Sábado, 25 de septiembre de 2010 | Hoy
CULTURA › SE INAUGURó EN FRANKFURT LA MUESTRA NOS TOCó HACER REíR
El clima previo a la Feria del Libro de Frankfurt subió un par de grados con la apertura de una exposición que recorre a los grandes del plumín y el guión de la Argentina. Más allá de algún malentendido, el público alemán exhibe auténtico interés.
Por Cristián Elena
Desde Frankfurt
La cabeza de un burro de cuyo hocico se desprende la consigna “Viva el rey”: esta viñeta de 1924, con el minimalismo demoledor de su mensaje, es el primer antecedente de humor gráfico argentino del que se tiene registro. Es también la primera de las obras expuestas en una larga vitrina que, a modo de columna vertebral, recorre la línea del tiempo y el centro de la muestra Nos tocó hacer reír, inaugurada el jueves en el Museo para las Comunicaciones de Frankfurt. Una exposición que forma parte del nutrido programa de actividades culturales con el que la metrópolis alemana acompaña lo que será el desembarco de Argentina en su carácter de invitada de honor en la inminente Feria del Libro.
Al momento de explicar el nombre –de difícil traducción al alemán– Judith Gociol, una de las curadoras de la muestra, aludió a los aspectos simbólicos que reúne la frase, extraída de una viñeta en la que Inodoro Pereyra da una visión reveladora sobre la división internacional del trabajo. “Ahí hay un chiste, pero también un posicionamiento político sobre la situación argentina en el mundo. A su vez delimita de manera implícita un lugar cultural: el de un país que sale de sus crisis cíclicas también con la ayuda de su cultura, en la cual el humor ocupa un espacio relevante.”
Si bien se podría suponer que, en concordancia con el efecto Bicentenario, el énfasis estaría puesto sólo en la manera en que los procesos políticos e históricos han sido reflejados a través de la historieta y el humor gráfico, un recorrido por la amplia sala y las diferentes áreas temáticas ayuda a dar por tierra con esa suposición. El criterio de selección aplicado ha sido generosamente abarcativo, logrando que todas las etapas de la vida argentina encuentren un correlato gráfico en esta presentación de más de cien obras, entre originales y reproducciones.
Así, Patoruzú y El Eternauta conviven en el mismo espacio, junto a las curvilíneas chicas de Divito y las imponentes caricaturas firmadas por Andrés Cascioli o Izquierdo Brown que solían engalanar las tapas de HUM(r). También dibujantes y guionistas más jóvenes, como El Niño Rodríguez y Max Cachimba, tienen su lugar entre clásicos como Fontanarrosa y Quino. Y es precisamente la figura inmensa de uno de esos clásicos la que espera al visitante al final del recorrido: el sector final de la muestra está dedicado a Héctor Oesterheld, con trabajos a cargo de dibujantes jóvenes, quienes revisitan su obra en lo que Gociol definió como “un acto de reparación de la memoria hacia el más importante guionista argentino de historieta”.
De pronto, una colega alemana descubre a la distancia una caricatura de José Luis Cabezas –cuya trayectoria evidentemente ignora– y pregunta cándidamente si se trata de Maradona. María Paula Doberti, la otra curadora presente, acude a corregir el error, mientras busca algún parecido remoto con el futbolista por el lado de la cabellera. No sería ése el único momento durante la inauguración de la muestra en que ambas responsables debieron intervenir para contener la avidez de información por parte de los periodistas acreditados, ubicando en un marco conceptual e histórico a las distintas áreas que conforman la estructura de la exposición.
La mínima representación femenina (“¿usan la figura femenina sólo para representar a la Patria?”). La cuestión de por qué el peronismo tuvo determinados rasgos en sus inicios, adquiriendo otros con el paso de los años. La pregunta sobre si la problemática de los desaparecidos concernía sólo a la última dictadura o era un efecto de arrastre de las anteriores. Por qué “Malvinas” y no “Falkland”. Un enorme cúmulo de cuestiones sobre las cuales el alemán promedio profesa una modesta ignorancia, pero a su vez deja –con interés evidente– que el mensaje contenido en viñetas, tiras e ilustraciones (a menudo libres de texto) lo libere de la misma.
Consultada sobre el valor de la realización de Nos tocó hacer reír, Gociol no duda en afirmar que “el esfuerzo de haber traído esta muestra hasta acá sin duda vale la pena, y resulta especialmente importante el hecho de que se realice en un país como Alemania, con quien la Argentina comparte el destino de haber sido cruzada por tragedias históricas terribles”. A modo de resumen de los objetivos tácitos que persigue la muestra, destacó finalmente la posibilidad de “aprender un poco más los unos de los otros a través de la historieta”.
¿Puede tomarse a Nos tocó hacer reír como punta de lanza de un arribo de la historieta argentina al mercado editorial alemán? Diberti afirma categóricamente que “el concepto que subyace a la muestra tiene que ver exclusivamente con la difusión del legado cultural; si indirectamente sirviera para despertar el interés de editores alemanes, sería un efecto colateral bienvenido”.
Amurada a un bastidor de un museo alemán estará entonces, durante dos meses, una Mafalda en versión XXL preguntándose a sí misma e interpelando a los visitantes: “Y si lo que nos enseñaron en la escuela...”.
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