Lun 10.12.2012
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CULTURA › MAñANA EMPIEZA EL FESTIVAL DESTRAVARTE EN EL C.C. CARAS Y CARETAS

“Somos obras de arte vivientes”

En el encuentro que se desarrollará hasta el viernes, ideado y dirigido por Mosquito Sancineto, habrá teatro, artes visuales, música, moda, diseño y literatura. Tres referentes, Augusto Sosa (drag queen), Delfina Bianco (actriz) y Klaudia con K (poeta), hablan de la movida.

Estos son “tiempos de festejo” para el colectivo trans, en palabras del actor y director Mosquito Sancineto. Ello se debe a la Ley de Identidad de Género, promulgada en mayo, que otorga a toda persona el derecho de adecuar su documentación al sexo que desee y garantiza tratamientos hormonales y operaciones para desarrollar la identidad. Por este logro –que se suma a la Ley de Matrimonio Igualitario (2010)–, la cuarta edición del Festival Destravarte será, seguramente, especial.

En este encuentro, ideado y dirigido por Sancineto y producido por Paula Polo, se reúnen distintas expresiones artísticas de la comunidad trans (integrada por travestis, transformistas, transexuales y transgéneros) y de temática trans. Desde mañana hasta el viernes, en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 370) habrá teatro, artes visuales, música, moda, diseño y literatura. En Destravarte, lo cultural y lo social son dos caras de la misma moneda, por ende no faltarán charlas abiertas de las que participarán militantes, figuras de los medios y de la política. El acto inaugural es el martes a las 20. Actuarán Dolores Solá y La Chicana, y tomarán la palabra Mosquito Sancineto, la periodista María Seoane, la legisladora Gabriela Alegre y la militante trans Alba Rueda.

Página/12 entrevistó a Augusto Sosa (drag queen), Delfina Bianco (actriz) y Klaudia con K (poeta), tres personalidades destacadas de la movida. Sosa estará a cargo del desfile de drag queens (mañana a las 21.30). Bianco actuará en RE programación (miércoles a las 20.30) y se ocupará de la producción de moda del clásico Miss Destravarte (viernes a las 21), junto a Valeria Licciardi. Klaudia con K ofrecerá un recital de poesía (martes a las 19.30).

Andy Mc

Andy Mc es el alter ego de Carlos Augusto Sosa, de 30 años, que trabaja como drag queen. “Mi nombre real es bien de chongo”, desliza Sosa –o Andy, en el día a día también lo llaman así– en la charla con Página/12, que ocurre en su departamento violeta del Microcentro y con Madonna de fondo. “Los drag queens tenemos nombres re-glamorosos, nada que ver con los reales. Cuando vamos caracterizados a un lugar y nos piden los documentos es muy gracioso”, grafica. En una camilla que utiliza para sus labores de esteticista, Sosa va desplegando todo aquello que pertenece a la vida nocturna de Andy Mc: cascos majestuosos, minivestidos, plumas, pelucas de kanekalon y botas con tacos de veinte centímetros.

Gran parte del vestuario se lo fabrica él mismo. El desafío es hacer mucho con poco dinero. “El transformista imita a un personaje, que puede ser Moria, Susana o La Bomba Tucumana. El drag queen es uno propio”, define. “El mío está inspirado en Madonna y en Kylie Minogue. Es bien fem y glam. Me encanta ser hombre. No soy travesti, lo mío es artístico. Se trata de exagerar la parte femenina que hay en lo masculino, con pestañas, maquillaje y corsets que no te dejan respirar. Jugamos con la ambigüedad, porque develamos que somos hombres. No nos ponemos tetas”, explica. Esto que Andy vive en carne propia ha sido llevado a la teoría por la post–estructuralista norteamericana Judith Butler: los drag queens revelan que la identidad sexual no obedece a una esencia sino que se manifiesta en prácticas y rituales. “Somos obras de arte vivientes”, completa Sosa, de civil, con mucho gel en el pelo y ropa discreta.

Oriundo de Hudson, al sur del Gran Buenos Aires, él es actor y baila. Pero en la metrópolis lo requieren sobre todo como drag queen. “En los boliches estamos en la recepción sacándonos fotos. Nos ponen tipo arbolitos”, cuenta Sosa, que mide 1,79 en estado natural y 1,95 “montado” en los tremendos tacos. En los boliches también suele bailar música electrónica sobre el escenario. “Hace quince años que existen los drag queens en la Argentina”, repasa. “Pero antes estaban más asociados al reviente. En el último tiempo logramos meter al personaje en eventos empresariales, desfiles de modas y programas de televisión.” Sosa sostiene que este “arte del tercer milenio” se está expandiendo cada vez más. Y pone un ejemplo contundente: “Lady Gaga. Ella se monta, se pone cejas, pestañas y usa tacos de hasta cuarenta centímetros”.

Para el final, Andy se reserva una verdad tragicómica: los hombres se enamoran de la despampanante Andy Mc y cuando ven a Carlos Augusto Sosa salen disparando. “Igual, tengo suerte: no es que no me mira nadie. Pero me da rabia que se enganchen con mi personaje. Me quiero matar. Los chicos me escriben cosas lindas, me llevan flores, me agregan al Facebook. Después, cuando me ven ‘de planta’, se quieren matar. No los entiendo. Me resultaría imposible estar todo el tiempo con las cuatro bombachas y los cuatro pares de medias que me pongo para armar un cuerpo femenino. Es evidente que lo nuestro es artístico: no vamos a salir con los tres metros de puto a tomar el té a las dos de la tarde.”

Delfina Bianco

“El teatro siempre me gustó. Mi vida es un teatro.” No le falta capacidad de síntesis a Delfina Bianco, sobre quien Andy Mc había anticipado: “Es muy linda”. Rubia, 25 años, alta, delgada, con un delfín tatuado en el hombro izquierdo, Bianco llega apenas retrasada al departamento que comparte con su madre en Caballito y pide disculpas. Está vestida íntegramente de negro, con una pollera deportiva. Estuvo toda la mañana ensayando. Es bailarina y actriz. Tiene un sueño: ser Frida Kahlo alguna vez, en algún escenario.

Cuando se va acercando a la puerta del edificio, los transeúntes clavan su mirada en ella. “Tengo que luchar todo el tiempo contra el estereotipo que la sociedad arma de las travestis. No ven que una sale a las 6 para ir a una clase de teatro a las 8. Deben creer que estoy desde ayer dando vueltas, drogada, borracha o metida en la prostitución. Alguna vez tuve que prostituirme, también limpiar baños y mesas, peinar, lavar. No se me cae la cara por decirlo. Fue para comer. Una travesti puede ser mucho más que prostituta, chorra o drogadicta”, manifiesta.

Delfina dice que su vida es un teatro porque tuvo que “aprender a ser mujer”. “No es que yo me sentía mujer: tenía un deseo que no concordaba con lo que era, con lo que Dios me dio”, explica. A los quince años le dijo a alguien que se llamaba Rocío, sin pensarlo. El destinatario le creyó y ella fue feliz. A los dieciséis salió a la calle por primera vez vestida de mujer. Ahí nació Delfina. “Elegí un vestido negro divino. Mi mamá me había dicho que cuando terminara el secundario podía hacer lo que quisiera. Entonces me puse dos tetas.”

Cuando empezaba a descubrir su identidad, Bianco tenía que mentir en el ámbito familiar. “Tenía toda mi ropa guardadita en la casa de un amigo. Salía de mi casa vestida de varón y me vestía de mujer en lo de mi amigo. Siempre actué. Como mujer tenía que caminar diferente, hacer cosas diferentes con el pelo, cambiar la voz y no sentarme con las piernas abiertas porque usaba pollera”, enumera. No quiere decir el nombre que figuraba en su anterior documento. “Quedó allá en el tiempo.” Ahora, gracias a la Ley de Identidad de Género, el único nombre de esta joven es Delfina Bianco.

Bianco fue dirigida por José María Muscari en Feizbuk y por su “amado” Osvaldo Sabino en Presxs de la vida, y asiste a cuanto casting se le presente. “Una chica trans puede hacer de mujer, de hombre, de perro, de gato o de loca”, sostiene Delfina, que personificará a una chica trans en RE programación, dirigida por Matías Vitali, un joven y prolífico director del circuito alternativo. “Me encanta la adrenalina del off, pero también me gusta el show”, dice Bianco. “Tengo una amiga, Martina Nikolle, con la que este año fuimos a miles de castings. ¡Me encanta el puterío! El conchero, los brillos, bajar las escaleras... Me acuerdo de que las bailarinas de Carmen Barbieri nos re-bastardearon en el casting. Estábamos nosotras en bombacha y corpiño ahí, divinas... ¡y nos echaron a patadas!”, se ríe Bianco.

Martina Nikolle perseveró. Fue a un casting para un espectáculo de Reina Reech y la eligieron. “Va a ser primera bailarina, la hija de puta. Ella le mostró al director todo lo que sabe y él dejó de lado que ella fuese travesti. No todos te dan la posibilidad, pero hay que luchar contra eso”, concluye Delfina, para luego improvisar una definición bien poética: “Las travestis tenemos la fortaleza de la mujer y la ‘caradurez’ del hombre. Ese composé hace que nos banquemos todo”.

Klaudia con K

La poesía de Klaudia con K nace en una habitación diminuta que alquila en el barrio de Palermo. En este edificio modesto sobre avenida Santa Fe hay 49 piezas más. Al ritmo de la cumbia que se oye en la cocina compartida, de la que salen vecinos con vasos y platos recién enjuagados, Klaudia con K se dispone a contar su historia, sentada en un sillón, en la entrada. Todos saludan y ella saluda a todos. La dueña del lugar, en tanto, cobra los alquileres.

La poesía de Klaudia con K es, ante todo, contestataria, como la de otra notable poeta que participará del Destravarte: Susy Shock. En su primer libro, Poemas para voz/s (2008), Klaudia habla no sólo sobre la sexualidad sino también de la vida en la urbe y de la incomunicación entre las personas. En el festival estará presentando su nuevo material, que próximamente editará. “Siempre voy sobre lo mismo: contra la hipocresía”, dice Klaudia, de 44 años. En su blog se la ve en poses sexies y con poca ropa, pero esta tarde calurosa luce un vestuario para nada llamativo: camisa blanca y pantalón verde suelto. “Soy antimariconada y antigueto”, se define la poeta que estuvo cerca, en los ‘80, de ese icono del under llamado Batato Barea, a quien acompañó en muchas de sus puestas. Primero empezó como odalisca. Después, Batato le mostró el poder de la poesía. “Yo apenas tenía hecha la primaria”, recalca Klaudia, que le leía poemas al público. Pasó por el Parakultural, Palladium y Cemento.

Nació en Salto, Uruguay. Cuando cumplió catorce años, llegó a Buenos Aires. No quería que su familia sintiera “vergüenza” por su elección. “Acá, en Buenos Aires, estaba mi hermano. Me trastornaba que me gustaran los hombres. Un día tomé un montón de pastillas, quería llamar la atención. Después, por consejo de un amigo gay, decidí ser yo. Me importa tres carajos todo.” Lo que le esperaba en la Argentina no era lo mejor: fue presa cinco veces por andar en la calle con ropa del sexo que no le correspondía según su nacimiento. “A los 17 me agarraron en Puente la Noria. No entendía nada, porque eso en mi país no pasaba. Me dieron flor de paliza. Y los policías me obligaron a tener sexo con ellos”, describe, sin perder la calma en la voz, pero con ojos de horror.

Aunque lejano en el tiempo, lo que Klaudia cuenta es parte de una práctica sistemática: a principios de 2012, el Inadi dio a conocer un informe en el que reconocía, por primera vez, que el 91 por ciento de las personas trans había sido víctima de algún tipo de violencia. La discriminación sigue estando a la orden del día. A Klaudia le cuesta mucho conseguir trabajo. “Me pasa desde que me puse lolas”, señala. Y, desafortunadamente, la poesía no da de comer.

Hace poco hizo un curso otorgado por el Ministerio de Desarrollo Social. Cuando lo completó, mandó a imprimir unas tarjetitas con la siguiente leyenda: “Cuido adultos mayores en domicilio. Certificado PAMI. Ministerio de Desarrollo Social. Soy transgénero”. ¿Por qué la aclaración? “Siempre lo digo, porque si no me llaman al cuete y me ilusiono. No quiero más eso. Son puñaladas en el mismo lugar”, explica. “Ahora estoy cuidando a una señora de 96 años. La mucama le dijo: ‘Me parece que Klaudia es Klaudio’. Y la señora respondió que no le importaba lo que yo fuese, porque estaba conforme. A todo esto, no se daba cuenta de que yo era trans. Me preguntaba: ‘¿Sos casada? ¿Tenés hijos?’”, cuenta Klaudia.

La poeta aclara que la letra “K” de su nombre no tiene nada que ver con el kirchnerismo. “Ahora hay una era K, todas las ‘Q’ están cambiando por las ‘K’, pero lo mío es anterior”, desliza, apelando a sus conocimientos astrales. De todas formas, dice “amar” tanto a Néstor como a Cristina Kirchner. En su cuaderno universitario tiene un escrito sobre el 7D en el que les pega a los monopolios. “La política me tiene loca. A veces pienso en nacionalizarme para meterme. Me gustaría ser presidenta”, sueña. Antes de irse al patio para hacer las fotos, hace una sugerencia que suena más bien a pedido. “Podés terminar la nota con la palabra ‘conózcanla’. Eso, simplemente. Conózcanla.”

“Mi vida es un teatro”, dice Delfina Bianco. foto: Rafael Yohai
La poesía de Klaudia con K es, ante todo, contestataria. foto: Guadalupe Lombardo
Andy Mc estará a cargo del desfile de drag queens. foto: Guadalupe Lombardo

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