Lunes, 29 de octubre de 2012 | Hoy
CULTURA › UN RECORRIDO CULTURAL POR LA CIUDAD DE BOGOTá
Setenta museos, cien teatros, noventa galerías de arte y diecinueve bibliotecas le otorgan a la capital colombiana una vida cultural riquísima, también reflejada en su Feria del Libro y la declaración como Ciudad Creativa de la Música por parte de la Unesco.
Por Oscar Ranzani
Desde Bogotá
Fundada el 6 de agosto de 1538, por Gonzalo Jiménez de Quesada, Santafé de Bogotá tenía durante el siglo XVI carreras de caballos. Se trataba de una genuina actividad cultural disfrutada por sus habitantes, quienes podían apreciarlas en la Calle Real del Comercio, justamente, como indica su nombre, el epicentro donde se originó la actividad comercial por aquel entonces. Los pobladores solían decir que iban “a la carrera”. Y con los años, la Calle Real del Comercio comenzó a ser conocida como “La Carrera”. Siglos después, cuando se adoptó una nomenclatura en la ciudad (una numeración para nombrar las calles y las avenidas), se decidió que la Calle Real tenía sentido sur-norte y norte-sur. Entonces, todas las avenidas paralelas a la Calle Real que tenían esa orientación pasarían a conocerse como “Carreras”, y al lado tendrían un número que las identificara. En la actualidad, si bien algunas avenidas principales tienen un nombre (por ejemplo, Avenida Jiménez, Avenida Caracas, Avenida Boyacá), también tienen su numeración como “Carreras”. Entonces, si el transeúnte no sabe el nombre de la avenida, por el número de la Carrera (1º, 2º, 3º, etcétera) la ubicará fácilmente. El mismo sistema se adoptó para las calles en el sentido este-oeste y oeste-este. Por eso, es muy difícil para el visitante perderse en Bogotá.
Sobre estas Carreras y Calles están ubicados setenta museos, cien teatros, noventa galerías de arte y diecinueve bibliotecas que le otorgan una vida cultural riquísima, motivo por el que Bogotá fue considerada “la Atenas Sudamericana”. La vida cultural de esta ciudad es, en realidad, policultural: hay de todo y para todos. Y como aquí se concentran colombianos de todas las regiones del país, la cultura que se expresa en sus calles no es sólo la bogotense sino la de toda Colombia. Bogotá tiene varios pergaminos por el tema de la cultura: en 2007 fue declarada Capital Mundial del Libro. De hecho, la Feria del Libro local está considerada dentro de las tres más importantes de América latina junto con las de Buenos Aires y Guadalajara. Y este año, Bogotá fue declarada por la Unesco como Ciudad Creativa de la Música.
Caminar por el centro histórico de Bogotá implica sumergirse en las aguas de otros tiempos: los de la colonia. La ciudad está dividida en veinte localidades y una de ellas es La Candelaria (dentro de esta localidad hay también distintos barrios). En La Candelaria se reúnen los puntos más importantes de la historia de Bogotá. Y es donde oficialmente se fundó. La Candelaria es también donde inició todo su proceso cultural, que llega hasta la actualidad. Desde el aspecto arquitectónico, los sitios están muy bien conservados. Es por eso que muchas edificaciones son consideradas Patrimonio Nacional de Colombia.
Uno de los lugares emblemáticos del centro histórico es la Plaza Bolívar. El edificio que sobresale por su tamaño es el Palacio de Justicia. Se trata de una construcción moderna porque tuvo que ser hecho nuevamente después de 1985, año en que un movimiento guerrillero tomó el edificio, quedando éste destruido. Al fondo de la Plaza Bolívar funciona la Alcaldía Mayor de Bogotá. Y al sur se ubica el Capitolio Nacional, realizado por el arquitecto Pietro Cantini. La Plaza de Bolívar es una de las plazas fundacionales de Bogotá. Siempre se habla de tres plazas fundacionales porque los escritos históricos en Bogotá no indican exactamente un solo lugar. Y éste es considerado uno de ellos.
Al costado de la plaza se ubica la Casa-Museo de la Independencia, anteriormente conocida como Casa del Florero. Si se establece un viaje en el tiempo para imaginar una Bogotá muchísimo más pequeña que la actual, hay que señalar que en la entonces Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar) se reunía todo el pueblo de Santafé de Bogotá. Era la época en que se venía gestando el proceso independentista. Entonces, el 20 de julio de 1810, con la plaza abarrotada de gente por el tema del mercado, se sabía que iba a haber una celebración muy especial: una cena con invitados, entre ellos, varios españoles. Ocurrió que, en el momento político que se vivía en la ciudad y en el país, no eran bien recibidas ese tipo de celebraciones hacia los españoles. En la Casa del Florero funcionaba una tienda y era administrada por un tal señor Llorente. Como los anfitriones necesitaban la base de un florero para adornar la mesa con que iban a agasajar a los españoles, solicitaron prestado uno, y la respuesta fue que no se iba a prestar para dicho evento. Entonces, se produjo una pelea, la base del florero se rompió y toda la gente que estaba ocupando la Plaza Mayor pegó el grito inicial y colectivo de “¡Independencia!”, un pedido que finalmente se concretaría el 7 de agosto de 1819, tras la batalla de Boyacá, gracias a la gesta de Simón Bolívar. Esta anécdota siempre es mencionada cuando en Bogotá se habla de Independencia, porque es inevitable referirse a esa casa, que actualmente es el Museo de la Independencia-Casa del Florero.
En el centro histórico de la ciudad están ubicados unos veinte museos de los setenta que tiene la ciudad. El más importante es el Museo del Oro, que tiene la muestra de piezas de orfebrería y mineralogía de América más grande de todo el mundo: hay 34 mil piezas ubicadas en las salas que ocupan siete niveles. Inaugurado en 1937, el Museo del Oro tiene tres salas principales: una sala inicial, donde se muestra el trabajo de los metales, es decir cómo se desarrolla el proceso para elaborar piezas en oro, tumbaga (nombre que se le dio a la aleación de oro y cobre) o materiales combinados; una sala de Orfebrería y otra de Cosmología muestran el aspecto ritual, es decir lo que representaban las figuras de oro antes de la Conquista Española, ya que con ésta es cuando al oro se le comienza a dar un valor comercial, pero antes tenía un valor espiritual. En los niveles subterráneos del museo, en tanto, están las exposiciones itinerantes. La sala de Ofrenda está diseñada con una actividad atípica para el visitante: se experimenta algo semejante a un rito de ofrenda de tipo religioso. Tiene una temática diferente respecto de cómo se muestra el resto de la exhibición ya que la idea es que el visitante sienta en ella una sensación distinta a la de las otras salas.
Otro sitio importante en el centro histórico de Bogotá es el Museo Botero, que contiene obras del gran artista plástico colombiano Fernando Botero. El lugar donde está emplazado (junto al Museo de la Moneda) también tiene su historia. Era una casa muy pequeña con un lote baldío que en 1724 fue comprada por el Arzobispo Claudio Antonio de Quiñonez. El inició la construcción de este terreno, pero falleció en 1736. Ya en ese momento, la casa estaba adecuada para ser habitada por religiosos. Entonces, se convirtió en el primer Palacio Arzobispal de la ciudad hasta 1862, cuando en un encuentro de conservadores, la casa fue incendiada y destruida. En 1985, cuando sucedió la toma del Palacio de Justicia en la Plaza de Bolívar, funcionó temporalmente allí la Corte Suprema de Justicia, mientras se construía nuevamente el Palacio de Justicia. Y en el año 2000 llegó la obra: Botero donó su colección privada, con el fin de almacenarla en un solo lugar abierto al público y totalmente gratuito. Hay 123 pinturas, esculturas y dibujos del artista y 85 obras de su colección internacional, donde se reúnen los diferentes momentos artísticos del siglo XIX. En total, la colección de las obras está valuada en 200 millones de dólares. Y el museo está totalmente diseñado por Botero: la distribución de las salas, el orden de los cuadros, la iluminación y la posición de las esculturas. Y sólo se puede modificar algo bajo su consentimiento.
Entre los museos más visitados de Bogotá está también Museo Nacional, cuya edificación fue declarada Monumento Nacional. Lo primero que funcionó allí fue la Penitenciaría Central de Cundinamarca, también conocida como El Panóptico. Hasta 1946. En el Museo Nacional hay exposiciones permanentes y también itinerantes. Está compuesto por diecisiete salas, una de las cuales está dedicada específicamente a la historia de Colombia. Y también puede conocerse allí la historia prehispánica, a través de los primeros vestigios de restos humanos hallados en territorio colombiano. También hay una sala exclusiva sobre el proceso independentista. Y recorridos itinerantes. Por ejemplo, en el mes octubre hubo una exposición de música llamada Música Prohibida, referida a todas las melodías que, en algún momento, estuvieron prohibidas para uso comercial.
Hay también museos más pequeños que el del Oro y el de Botero, pero su importancia también es destacada. Tal es el caso del Museo de Trajes Regionales, el Museo de la Policía y el Museo Militar, que son un verdadero aporte a la historia de Bogotá. El Museo Colonial reúne toda la parte arquitectónica y cultural de esa época en la ciudad. En el Museo Santa Clara –que fue inicialmente convento de las Clarisas–, hay una colección de arte religioso muy importante. Y hay otros bastante recientes y modernos, por ejemplo el de la Esmeralda, cerca del Museo del Oro, donde se reúne la historia alrededor de ese producto genuinamente colombiano, más precisamente del territorio boyacense. En el Museo de Arte Moderno de Bogotá, el arte contemporáneo que se encuentra allí es admirado tanto por jóvenes, adultos y niños. Es una visita obligada para la familia que puede encontrarse con muestras de pinturas, esculturas y diferentes obras de artistas actuales de Colombia y del mundo.
Al igual que en Buenos Aires, el principal teatro de Bogotá es el Teatro Colón. Inspirado en el Teatro de la Opera de París y en La Scala de Milán, el arquitecto Pietro Cantini fue el responsable de realizar esta construcción a partir de 1885, que brilla tanto por fuera como por dentro. Cantini construyó un teatro “a la italiana” y tenía pensado para darle personalidad a la estructura incorporarle materiales valiosos y que se lucieran, como, por ejemplo, mármoles, pero, como por aquel entonces no había medios de transporte adecuados para traerlos, inventó técnicas de marmolizado. Se inauguró el 8 de agosto de 1892, casi cuatrocientos años después de la Conquista Española, con la obra Hernani, de Verdi. En un principio, su nombre era Teatro Nacional.
Un dato curioso es que el telón de su sala principal (preparada para albergar 900 espectadores) fue motivo de controversia al momento hacer el boceto, porque en la pintura inicial se quiso plasmar la vivencia de la Bogotá cotidiana de aquel entonces. El artista –del que se desconoce su nombre– quiso pintar en el telón cómo reaccionarían los bogotanos al tener un escenario artístico como el Teatro Colón. Entonces, pintó a un grupo de campesinos con sombreros, pero la obra no fue bien recibida y tuvo que ser modificada. Y la pintura que adorna el telón en la actualidad está compuesta por imágenes de artistas, musas de la poesía e instrumentos antiguos.
El teatro cerró hace cuatro años ya que está siendo sometido a un riguroso proceso de restauración y remodelación. Y uno de los planes más ambiciosos es que volverá a ser un centro de producción. Es que durante mucho tiempo, se produjo ópera, teatro y danza, pero en los ’90, con el auge de las políticas neoliberales, los dejó de producir y era alquilado a empresarios. Como próximamente volverá a ser un centro de producción de obras de teatro y danza, la tercera etapa de restauración y modernización del Teatro Colón incluye la creación de espacios para poder llevarlos a cabo.
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