Viernes, 28 de enero de 2011 | Hoy
VISTO & OIDO
Uno de los grandes mitos de la literatura moderna tiene que ver con la figura de J. D. Salinger: que era ermitaño o peor, huraño, intratable, un completo enajenado insoportable, un cascarrabias crónico. Algo de eso ha tenido, pero el hallazgo de la correspondencia que mantuvo con un amigo inglés agrega que, además, disfrutaba de las hamburguesas, de la televisión, del tenis y de Los Tres Tenores. Las cartas entre Salinger y su amigo de la juventud Donald Hartog entre 1986 y 2002, sobre temas bien mundanos, además revelan que no siempre estuvo recluido en New Hampshire, sino que en sus años de ostracismo viajó al Gran Cañón de Colorado, las Cataratas del Niágara y varios sitios de Europa. Fotos, eso sí, no hay.
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