Jueves, 11 de julio de 2013 | Hoy
CULTURA › OSCAR STEIMBERG PUBLICO NUEVAS VERSIONES DE DOS LIBROS
Semióticas y Leyendo historietas acaban de salir a través de Eterna Cadencia. Y en este caso, la mira del semiólogo no se centró únicamente en atender los temas que trataba, sino también en ver cómo estos nuevos textos podían dialogar con los anteriores.
Por Andrés Valenzuela
Oscar Steimberg habla y recuerda a las aulas universitarias. A esas facultades de comunicación y sociales en las que se mueve a gusto y donde sus décadas de trabajos, artículos e investigaciones se reconocen. Habla a la altura de su historia y del campo que eligió. Su charla es un devenir semiótico imparable. La excusa de la entrevista está en los dos libros que Eterna Cadencia republicó –ampliados– hace poco (Semióticas y Leyendo historietas), pero inevitablemente el diálogo deriva hacia otros rumbos. Aparecen las obsesiones de sus trabajos, el interés renovado por la pulsión hacia la reescritura, la tendencia de ciertos productos culturales a explicitar su propia producción y, desde luego, el estado actual de un campo que él ayudó a fundar, el de los estudios sobre historieta en la Argentina.
De los libros, cuenta, el empuje surgió de la propia editorial. Ese interés lo hizo trabajar “de manera más ordenada”. Su mira no se centró únicamente en atender los temas que trataba, sino también en ver cómo estos nuevos textos podían dialogar con los anteriores. “No es sólo la relación del texto con las cosas sino la relación del texto con lo que ya ha sido publicado”, propone Steimberg. “En cada caso hay una serie de artículos posteriores (a la publicación original) que de alguna manera redefinen temas en los cuales sigue insistiendo, pero que obviamente leo y escribo de otra manera”, explica. Así, por ejemplo, en Leyendo historietas se encuentran los artículos que escribió para la Primera Bienal Mundial de Historieta (Instituto Di Tella, 1968), y otros de 2012.
“Cada nueva publicación de alguna manera modifica el sentido de las anteriores”, sostiene e inmediatamente sugiere la cuestión de la reescritura. “Hace poco vi en Londres una exposición de la obra de (Edvard) Munch, y él era uno de esos pintores que rehacía sus cuadros. Y aunque a veces se relaciona esto con determinados tipos de producción, en realidad ocurre siempre. Hay temas y motivos que se siguen tratando. Cada autor tiene dos o tres obsesiones que van a seguir; a veces son perceptibles, están en la superficie de los textos y a veces no.”
La reescritura es una de sus obsesiones, reconoce: “De qué manera en la reescritura es como si uno estuviera interpelado por otro. Tengo una práctica poética también y esto les pasa a muchos”. Steimberg no descarta que detrás de este impulso “tragicómico” hacia la reescritura haya un impulso renovado gracias a las facilidades que ofrece lo digital. “Habría que indagar un momento en el que uno se dice a sí mismo que algo podría haber sido dicho o producido de otro modo”, sugiere.
Esto lo extiende incluso a quienes hablan solos por la calle. “En algunos casos también están ensayando la mejor manera de decir algo que le gustaría decir, pero creo que en muchos casos es la modificación imaginaria desde el punto de vista social, de una proposición o construcción verbal que ya sucedió.” Al fin y al cabo, recuerda el semiólogo, ya desde los antiguos griegos la humanidad anda preocupada por el mejor modo de convencer a sus semejantes. “Creo que eso es un reconocimiento a la importancia del estilo en la comunicación, algo en lo que siempre está compitiendo con temas y contenidos en la palabra.”
La lectura de ambos libros revela también cómo Steimberg fue corriendo ejes e intereses en sus lecturas y análisis. “En relación con la historieta, por ejemplo, fui acentuando cada vez más la importancia de los bordes”, señala. “¿Cómo son tratados desde el guión o el dibujo? ¿Qué se hace con la continuidad, pero también con las amenazas a la coherencia interna?”
Steimberg repara en la tendencia de algunos autores a disolver las fronteras entre personaje, objeto, contexto, paisaje y ambiente. Una tendencia que observa en Los canillitas, donde a veces los globos de diálogo apuntan a edificios y no a personajes, en las tiras de Miguel Rep, en este diario, donde a veces sus personajes ceden protagonismo a los libros o a la representación de un papel escrito a mano, y hasta a la autointervención de Sábat de sus propias caricaturas con el sello de un leoncito. “Lo notable es cederle un lugar a una intuición estética personal pero, en este caso, como en tantos otros de la actualidad, hay una mostración del momento del hacer.”
Por esa misma tendencia a mostrar los hilitos, la hechura de la producción artística, Steimberg celebra el actual momento de la cultura, al que define como “maravilloso”. También lo entusiasma el momento del campo de los estudios sobre historieta. En la (re)presentación de su libro sobre la cuestión lo acompañaron en un panel críticos y académicos más jóvenes y entre el público se mezclaban aún más investigadores. El sector disfruta de un congreso bienal sobre la materia y cada año se publican nuevos libros. “Además está la cuestión de que estos jóvenes de edades diversas que se dedican al tema conocen la historia de la Bienal y los primeros estudios y, en esa medida, su producción no puede no ser metacrítica”, expone. Y celebra “el comentario, la contestación, la recuperación o la confrontación”. Antes, lamenta, no había “con quién” confrontar. ¿Era más aburrido? “¡Claro!”, cierra.
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