Lunes, 2 de octubre de 2006 | Hoy
DANZA › JULIO BOCCA CON ELEONORA CASSANO EN EL OPERA
El espectáculo Adiós hermano cruel, que Bocca presenta junto con el Ballet Argentino, vuelve a otorgarle protagonismo al relato y hace de los bailarines verdaderos intérpretes.
Por Alina Mazzaferro
El ballet nació para contar historias. Esa era su premisa en su origen cuando, sin palabras, un cuerpo de baile narraba las desventuras de nobles príncipes y bellas princesas, con pasos de baile pero también con un código gestual mediante el cual se podían explicar situaciones y entablar diálogos con sólo mover los brazos (aún se puede reconocer dicho “código de señas” en los ballets clásicos). Con el paso del tiempo la técnica le fue ganando lugar a la expresión actoral y la danza se volvió cada vez más abstracta, olvidándose de su rol de cuentacuentos para poner el acento en el virtuosismo técnico o la innovación coreográfica. Adiós hermano cruel, la pieza que Julio Bocca y Eleonora Cassano estrenaron el pasado fin de semana en Córdoba y que a partir del viernes pasado llegó al Teatro Opera, vuelve a otorgarle protagonismo al relato y hace de los bailarines verdaderos intérpretes, actores que se expresan bailando. De este modo, Bocca logra, en una de sus últimas producciones antes de su retiro en diciembre de 2007, mostrar su mejor faceta: la de aquel que baila con una intención, con locura, coraje o pasión. Porque, si bien Adiós hermano... cuenta una historia de amor, al igual que los ballets románticos tradicionales, se diferencia de éstos en un punto esencial: aquí el amor no se demuestra mediante un arabesque o un port de bras. Los amantes son reales, se funden en un abrazo, se desgarran las vestiduras, hacen el amor y, una vez muertos, no se preocupan por estirar los pies.
Basado en el film de Giuseppe Patroni Griffi que lleva el mismo nombre, a su vez inspirado en el drama isabelino Lástima que sea una puta de John Ford, Adiós hermano... se estructura como una tragedia clásica. En la ciudad de Mantua, durante el Renacimiento, dos hermanos –Marco y Lucía en esta versión, Anabella y Giovanni en la original– se reencuentran luego de diez años y descubren que el profundo cariño que se tenían en la infancia se ha convertido en un verdadero y tormentoso amor. Freud no había escrito aún acerca del complejo de Edipo o el origen de la civilización cuando el autor isabelino, contemporáneo de Shakespeare, ya tejía esta trama, como antes lo habían hecho los griegos, que condenaba a los amantes emparentados a la muerte.
Este argumento dio rienda suelta a Ana María Stekelman, quien mostró su costado más lírico en una coreografía que combinó elementos clásicos con otros contemporáneos, aunque con el espíritu de los primeros. Los números grupales recordaron a las danzas de carácter, el tradicional toque de color en todo ballet clásico, mientras que los solos y dúos permitieron a los bailarines lucirse no sólo en su técnica, sino también actoralmente. Así, el público obtuvo lo que esperaba: un Bocca entregado a la pasión y la locura, la cual expresó mediante sus veloces deboullés, en un solo que interpretó con un pañuelo color rojo escarlata, premonitorio de la futura tragedia. Mientras tanto, Cassano mostró su faceta más juvenil, correteando cual niña en escena, jugando con los pesos de su cuerpo como con sus pretendientes. La perlita de la obra fue el último cuadro del primer acto: un pas de deux coreográficamente impecable, en el cual Marco y Lucía se amaron con locura al son de una furiosa tormenta. La revelación de la noche fue el grupo de niños, compuesto por cuatro pequeñas promesas de la danza (Valentín Fernández, Vanesa Echezarreta, Emanuel Amuchátegui y Federico Fernández), que bailaron con agilidad y entrega una suite que por momentos recordó las puestas de Balanchine. Asombrosamente, los petits Marco y Lucía y su pandilla de amigos se llevaron tantos aplausos como los protagonistas que interpretaron a esos mismos personajes de adultos.
No es la primera vez que los relatos de la literatura y el cine son retomados por el ballet. Ejemplos de estas transposiciones son Carmen y Romeo y Julieta, historias de amores prohibidos que tienen puntos de contacto con Adiós hermano..., tanto por algunos de sus núcleos temáticos como por esa forma de representación “realista”. Tal vez Adiós hermano... no sea la mejor creación para mostrar el virtuosismo técnico de un Bocca, cuyo cuerpo aún no siente el peso de sus cuatro décadas de vida. Aquí, la protagonista es la historia y todo el cuerpo de baile trabaja para contar sus encuentros y desencuentros y todas sus vicisitudes, y atrapar con su drama tanto al balletómano como al curioso que, motivado por ver al gran bailarín argentino por última vez, se inicia como espectador de danza.
8-ADIOS HERMANO CRUEL
Intérpretes: Julio Bocca, Eleonora Cassano y el Ballet Argentino.
Coreografía: Ana María Stekelman
Guión: Elio Marchi, basado en Lástima que sea una puta, de John Ford.
Música: Lito Vitale
Vestuario: Renata Schussheim
Escenografía: Tito Egurza
Iluminación: José Luis Fiorruccio
Dirección: Julio Bocca
Lugar: Teatro Opera, Corrientes 860.
Funciones: 29 y 30 de septiembre y del 1 hasta el 15 de octubre.
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