Vie 04.12.2009
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CULTURA › SEGUNDA MUESTRA DE LA ASOCIACION CIVIL YO NO FUI

La liberación a través del arte

Artistas de la cárcel de Ezeiza presentarán hoy en el Centro Cultural Rojas las fotografías y los poemas que realizaron durante el año. La propuesta continúa mañana e incluye recitales, proyecciones y una feria de productos artesanales.

Son mujeres que encuentran una liberación a través del arte. Pero –y he aquí la explicación por la cual el término “liberación” debe entenderse en su sentido más estricto– tienen una particularidad: están presas. Hoy, a partir de las 18, las artistas de la cárcel de Ezeiza presentarán en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038) las fotografías y poemas que realizaron en el año. La propuesta continúa mañana e incluye recitales, proyecciones y una feria de productos artesanales.

Se trata de la segunda muestra de Yo no fui, una asociación civil que busca acompañar a las mujeres dentro y fuera de la cárcel, con talleres de serigrafía, poesía y fotografía, entre otros. El proyecto comenzó hace cinco años con el taller de poesía a cargo de María Medrano, en la Unidad Penitenciaria 31. Pero la liberación de algunas internas amplió su alcance, con la aparición de necesidades más concretas. “Salen y no hay trabajo”, recalca la escritora a Página/12. Por eso, además de la exhibición de un inmenso mural con 31 fotos y la presentación de un fanzine con producciones literarias de las internas, la exposición ofrecerá al público cuadernos artesanales, ropa, tejidos y telares elaborados por ellas y por mujeres que ya recuperaron la libertad. Y entre los músicos invitados se encuentran Tomi Lebrero y Valeria Cini.

Con apoyo del Ministerio de Desarrollo Social, el Centro Cultural de España y el Fondo Nacional de las Artes –entre otras instituciones culturales–, funcionan en el penal de Ezeiza nueve talleres de arte y de capacitación en oficios, dirigidos cada uno a entre diez y quince personas. Afuera, el proyecto tiene sede propia: un cubículo colorinche en el barrio de Palermo, que aguarda a las mujeres que salen. Medrano explica que “la intención es acompañarlas en todo el proceso de recuperación de su libertad”.

El adentro

“Cuando se acercaban al taller de poesía, muchas mujeres me decían que venían para no olvidarse de las palabras”, recuerda Medrano. Según ella, “el sistema penitenciario se apoya en la destrucción de la individualidad de las personas”. De manera que el arte funciona como contragolpe. Un “pedacito de libertad”. Semanalmente, Medrano propone a las internas lectura y creación. Los primeros trabajos fueron compilados en una antología que lleva el nombre de la asociación, en 2005, con una segunda edición ampliada dos años más tarde, y ahora preparan un tercer libro.

La musa de Liliana Cabrera es la tristeza, cuenta. Fascinada con su participación en el taller del penal, se ofrece para entonar algunos de sus versos que, llamativamente, poco tienen que ver con el encierro. “Pasé por diferentes etapas, antes relacionaba todo con lo que vivía acá. Ahora puedo explorar por otros lados”, analiza. “María me regaló la posibilidad de expresar lo que siento esté donde esté, si tengo un lápiz y un papel. Afuera me interesaban otras cosas. Todo sucede por algo. Encontrar esto fue un oasis.”

La “fuga” también es posible con el taller de fotografía. Este año, las internas descubrieron la técnica estenopeica, con cámaras artesanales diseñadas por ellas. Como en la cárcel no hay espejos, participar de esta propuesta es la posibilidad de verse a sí mismas. “Generalmente vamos al patio. Se sacan fotos ellas o a sus hijos y se las mandan a sus familias”, cuenta Guadalupe Faraj, coordinadora de la actividad con Alejandra Marín. “Hacen cosas increíbles, de una carga alucinante”, recalca.

El afuera

Cuando, en los inicios del proyecto, las integrantes de los talleres comenzaban a salir, se encontraban con una realidad compartida. La falta de trabajo, los prejuicios del pensamiento colectivo y una necesidad de contención. “No hay apoyo del Estado. Costó mucho conseguir el primer subsidio”, agrega Medrano. Por todos estos motivos, siguieron juntándose. Y además, porque “pensaban en sus compañeras presas”, recuerda. Con un pie adentro y otro afuera del penal, Yo no fui busca conectar ambos mundos.

En esta intersección hay personajes cruciales, como Ramona Leiva, que conoció la serigrafía en prisión a través de taller La Estampa y que hoy es coordinadora en la Unidad 3. “Es muy fuerte entrar, cruzar el pasillo y no estar vigilada”, expresa. Lo que logró es reconstruir su presente, pero sin negar su pasado. “Uno es una bola de amor. Yo lo tuve contenido durante cuatro años. Ahora lo pude sacar y lo vuelvo a entrar. Pensar que yo no sabía nada de arte. Todo lo conocí ahí”, recuerda.

Para Medrano, el trabajo de Leiva es uno de los emblemas de Yo no fui, porque logra romper ciertos esquemas: “Se supone que una persona que estuvo presa no está habilitada para enseñar y transmitir cosas positivas. De golpe, que una ex detenida entre a una unidad a dar clases provoca un movimiento en la gente del Servicio Penitenciario. Quedan descolocados”.

Para quienes están adentro, el encierro es menos duro porque saben que afuera hay gente esperando. “Nos sentimos contenidas porque las chicas también están cuando salimos”, se alegra Cabrera. “Sé que cuando me otorguen las salidas transitorias voy a ir al taller. Yo acá trabajo de costurera. Pero mi idea es dedicarme a la serigrafía”, anhela Lilia, también de la Unidad 31.

Compuesta en su mayoría por detenidas, la ONG está igualmente abierta a quienes quieran incorporarse. De adentro y de afuera, claro. Carlos Ponce, por ejemplo, de la Unidad 19, aprovecha sus salidas para confeccionar cuadernos. “Me brindaron mucha confianza. Quizás no haga esto nunca más, pero le doy un valor enorme”, sostiene.

La realidad es que “Yo no fui no es una empresa que da trabajo”, aclara Medrano. No alcanza a suplir algunas ausencias porque “no hay fondos suficientes”. Entonces la idea es “dar una capacitación, ayudar a la gente para que después pueda volar”. De todas maneras, el verdadero objetivo es más profundo: “Que la gente pueda mirarse desde distintos lugares, experimentar percepciones diferentes de sí misma”. Y para Medrano, ése es el efecto de un “movilizador” que todo lo puede: el arte.

Informe: María Daniela Yaccar.

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