Sábado, 25 de septiembre de 2010 | Hoy
MUSICA › CECILIA TODD SE PRESENTA ESTA NOCHE EN EL TEATRO COLISEO
La cantante venezolana propone un concierto dedicado al compositor Otilio Galíndez, fallecido el año pasado. “El supo conjugar sencillez con profundidad, cosa muy difícil de lograr. Decir mucho en pocas palabras es de genios. Igual pasa con su música.”
Por Cristian Vitale
Nació en Caracas, pero para entender mejor algunos secretos de su música –su atmósfera, sus climas, su finura– tal vez urja volar la imaginación hacia El Hatillo, pueblito cercano a la metrópoli de Venezuela donde Cecilia Todd recaló a los 20 años (1971) y vivió casi siempre. Ella ahora lo define como un oasis. “Una zona montañosa llena de vegetación, todo tipo de pájaros y también alacranes... es más, ya me picó uno”, dice y se ríe, como si estuviera tragándose el paisaje por la ventana. “Hay un clima muy sabroso. Durante casi todo el año hace 25 grados y por las noches siempre refresca. Para ser perfecto, sólo le falta que se vea el mar”, sigue, hechizada por su aldea. La Todd, en las puertas de los 60, está en Buenos Aires para mostrar, esta vez, un concierto dedicado al compositor Otilio Galíndez hoy en el Teatro Coliseo (M. T. de Alvear 1125) y no deviene descabellado incorporar ciertas obras del poeta –“Flor de mayo”, “Candelaria” o “Pueblos tristes”– como una extensión musical del aire que respira la Todd, cada mañana. “El supo conjugar sencillez con profundidad, cosa muy difícil de lograr. Decir mucho en pocas palabras es de genios. Igual pasa con su música, es como sentarse, libres, y mirar estas montañas.”
–¿Por qué Otilio, más allá de su amistad con él, y de esta sencillez que acaba de evocar?
–Porque su ternura es infinita. Definitivamente, es uno de los más grandes compositores que hemos tenido en Venezuela. Entrañable.
Una visión menos emocional –imposible y entendible sacársela a su amiga– dice de Otilio Galíndez que nació en Yaritagua, Yaracuy, el 13 de diciembre de 1935 y murió en Maracay, el 13 de junio de 2009. Que fue un poeta y cantautor, que emergió en la música popular venezolana como intérprete del cuatro –mismo instrumento que destaca a su homenajeante– y ha dejado en sus obras un salpicado de aguinaldos, parrandas, valses, bambucos, galerones, joropos y tonadas, que la Todd pasará por su tamiz junto a Jesús Rengel (mandolina y bandola), Leonel Ruiz (piano), Leonardo Vargas (percusión, cuatro y arpa) y Mark Brown en contrabajo. “Digamos, un mix de canciones alegres y canciones intimistas, cada una con su clima, pero no nos vamos a centrar solamente en las obras de Otilio, sino que haremos algunas conocidas, y otras que vamos a estrenar en esta ocasión. Es imposible dejar de cantar las emblemáticas, pero también hay que hacer cosas nuevas”, informa la cantante.
–¿Son las que está guardando en secreto para su próximo disco?
–La verdad es que no estoy guardando ningún secreto, es que tengo ganas de hacer varias cosas y todavía no me he decidido por cuál empezar. De todas maneras, es cierto que no me gusta hablar mucho de lo que voy a hacer porque me parece que se pierde la magia. Siempre espero con emoción el nuevo disco o el nuevo libro de la gente que admiro. Prefiero que sorprendan. Con la comida me pasa igual, me encanta sentarme a la mesa sin saber qué voy a comer.
El próximo disco, entonces, está en una instancia de limbus del que la Todd dejará entrever alguna pieza. Será, por lo pronto, el decimosegundo de una saga que comenzó en 1974 con Embarazada del viento, disco grabado en Argentina, llegó a su punto máximo con Una sola vida tengo (1993) y se compiló, sintético y parejo, en el anteúltimo, también grabado en Buenos Aires (En vivo en Argentina, 2005). “Estoy en un momento muy sabroso, disfrutando cada vez más de lo que hago, con la tranquilidad de saber que he hecho lo que tenía que hacer. Apostar por nuestra música o sea, por Venezuela. Estamos pasando un momento musical muy fértil aquí. Hay una generación de músicos jóvenes que está apostando con mucho ímpetu y esto me parece súper importante. De alguna manera, hay que hacerle frente a tanta música comercial que tiene invadido el mercado”, sostiene.
–¿Y qué pasa con el tratamiento de los medios con respecto a la música popular de su país? ¿Apoyan, ningunean o agreden?
–Lamentablemente, la hostilidad es cada vez mayor. Estamos en guerra, una guerra mediática que tiene un alcance infinito. Hay demasiados intereses en juego. Eso de la ética se ha perdido hace tiempo y todo ocurre por una razón: hoy, en Venezuela, se está atendiendo a todos aquellos que han sido excluidos durante toda la vida. Por suerte, creo que estamos viviendo una época única en Latinoamérica. Nunca hemos estado tan cerca entre los países. Nos une la seguridad de que un mundo mejor es posible y estamos apostando a eso, cada uno desde su lugar.
Pasaron 38 años desde que la cuatrista pisó por primera vez suelo argentino con el fin de estudiar técnica vocal. En Caracas sólo enseñaban canto lírico y Buenos Aires emergió propicia para sus propósitos. Y se quedó. Confluyó con Buenos Aires 8, Mercedes Sosa, Huerque Mapu –“una Argentina en ebullición”–, grabó Embarazada del viento –que en 1997 se reeditó como Pajarillo verde– con Cacho Tirao y Domingo Cura entre los invitados, y razones conocidas la obligaron al exilio en 1976. “Pero nunca dejé de volver”, señala. “La primera vez fue en 1981 y, desde ese momento, vengo cuando puedo. Siento a la Argentina como mi segundo país, sin duda. Los tres años que viví allí fueron muy intensos, de mucho aprendizaje, de mucho crecimiento, como cantante y como ser humano. No tengo nada escondido debajo de la manga para contar.”
–¿Es cierto que llegó el mismo día que Perón, en avión?
–(Risas.) En realidad no me bajé de un avión sino de un colectivo. Casi todo el viaje lo hice por tierra, en tren, colectivo, en barco por el Titicaca. Muy divertido. Pero no fue el mismo día que Perón. Llegué a Buenos Aires en junio o julio del ’73, no recuerdo bien la fecha. Lo que sí recuerdo es que hacía mucho frío y yo, con sangre Caribe lo sufrí intensamente. Exactamente lo contrario a lo que me pasó en las islas Canarias, en Tenerife, donde pasé otros cuatro años maravillosos de mi vida. Con Canarias, tanto como con Buenos Aires, tengo un cordón umbilical que seguro nunca se cortará.
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