CULTURA › LA PRESENTACION DE LA NUEVA GRAMATICA ESPAÑOLA, OBRA FUNDAMENTAL
En la Academia Argentina de Letras, Sylvia Iparraguirre, Pedro Luis Barcia, Alicia María Zorrilla y Alberto Díaz analizaron el volumen de 3885 páginas, “un retrato actual del español de todas las áreas lingüísticas con sus variantes geográficas y sociales”.
› Por Silvina Friera
El documental podría titularse El día que América entró al diccionario, una creación colectiva protagonizada por los hispanohablantes del mundo. El ladrillo anaranjado, “maravilloso artificio de la lengua”, pesa cinco kilos, tiene 3885 páginas y descansa, en perfecto equilibro, sobre la mesa de una de las salas de Academia Argentina de Letras. La Nueva Gramática Española (NGE), consensuada por las veintidós academias que integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, es un acontecimiento cultural y político excepcional para los 400 millones de personas que hablamos “el suntuoso, caprichoso, amplio de horizontes, a veces secreto y ambiguo, español”, como lo define la escritora y lingüista Sylvia Iparraguirre durante la presentación de los dos volúmenes –la primera que se realiza en Hispanoamérica–, que acaba de publicar Espasa Calpe, junto a Alberto Díaz, en representación de la editorial; Alicia María Zorrilla y Pedro Luis Barcia. La más extensa y pormenorizada de las gramáticas hasta ahora publicadas se hizo rogar casi un siglo, en rigor 89 años. La anterior, de 1931, reproducía la edición de 1920. Hay que pegar un gran salto hacia atrás hasta llegar a 1771, fecha en que se publicó la primera gramática.
La empresa permite coquetear con una referencia bíblica, más cuando la NGE, presentada la semana pasada en Madrid, es un texto que pretende conjugar tradición y novedad. La primera piedra sobre la que se construyó este monumental mamotreto, que pronto tendrá su versión para la cartera de la dama, el maletín del caballero y la mochila del estudiante, se colocó en Puebla (México), en 1998, en el XI Congreso de la Asociación de Academias. Por iniciativa de Chile se decidió, como repasa Iparraguirre, “impulsar una edición que debía elaborarse de manera colectiva y consensuada, abordando la descripción gramatical tanto del español que compartimos todos los hispanohablantes como de aquel que nos diferencia”. El académico español Ignacio Bosque, a cargo de la coordinación, es el pastor de gramáticos y de gramáticas –tarea un tanto almodovariana que se sospecha puede provocar más de un ataque de nervios–, el padre de la criatura que abarca nuestra lengua en toda su extensión y en su vasta heterogeneidad.
La NGE es “un retrato actual del español de todas las áreas lingüísticas con sus variantes geográficas y sociales”, advierte Iparraguirre. La escritora recuerda la seducción que el lenguaje ha ejercido en la historia de la humanidad, desde los griegos (los primeros en reflexionar sobre el lenguaje), pasando por el ingreso a escena de Ferdinand de Saussure en el siglo XX, hasta Noam Chomsky. “La gramática es una posesión colectiva, la más democrática de todas, ya que nuestra lengua materna nos la procura en los primeros años de nuestra vida”, postula. “Lo sepamos o no, seamos cultos o apenas alfabetizados, incluso si somos analfabetos, poseemos la gramática de nuestra lengua, las reglas que efectivizan y hacen posible la comunicación”, plantea la autora de El país del viento. “Los usuarios, los que usamos la lengua, la reinventamos constantemente, somos los agentes del cambio. Los cambios suceden porque la lengua es algo vivo, al servicio de la comunicación humana, una creación en perpetuo movimiento cuya plasticidad le permite adoptar palabras de otras lenguas, asimilar palabras nuevas de la ciencia y la técnica, crear neologismos, producir cambios fonológicos.”
¿Qué es una gramática para un escritor?, se pregunta Iparraguirre. “Me gusta imaginarla como una delicada estructura de cristal, en apariencia frágil, pero férrea en su organización, que nos lleva de paisajes de extraordinaria transparencia a otros de rara ambigüedad, donde a veces se tocan límites, ciertas regiones peligrosas donde el sentido inasible de las proporciones y hasta de las mismas palabras se da vuelta como un guante, se esfuma como un fantasma de niebla, o brilla en un sentido inesperado”, explica la escritora. La sentencia de uno de los milenarios Upanishad, libros sagrados de la India, “no preguntes qué es el lenguaje, conoce al que lo habla”, le calza como anillo al dedo del análisis de Iparraguirre. “Esta Nueva Gramática sabe qué es el lenguaje español, pero ha abierto el oído a quienes lo hablan, contempla lo que Hispanoamérica es esencialmente en su cultura y en su lengua: unidad en la diversidad”.
Díaz, de Espasa Calpe, señala que la NGE es “una obra que integra la unidad del español y sus múltiples variedades, constituyendo una muestra de la política lingüística panhispánica que impulsa desde hace más de una década la Asociación de Academias”. El editor cuenta que los dos volúmenes de lujo, con tapa dura y estuche, están dedicados a la morfología y la sintaxis. Esta épica de la gramática panhispánica se completará el próximo año con un tercer volumen sobre fonética y fonología, que contará con un DVD a modo de bonus track. La Nueva Gramática se publicará en tres versiones. La de referencia, que acaba de lanzarse; un Manual de 750 páginas, que se publicará en marzo de 2010 y se presentará en Valparaíso (Chile) como parte de las actividades del V Congreso Internacional de la Lengua Española, y una gramática básica de 250 páginas en formato bolsillo, pensada para el gran público y adaptable al ámbito escolar.
Zumba Barcia, zumba siempre con su estilo descontracturado. Dice, para aguijonear con su ironía, que la gente se suele confundir y por radio lo presentan como el presidente de la Real Academia Argentina. “Es cierto; somos reales, otras academias son virtuales.” El presidente de la Academia Argentina de Letras, testigo del lanzamiento de “la naranja gramática” en Madrid, la semana pasada, revela que el rey Juan Carlos se emocionó sensiblemente porque “era consciente de que había pasado casi un siglo sin la elaboración de un texto básico para el código de la lengua y por la incorporación de toda América a esta elaboración común”, interpreta el académico. A Zorrilla, la mujer que se jacta de tener el mejor de los fetiches, nada menos que la primera edición de la gramática de 1771 –para envidia de unos cuantos maliciosos que anhelan saquearle el ejemplar no bien se distraiga–, le tocó revisar las 3885 páginas para la corrección final. “De modo que si ustedes ven algún rasgo de agotamiento, se genera precisamente por esto”, afirma Barcia mientras dirige su mirada al ladrillo.
Barcia dice que esta primera gramática panhispánica muestra de qué manera entró América en el diccionario. “La gramática se ha enriquecido gracias a la presencia americana. Es una obra colegiada y consensuada, un buen modelo para lo social y lo político”, glosa el académico. “Plasmar 3885 páginas de consenso es un modelazo para la vida política y social de cualquier país; es una lección que va más allá de lo gramatical.”
Los cinco kilos de materia gramatical, según Barcia, dan como resultado un tratado de índole descriptiva y normativa, una obra “policéntrica” en la que se destaca el valor regional de cada una de las manifestaciones de los hablantes “en toda esta gran polifonía que es el mundo panhispánico”. Barcia comenta que la Constitución Nacional Argentina de 1994 tiene más de 200 fallas gramaticales. Con “frases agresivas” destinadas a aquellos que no atienden la lengua, a los ministros y gobernantes, el académico subraya que está probado que las palabras ayudan a pensar. “En la medida en que la lengua es diálogo, abre posibilidades de consenso y garantiza el futuro de la gobernabilidad y la convivencia.”
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