Jueves, 4 de noviembre de 2010 | Hoy
CULTURA › HOY COMIENZA LA SEXTA FERIA DEL LIBRO ANTIGUO DE BUENOS AIRES
Los libreros anticuarios son como cazadores de tesoros hechos de tinta y papel, que una vez por año deciden sacar a la luz –y a la venta– algunas de sus joyas más preciadas. Esta vez será en el Salón Alfredo Bravo del Ministerio de Educación.
Por Silvina Friera
Las bellas criaturas –libreros anticuarios, de viejo y ocasión– están poseídas por un terrible deseo de poseer libros. Cuanto más añejos, mejor, como sucede con el vino. Cazadoras de tesoros de todos los tiempos rechazan de plano el temible cuentito apocalíptico de la extinción del libro impreso. Les sobran motivos y pasiones para descartar mayúsculo dislate. Se ríen con ganas del terror milenarista que padecen algunos y no pueden evitar las carcajadas frente a esa especie de globo de fervor ingenuo que producen las nuevas tecnologías. Las bellas criaturas saben que esas “máquinas que producen nuevos pensamientos” siguen siendo los mejores compañeros de ruta. “Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera.” Lo dijo el semiólogo italiano Umberto Eco, pero lo confirma año tras año la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina (Alada) que organiza la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires. La sexta edición, que arranca hoy, tendrá la misma calidez y armonía de siempre, pero en una nueva casa, más amplia y acogedora: el salón Alfredo Bravo del Ministerio de Educación de la Nación (Montevideo 950). Se podrá visitar hasta el domingo, de 14 a 20, con entrada libre.
A la novedad de la mudanza –después de haber estado las últimas tres ediciones en el Museo Isaac Fernández Blanco– se suma la Biblioteca Nacional de Maestros, que tendrá un stand institucional con material de su tesoro. “En vísperas del bicentenario del natalicio de Domingo Faustino Sarmiento, estar en el Ministerio de Educación de la Nación será también un elemento diferenciador”, anticipa el librero Diran Sirinian, de Poema 20, uno de los participantes que exhibirá una variada selección de libros raros, coleccionables y antiguos, manuscritos históricos y literarios, impresos, grabados, mapas y fotografías sobre distintos temas, junto con Alberto Casares, Fernández Blanco, Lord Byron, Helena de Buenos Aires, Manos Artesanas Comunicaciones, Martín Casares/Andrés Casares, Sebastián Hidalgo Solá, The Antique Book Shop, Gotcha’s Books, Armando Vites, Víctor Aizenman, Librería de Avila, Alberto Peremiansky, Los 7 Pilares, El Vellocino de Oro, Cueva Libros, Epifanía Libros, Librería La Teatral y Librería del Plata.
¿El público le está perdiendo el respeto al libro antiguo, ya no lo considera un objeto “tan sagrado”? “No diría que perdió el respeto, pero sí que tal vez va encontrando un camino de acercamiento más llano y propicio”, sugiere Alberto Casares. Borges decía, según recuerda el presidente de Alada, que era bueno que se mantuviera la “sacralidad” del libro. La cita de Borges oral (1979) viene como anillo al dedo de la cuestión: “El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con el autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría”. No alcanzan las líneas de esta nota para enumerar las preciosuras que se podrán mirar y tocar en el salón Alfredo Bravo, la nueva casa de los bibliófilos, coleccionistas, fetichistas de la tinta, el papel y la encuadernación y entusiastas del color sepia y el aroma del libro viejo.
En el “rubro” textos de viajes se destaca la primera edición del viaje de Félix de Azara a la América Meridional, publicada en París en 1809; y la primera edición del viaje del Perito Moreno a la Región Andina, con comentarios sobre su recorrido de territorios del Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz (publicada en La Plata en 1897). Dentro de lo que se podría calificar de “literatura pura” habrá que apostar cuántas horas (o minutos) resistirá en el anaquel la primera edición de El Pozo, de Juan Carlos Onetti, publicada en Montevideo en 1939, ejemplar dedicado, corregido, anotado y firmado por el escritor uruguayo. El olfato augura que probablemente será uno de los primeros en venderse. Otro destinado a la gloria de la venta inmediata es Recuerdo de 1949, con textos de un “trío” español arrollador: Miguel Hernández, Antonio Machado y Federico García Lorca, más dibujos de Gori Muñoz, Raúl Soldi y Attilio Rossi. El ejemplar incluye Antes del odio, cinco Sonetos de la Guerra Española; está firmado a tinta por Rafael Alberti y pertenece a una tirada de cien ejemplares, publicada en Buenos Aires en 1949. A contrapelo de los imperativos del mercado estético, en este universo ser viejo paga más, como la Nota-oficio manuscrita del Consulado de Buenos Ayres firmada por el secretario Manuel Belgrano y fechada en Buenos Aires, el 6 de septiembre de 1796.
Las formas de acceso a las joyas de los anticuarios son muy diversas. “El librero siempre está en actitud de búsqueda, como el paciente pescador que espera su presa”, revela el cazador de apellido Casares. “El libro puede venir de manos de un coleccionista que quiere desprenderse de él, de un heredero que necesita venderlo o de un librero ambulante que sabe que te puede interesar. Podés haberlo comprado en un remate de libros, lo encontraste en alguna página de Internet o lo compraste en casa de otro librero anticuario en el país o en el exterior. Puede aparecer en una feria de libros usados o en la casa de alguien que se muda o que viaja y necesita vender sus libros. Los caminos del libro son muchas veces misteriosos e insondables, pero siempre apasionantes.” Sirinian, el otro cazador, más enigmático, cuenta que algunos de los libros que se ofrecerán en esta edición son apenas “la punta del iceberg”. “Sin duda, habrá mucho más para hurgar, descubrir y sorprenderse. La búsqueda y puesta en valor de los libros es un ejercicio apasionante.”
No existe en el país una escuela de libreros anticuarios donde entrenarse en tan bello oficio. Recién este año comenzó una capacitación sistemática, por ahora enfocada hacia la formación en las librerías “de nuevo”. “El librero anticuario es autodidacta, aunque tiene maestros a veces no reconocidos: otros libreros, los propios clientes y sobre todo los mismos libros”, plantea Casares. “El contacto con una variedad tan grande y tan rica de libros de temas tan diversos, épocas e imprentas lo obliga a estudiar caso por caso y a hacer de su oficio una permanente escuela de formación.” Nieto de un anticuario –que no era librero–, Sirinian creció cerca del libro por estímulo materno. “De adolescente me fui acercando con mayor interés al coleccionismo del libro antiguo y de la fotografía patrimonial, lo cual me llevó a recorrer, conocer y entablar amistad con muchos libreros. Con esa base y la decisión de convertir mi afición en oficio de vida encaré el proyecto de abrir la librería. Transité una curva de aprendizaje empinada los primeros años. Aprendí y sigo aprendiendo en el día a día, de los colegas y de los clientes.”
¿Cuántos libreros anticuarios hay en todo el país? Los ojos de Casares y Sirinian son dos platos redondos en su perfección. No pueden ni quieren disimular el asombro que les genera una simple pregunta cuantificadora. “Creo que si existe alguien verdaderamente malo para las estadísticas es el librero”, admite Casares. “Generalmente no sabemos cuántos libros tenemos y cuántos dejamos de tener. No tenemos un relevamiento de libreros anticuarios, de viejo y de ocasión en la Argentina. Sabemos que son muchísimos, pero es un dato estadístico que desconocemos. Tal vez ha llegado la hora de hacer el censo.” Sirinian aporta de su cosecha, pero sin arriesgar números: “Las librerías de viejo proliferan por muchos barrios de Buenos Aires y otras grandes ciudades del interior del país. Su presencia es cada vez más conspicua, incluso en la web, muchas veces sin tener comercio a la calle. En este contexto, cuantificarlas supera nuestras posibilidades. Lo importante es la tendencia”.
Mito romántico o verdad emanada de un conocimiento empírico, se dice que el ladrón de libros se hace el festín, si no lo pescan en el intento, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “A mí no me consta que se hayan producido robos de libros en nuestras ferias. No demos la idea para ésta”, implora Casares.
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