En un momento, a Susana González Gonz le cambió la vida. Ahora ella cambia vidas de otros. Trabajaba como profesora de gimnasia artística y de expresión corporal hasta que una tragedia familiar –de la que prefiere no hablar, porque ya ha hablado mucho– alteró su rumbo. A mediados de los noventa, luego de cruzarse con una alemana que fue su mayor influencia, fundó en la Argentina la primera compañía de danza integradora, que funciona hasta el día de hoy y que está presentando el espectáculo ¿Quién es quién? La compañía se llama Grupo Alma. Personas en sillas de ruedas danzan junto a bailarines que no lo están. “Sí. Cambio vidas”, admite González Gonz. Se le quiebra la voz. Todo el tiempo está a punto de llorar. Pero no es de tristeza; es de emoción. “Es tan verdad todo. Tan sincero. Todo el tiempo agradezco. Es fuerte para mí. Lo que me sucede a mí y a los otros. Soy un canal que abre puertas a vidas nuevas. Me da orgullo haber tenido esta posibilidad, haberme dado cuenta y tomado conciencia. Cuando doy, lo que recibo es inmenso.”

Para tener una idea de los resultados del enorme trabajo de González Gonz es interesante el texto que firma Aixa di Salvo –una de las bailarinas de ¿Quién es quién?– en el blog de la compañía. En el escrito, ella cuenta que un accidente la dejó en silla de ruedas a los doce años. “Me recuerdo enfrentándome en el espejo, intentando mover la silla y mi cuerpo al mismo tiempo para bailar, pero ya no era lo mismo: éramos dos cuerpos por separado que juntos no funcionaban.” Una vez que terminó el colegio estudió Ciencias Económicas, pero no estaba a gusto en un ámbito “carente de emociones, de expresión y de creatividad”. Necesitaba conectarse de nuevo con los sueños que había tenido desde niña. Entonces, la danza integradora llegó a su vida. “Me despertó de haber estado mucho tiempo dormida. Me ayudó a manejarme con mayor libertad. Perdí la vergüenza de manejar mi silla en la calle. Y recuperé la intensidad del abrazo. Hubo días en los que me cuestioné si un abrazo mío era tan poderoso como el que se dan dos personas estando de pie. Me llevó a reconciliarme y sincerarme conmigo, a sentir a mi silla como parte de mi cuerpo. Tengo plena conciencia de que separadas no funcionamos. Por eso la quiero, la cuido, la respeto y exijo que la respeten como a cualquier otra parte de mi ser.”

Un día de la década del noventa, después de conocer a la doctora alemana Gertrude Krombholz, González Gonz se subió a una silla de ruedas y cayó en la cuenta de que se podía bailar. “Yo era igual que los demás: pensaba que la silla era un lugar de enfermedad, limitación, dolor, imposibilidad, tristeza. Una vez vi un niño en una cama sin brazos ni piernas. Diez años tenía. Nadie está exento de que le pase algo así. Ellos somos todos”, dice. Cuando descubrió que la discapacidad no era un impedimento para el baile, quiso decírselo al mundo, a un mundo tan hostil para el que no tiene las mismas oportunidades. El lenguaje que eligió, hasta entonces, era privativo: la danza estaba reservada, al menos en este país, para los cuerpos perfectos. Fundó la compañía y fue por más: un taller, una cátedra y un seminario en la Universidad Nacional de las Artes. En el medio, las personas, el descubrimiento. La vida de Aixa. O la de Luciana Galván, que hace tres años, haciendo acrobacia, cayó de una tela. Y hoy está al frente de una de las escenas más jugadas de ¿Quién es quién?, de una cargada de erotismo, que quiebra prejuicios. Como toda la obra.

Un logro del espectáculo es que el abordaje de una problemática social y la calidad artística van de la mano. A González Gonz le importa resaltar eso. Desea que la obra sea considerada como cualquier otra, que sea tenida en cuenta para festivales y ciclos. La temática del espectáculo pareciera ser, justamente, el prejuicio. Todas las escenas, que ilustran diferentes situaciones, son caras de la misma moneda. “Valoramos la diferencia y formamos una unidad. La obra tiene un desarrollo que tiene que ver con que todos somos iguales y diferentes. Aparece el tema del poder, que aquí lo tienen los que tienen las sillas. Hay un empoderamiento, al revés de lo que pasa en la vida. Aparecen el amor, el juego, lo cotidiano como ponerse una ropa. La ayuda, el ‘dejame que te vista’. Una oficina, una mesa de laburo. El tema final tiene que ver con la complicidad: somos diferentes, tenemos distintos colores, nos complementamos, nos ayudamos. Es un nuevo paradigma, una nueva impronta, de una educación liberadora, de un arte sin barreras. Y de la complementariedad con el otro para crear vínculos amorosos”, concluye González Gonz.

“En un comienzo, los bailarines que no están en sillas de ruedas estaban más tensos que los que sí. Pese a haber bailado en muchos lugares, de conocer muchas técnicas, tuvieron que reaprender. ¡Parecían ayudantes terapéuticos! En cambio, yo parto de esta idea: les digo que agradezcan su caudal. La tarea es ponerse en el lugar del otro, empáticamente. La unidad en la diversidad se enriquece cuando todos son al máximo lo que tienen”, analiza la directora. El elenco de ¿Quién es quién? lo integran, además de Di Salvo y Galván, Josefina Reyes, Majo Benítez Coll, Matías Ramírez y Daniel Catebra. Las coreografías son de González Gonz y de Cecilia Zenobi.

La obra se presenta por dos domingos más en el Teatro El Cubo (Zelaya 3053). Los talleres en la UNA son los sábados de 10 a 12 y están pensados para adolescentes y adultos. En agosto comenzará una cátedra abierta a la comunidad, en la misma casa de estudios. Y finalmente, desde el 5 y hasta el 8 de agosto, hay un seminario para profesionales que quieran conocer más sobre este revolucionario modo de bailar. Toda la información sobre las actividades se encuentra en www.danzaintegradora.com.ar