Lunes, 20 de septiembre de 2010 | Hoy
CULTURA › TERMINó AYER EN SAN JUAN EL TERCER CONGRESO ARGENTINO DE CULTURA
Durante cinco días, miles de personas alteraron sus rutinas para participar en lo que el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, definió como “uno de los hitos culturales más grandes que se recuerden”. Hubo mesas redondas, charlas y debates de alto nivel.
Por Facundo García
Desde San Juan
Ayer terminó el Tercer Congreso Argentino de Cultura y ahora empieza lo difícil, que será trasladar las conclusiones a hechos concretos. Durante cinco días, miles de personas alteraron sus rutinas para participar en lo que el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, definió como “uno de los hitos culturales más grandes que se recuerden”. Con mesas redondas, debates, algunos puntos fuertes y otros no tanto, la reunión fue un termómetro para medir la actividad en ciertas zonas de la identidad colectiva, y dejó asentada una serie de compromisos cuyo cumplimiento –o no– podrá verificarse en el futuro.
“Cultura y Federalismo en el Bicentenario. Por una cultura federal en el camino hacia la integración latinoamericana” fue el largo título que se eligió para encabezar la edición de este año. Lo primero que se percibía, entonces, era la voluntad de demostrar que el camino hacia la unión tendrá que ir de la mano de un proceso de valorización de las culturas locales; en la convicción de que –como ya lo repetía el viejo Jauretche– “lo nacional es lo universal visto con nuestros propios ojos”.
El ajetreo arrancó el miércoles y modificó de entrada el paisaje de las calles sanjuaninas. Siete mil inscriptos, cinco días y varios litros de vino después, la invitación a formar una “Patria Grande” se había pronunciado decenas de veces. El sueño de un bloque que abarque desde México hasta Tierra del Fuego fue planteado y replanteado; y en ocasiones incluyó –como en el caso de la charla que ofreció el filósofo chileno Patricio Rivas– la posibilidad de considerar en el proyecto a los millones de migrantes latinos que residen en Estados Unidos y Europa. Tanto fue el entusiasmo que hasta se habló de elaborar un emblema para la “meta-nación” en pañales.
Ya en la mañana del cierre, un oído atento podía recopilar conversaciones como la que se dio entre dos señoras en el hall de un coqueto hotel del centro:
Señora 1: –¿Qué te pareció el Congreso, Beatriz?
Señora 2: -–Una desgracia, Mecha. ¡Esto está muy politizado!
Efectivamente, fueron jornadas en que la política ocupó el primer plano. No sólo porque Coscia insiste –acaso basándose en Walter Benjamin– con que “hay que politizar la cultura y culturizar la política” sino porque la mayoría de los ciento treinta y cuatro expositores compartió el diagnóstico de que “éste es el mejor momento de los últimos dos siglos para construir poder continental”. Y la impronta pragmática marcó el paso, a través del énfasis en “no quedarse en los discursos e ir a la acción”. Eso implicó cierto afán por mostrar cifras: según datos oficiales, en 2009, las industrias culturales representaron un 3,5 por ciento del PBI nacional, por encima de rubros como la explotación de minas y canteras, y la pesca.
Hubo asistencia masiva a los recitales al aire libre de Peteco Carabajal, Víctor Heredia, Estelares, Tonolec y La Bomba de Tiempo, entre otros. En el revuelo, los locales tuvieron una presencia protagónica, amén de constituir el 71 por ciento de los anotados para ingresar a las salas. Por las butacas anduvieron, asimismo, cuatrocientos cincuenta y un porteños y bonaerenses, ciento treinta y siete mendocinos y ciento seis formoseños. También se acercaron centenares de correntinos, cordobeses, riojanos y chaqueños. Y se habló de muchos temas, pero vale saludar que se hayan retomado términos que se creían guardados en el arcón de lo imposible. El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, por ejemplo, se animó a analizar el presente de la palabra “socialismo”. “No podemos perder palabras así –dijo–. Debemos tañirlas con respeto, pudor y destreza. Sabemos que los nombres viejos son capaces de encontrar la ocasión de decirse. Necesitamos, eso sí, sabios que sepan cuándo utilizarlos.”
Fue una semana en la que –para felicidad de los taxistas– la ciudad rebalsó de visitantes que iban de un lado al otro en su intento de orientarse por un cronograma por demás abultado. A primera vista, San Juan se muestra pujante, y muchos oradores no esquivaron la suposición de que tal abundancia de recursos podría provenir de emprendimientos mineros que se han instalado en la provincia cuyana, para disgusto de varios. “Yo te regalo el arte y vos largá la minería a cielo abierto”, bromeó el humorista Miguel Rep, cuando en una de sus intervenciones una maestra rural le explicó cómo habían mejorado las condiciones de las escuelas a partir de la explosión de esa industria. Mucho menos paciente se veía el grupo de foristas que leyó las conclusiones finales del Congreso, al advertir que “no existe cultura sin territorio, sin agua y sin tierra”, y que es imprescindible un Congreso Nacional de Pueblos Originarios.
Se repitió, a modo de mantra, que la cultura puede colaborar en el cuidado del medio ambiente, la promoción del progreso económico y la mejora de la calidad de vida, dado que atraviesa transversalmente la vida social. Es difícil evaluar, por citar un caso, el crecimiento del turismo en la Argentina por fuera de los valores culturales que lo motorizan. Tal vez por eso se insistió más de una vez en que es hora de hacer que la Secretaría de Cultura vuelva a tener rango de ministerio. La apertura de conversaciones en ese sentido abre la posibilidad de discutir –más allá de si se precisa o no una entidad más grande– qué tipo de institución conviene fundar. Hubo representantes de los pueblos originarios que sugirieron establecer un “Ministerio de las Culturas”, en plural; y el costarricense Manuel Obregón López anotó en la lista la opción que eligieron en su país, que tiene un “Ministerio de Cultura y Juventud”. Son opciones.
El viernes, la noticia de que el Gobierno había lanzado el canal infantil Pakapaka reforzó la sensación de que se está en una etapa de veloces novedades. En las disertaciones, la Ley de Servicios Audiovisuales emergió como “el cambio cultural más importante desde el retorno de la democracia”. En ese sentido se expresaron Tristán Bauer y Gabriel Mariotto, así como líderes sociales que están aprestando sus equipos para empezar a transmitir con medios de comunicación comunitarios.
Es más: la puesta en marcha de la nueva legislación les dio fuerza a propuestas que vienen pidiendo pista hace rato. La creación de una Ley Federal de Cultura es una de ellas. La jefa de Gabinete de la Secretaría de Cultura de la Nación, Alejandra Blanco, aclaró que “la construcción de esta ley es consecuencia de un cambio de paradigma: la cultura más allá de las bellas artes”. Otras apuestas a futuro son la creación del Instituto Nacional del Libro Argentino y la sanción de la esperada Ley de la Música. No menos impactante fue la presentación de “Pueblo hace Cultura” (www.pueblohacecultura.org.ar), un plan que aspira a potenciar a 3 mil organizaciones comunitarias en la búsqueda de un arte público que vaya más allá de la tutela estatal y las lógicas del mercado.
Desde luego quedaron flotando incógnitas, especialmente en lo que respecta a los cambios que está introduciendo la tecnología digital. Faltaron propuestas que especifiquen cómo hacer para congeniar el derecho de los autores a percibir una retribución por lo que hacen con el derecho de los excluidos a acceder a los productos culturales. La realidad es que hay una generación que creció descargándose películas, libros y discos, y va a ser difícil que con los niveles de pobreza actuales se los pueda convencer de parar la mano y comprar lo que ya es parte de sus códigos de socialización. La titular del Incaa, Liliana Mazure, señaló que “la única manera de que la cinematografía siga moviéndose es organizarse en sociedades de gestión, para que la agenda de las tecnologías no la imponga el mercado”. El problema es que, más allá de las instituciones que reúnen a los autores y directores, hay millones de pobres que tienen su propia concepción de cómo debe organizarse la circulación de canciones y películas. Su posición también merece ser escuchada.
Fue la misma Mazure quien informó que el Incaa está listo para responder a la digitalización, produciendo cientos de horas destinadas a la TV. “Los canales públicos, con la digitalización por satélite, podrán verse en el ciento por ciento del territorio, lo cual nos garantiza un alto margen de llegada que nunca antes tuvimos”, especificó. El Instituto está grabando, sin ir más lejos, todos los Juicios de Lesa Humanidad que se desarrollan en el país. Hasta no hace mucho, la cobertura corría a cargo de la policía.
Más allá del abanico de temas que se tocaron, todo indica que la Argentina doblará la apuesta en lo que a producción audiovisual se refiere. El presidente de Radio y Televisión Argentina, Tristán Bauer, vaticinó que el paso a la norma digital brasileño-japonesa permitirá al Estado tener “hasta dieciséis canales educativos, informativos y culturales que serán recibidos aquí y en países hermanos”. Esto permitirá darle cauce al “volcán de creación que representan los 15 mil alumnos que hay en las escuelas de cine, un fenómeno que supera en proporción a la de cualquier otro rincón del planeta”.
Se exhibieron films como La 21, Barracas, en cuyo rodaje actuaron más de dos centenares de vecinos de la villa porteña. La joya fue, no obstante, la serie de cortos del Bicentenario 25 miradas, 200 minutos, que rescata ideas de varios de los mejores directores nacionales. En forma paralela se realizaron siete muestras en distintos puntos de la ciudad, y la Feria Federal –ubicada en el predio ferial sanjuanino– reunió veinticuatro stands provinciales y un sector de cata de vino adonde varios iban a terminar el recorrido.
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