailarinas y un guitarrista, que tendrá sólo cuatro funciones por este año. En ella, la también responsable del área de danza del Fondo Nacional de las Artes está en escena junto a la bailarina Alina Marinelli y el músico Pedro Chalkho. Se presentarán hoy y el domingo, a las 19, y mañana y el sábado, a las 21, en la Usina del Arte (Agustín R. Caffarena 1). La entrada será gratuita.
Con esta pieza, que además de la guitarra eléctrica de Chalkho incluye composiciones del músico argentino Pablo Ortiz, Theocharidis cierra un año de mucho trabajo, durante el cual realizó coreografías que se presentaron en Italia, Croacia, Noruega, Grecia y Polonia. Pese a que no suele bailar sus propias coreografías, en Ir se sube al escenario porque, dice, sintió la necesidad “de hacer alguna presencia”. “Es un trabajo muy simple entre una bailarina y un guitarrista. Ella va al encuentro de alguien y él va cambiando su registro a cada rato. Luego hay una tercera persona, que soy yo, que hace un movimiento puro, pero que no se sabe bien a dónde va. Es un encuentro entre universos distintos pero crean una misma textura”, define la artista a este nuevo espectáculo, que planea reponer el año próximo.
–Ir... ¿hacia dónde?
–Puede ser hacia el futuro, hacia el pasado, hacia alguien, no importa. Ir es lo que posibilita el movimiento, lo que lo produce. Es un verbo que habla del movimiento puro, que es una corriente donde puede haber distintas direccionalidades en relación con el tiempo. Por ejemplo, desde la música trabajamos con la memoria de algunas músicas que escuchábamos con Pedro, el guitarrista, en el pasado, tal como la música de rock. Eso habla un poco del poder de la música de asociarse con experiencias íntimas, que es algo que se ve en la obra.
–Estrena esta obra en el medio de Cifra 2, su anterior espectáculo y Cifra 3, uno que presentará en febrero. ¿Es algo casual o encuentra alguna relación entre los tres trabajos?
–No es casual porque para mí la obra es una sola. No es que yo hago una obra y después hago otra y después otra. Es como en la pintura, aunque allí se ve más evidentemente. Los mismos materiales con los que trabajo se van trasladando, y por eso siempre trabajo con preguntas o métodos de trabajo similares. En este caso, en Cifra 2 todo estaba alrededor de las relaciones entre dos, que podían ser uno con su pasado, uno con su sombra, uno con su imagen, o cualquier juego que se diera en relación con ese número. En Cifra 3, que estrenaré en el Festival Música Nova, en Helsinki, se da lo mismo pero en trío. Y en esta obra hay algo que está como en el medio del dúo y el trío, porque la relación más fuerte y la acción escénica se dan entre la bailarina y el músico, pero también estoy yo, que represento una especie de presencia.
–¿Qué cosas la inspiran a la hora de pensar sus obras?
–Desde hace muchos años estoy en contacto con lo que se hace en danza, tanto acá como en el extranjero. Eso me gusta porque me permite estar embebida en lo que hacen mis colegas y no sólo de lo mío. De todos modos, tanto en el Fondo Nacional de las Artes como en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, donde también trabajé, siempre la danza estuvo muy cruzada con otras disciplinas, sobre todo con la música, por lo que mis influencias no son solamente los coreógrafos o maestros de danza, sino también los compositores y profesores de música, y diría que casi al mismo nivel de importancia. Por otro lado, los estímulos a veces también son lecturas o conversaciones con artistas, que es algo muy rico también porque permite intercambiar nociones sobre la estética y el arte. Y también, sin dudas, me influye la experiencia de trabajar con bailarines de otras nacionalidades, que tienen cuerpos, conceptos y culturas tan diferentes de mi universo.
–El año pasado dijo a este diario que la danza era una disciplina desprotegida. ¿Lo sigue pensando?
–Es que lo es históricamente y por esencia. La danza es un arte más frágil, partiendo de la base de que casi no hay registros porque se considera que no hay escritura, como en el teatro o la música. Hay poco estudio sobre la disciplina, y la mayoría de las cosas que se han hecho en los siglos pasados se ha perdido. Pero en la danza sí existe escritura, porque existe la obra, lo que se está haciendo. Y afortunadamente, cada vez son más los países que están tomando conciencia de eso. De que es necesario darle una entidad y un estatuto propios a la danza.
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