Lunes, 22 de marzo de 2010 | Hoy
CULTURA › ANTROPóLOGOS FRENTE A LOS DESAFíOS DE LA ALDEA GLOBAL
Marián Moya, Carlos Reynoso y Jorge Miceli reflexionan sobre el aterrizaje de las ciencias sociales en la era digital. Y dan por tierra con la idea de que la revolución tecnológica sigue un patrón lineal y evolutivo, con perspectivas auspiciosas en la búsqueda de equidad.
Por Facundo García
Este año se estrenará The Social Network, un film sobre la creación de Facebook dirigido por David Fincher (Seven, The Game, Fight Club). Por lo que trascendió, la película contará cómo un grupito de jóvenes sin amigos y con menos sex appeal que una marmota terminó inventando uno de los fenómenos de la década. Si la historia fue realmente así, es algo que está en discusión. Pero el mero hecho de que el planteo suene plausible dispara una batería de preguntas: ¿puede afirmarse que las redes sociales marcan una ruptura en el modo de establecer vínculos? ¿Ayudan a los que están aislados? ¿Fomentan la equidad, o la dificultan? Los antropólogos Marián Moya, Carlos Reynoso, y Jorge Miceli se lanzan de cabeza a una charla que desafía lugares comunes, anticipa lo que puede venir de acá en más y, de yapa, intenta develar cómo será el aterrizaje definitivo de las ciencias sociales en la era digital.
“Los cambios fueron un baldazo de agua fría hasta para los autores de ciencia ficción –se anima Reynoso–. Prácticamente nadie anticipó la Web. Es más: las computadoras personales iniciaron su auge a mediados de los ochenta, y por esa misma época la antropología canónica insistía en reivindicar el ‘contacto cara a cara’ y el trabajo en aldeas exóticas. Justamente lo contrario de lo que precisábamos.” Ante el tsunami informático, se hizo urgente reconocer que en esos reinos pixelados se estaban desarrollando procesos de socialización importantes. Así surgieron los “ciberantropólogos”, “estudiosos de las ciberculturas” o “antropólogos virtuales”; aunque aún hoy no hay acuerdo sobre qué rótulo usar.
Según Moya, la academia todavía no acusó recibo. “En general, Internet no es tenida en cuenta como herramienta para hacer trabajo de campo, y los que se dedican a estos problemas son acusados de ‘no estar comprometidos con la realidad’”, denuncia. El resultado es que demasiadas publicaciones oscilan entre el academicismo guitarrero y la superficialidad camuflada tras una máscara de publicidades encubiertas, que es la tónica en los suplementos tech de los diarios. Para Miceli, “‘red social’ es un slogan con buen marketing que se usa acá o allá. En rigor, casi nadie sabe qué son”.
“La noción de ‘redes sociales’ viene justamente de la antropología. Es un aporte que hizo la escuela de Manchester en la década del cincuenta. Lo insólito es que cuando la web estaba por explotar, alrededor del ’97-’98, estos tipos empezaron a decir que aquella idea era –cito textualmente– ‘un caballo muerto’”, recuerda Reynoso.
–¡Qué macana! Podrían haberse convertido en estrellas de las ciencias sociales. ¿Qué les pasó?
Carlos Reynoso: –Se encontraron con que la estructura de las redes era muy distinta de lo que se suponía. Y acá cuando decimos “red” estamos hablando de algo que no tiene que ver necesariamente con Internet, sino que puede referirse a un conjunto de amigos, de colegas, etcétera. Hasta entonces, había dominado la concepción “aleatoria” de las redes. Se creía que dejaban que te relacionaras de forma relativamente azarosa. Sin embargo resultó que, luego de cierto período, tendían a estabilizarse con unos pocos que tenían mucho y muchos que no tenían nada. Y eso en términos de status, poder económico y muchos otros aspectos.
Se trata del célebre “efecto San Mateo”. El nombre, acuñado por el sociólogo estadounidense Robert Merton, se inspira en el inquietante versículo trece del capítulo diecinueve del Evangelio del apóstol, donde se lee: “Porque a cualquiera que tiene, le será dado, y tendrá más; pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado”.
–O sea que en las redes sociales la horizontalidad sería una ilusión. Son un ámbito donde se construye desigualdad.
C. R.: –Totalmente. Ahí la fórmula para ir “trepando” es relacionarse con el que está en mejor posición que uno. De ahí que se cumplan las “leyes de los mundos pequeños”. Esto es, que la mayoría de los “nodos” –que en el caso de Facebook son las personas– pueden ser alcanzados desde cualquier otro nodo a través de un número pequeño de conexiones. Eso es porque uno no se detiene en los nodos “poco importantes”, sino que jerarquiza y va cortando camino hasta llegar adonde quiere.
Jorge Miceli: –Es importante tener en cuenta eso, porque es muy corriente oír que “la tecnología es democratizante” en sí misma. Por el contrario, se sabe que las redes sociales y la afluencia de información masiva pueden servir –y de hecho sirven– para ampliar diferencias. Hay estudios que demuestran que el bombardeo informativo hace que los que menos saben sepan cada vez menos. Ante información en cantidad, hay sujetos que ven decrecer su capital cognitivo, se marean. Porque recibís la data –y te linkeás con otros– en función de tu condición de clase, de tus herramientas de lectura, etcétera. Entonces se habla de “contactarse a Internet” como si eso fuera necesariamente positivo. Es una estupidez: te contactás rápido, sí. No obstante, es como si plantearas que mirar televisión es bueno per se.
–¿Y cómo se organizan las jerarquías en sites como Facebook, Twitter u Orkut?
C.R.: –Como mencionábamos, se sospecha que las redes, sean reales o virtuales, funcionan más o menos de la misma forma.
Marián Moya: –Las variables que operan fuera del ciberespacio siguen siendo las fundamentales. Cuando los chicos se meten a jugar en el ciber, por ejemplo, se convocan en ese espacio físico y entonces los líderes se mantienen, porque siguen estando ahí, presentes.
J. M.: –Al mismo tiempo, al interior de una red social siempre hay un momento en que se arma una “dinámica de enlaces preferenciales”, donde el que tiene más vínculos tiende a crecer más que los otros. Es el fenómeno que vemos en algunos floggers, con Cumbio a la cabeza. Es como si en un momento la gente se plegara a lo que hacen otros y canjeara su sentido crítico por el deseo de obedecer a la moda, lo que origina estas popularidades “explosivas” que se dan periódicamente.
Hace pocos meses, en su blog Orsai.es, el escritor Hernán Casciari publicó una entrada que tituló “Melancolía de mujeres analógicas”. En el texto, el autor puso en boca de un viejo amigo unas cuantas reflexiones memorables: “¿Te acordás de las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Estelita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para abordarla? Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook. ¿Cuánto tardábamos, en los ochenta, para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar al Día de la Primavera, que alguna se emborrachaba en el parque, o a que te invitaran a una pileta en verano!”. Es cierto, el sacudón 2.0 se deja sentir en la rutina –y en la cama– de millones.
Por lo demás, los estudios recientes han dado por tierra con la idea de que el cambio tecnológico sigue un patrón lineal, evolutivo y único. Miceli reconoce que esta evidencia no lo pone “catastrofista ni apologético”. “Si queremos mejorar Internet, tendremos que tener en cuenta elementos que exceden a la tecnología. Es decir, el vínculo virtual, ¿puede revertir o atenuar las desigualdades que lo preexisten, o simplemente –y dadas estas condiciones– las acentúa? Deberemos responder eso en las décadas que vienen.”
Para refinar el diagnóstico, Reynoso opta por rememorar su paso por Microsoft. “Fui contratado como gurú, para evaluar hacia adónde debían ir. Sin embargo, por más que propusieras modificaciones, la última palabra siempre la tenía ‘la gente de negocios’. Esa es la situación dominante.” “En consecuencia –cierra Moya– lo que vendrá no tiene que ver con desarrollos que ocurran en la Web, sino sobre todo con lo que pase afuera. De última, la relación fundamental es la que se establece entre humanos, no la de los humanos con las máquinas. Si cambian las cosas off line, tarde o temprano podrán cambiar en el ciberespacio. De lo contrario, la tendencia general será seguir reproduciendo adentro las desigualdades de afuera.”
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