CULTURA › ENTREVISTA A HENRY W. SULLIVAN, AUTOR DE LOS BEATLES Y LACAN
Libro de culto del historiador británico, tiene ahora su primera edición argentina, que se presenta hoy. “Lennon era muy cruel; McCartney no nos lastimaría”, subraya Sullivan. Y señala que éste es el país ideal para apreciar un trabajo de este tipo.
› Por Javier Aguirre
Tras medio siglo de vasta, variada, buchona y meticulosísima bibliografía sobre Los Beatles, se agotan ciertos recursos como las fotos inéditas de la gira por Hamburgo o la agenda día-por-día y hora-por-hora de qué hizo cada beatle en 1963. El interés en seguir leyendo sobre la banda que siempre vas a escuchar empieza a pasar por la resignificación. Y en esa línea aparece Los Beatles y Lacan, exponente del segundo y más analítico cinturón de la bibliografía beatle, escrito por el historiador británico Henry W. Sullivan en 1995, y que luego de haberse agotado en el mundo anglo y de haber logrado estatus de libro de culto, tiene por estas semanas su primera, flamante, edición argentina, publicada por Galerna. La obra será eje de un debate-conversación hoy desde las 19.30 en la Escuela de Orientación Lacaniana (Callao 1033, 5 piso), en el que participarán los periodistas Eduardo Fabregat –editor de la sección Cultura y Espectáculos de Página/12– y Flor Codagnone –traductora del libro–, además del psicólogo Marcelo Mazzuca, dentro de un menú que incluye la proyección de Nowhere Boy, la película de Sam Taylor-Wood sobre la adolescencia de John Lennon.
A la distancia, Sullivan, docente universitario e investigador especializado en el Siglo de Oro español, quien en su obra arriesga posibles diagnósticos psicológicos para John Lennon y Paul McCartney, dialogó con este diario sobre la extrañeza de la edición argentina de su libro, que bien podría inaugurar el género “psicobeatle”.
–¿Qué hace que un libro se vuelva “de culto”?
–Mi libro fue, primero, una curiosidad, a partir de un enfoque extraño o estrafalario del mito de Los Beatles. Mandé el libro a un sinnúmero de editoriales, tanto académicas como comerciales, antes de que fuera finalmente aceptado. A muchos les parecía una empresa loca hacer un psicoanálisis freudo-lacaniano del grupo pop más famoso del mundo. A otros hasta les daba asco. Ese rechazo continuo duró cinco años y constituyó un aviso anticipado de cómo sería la recepción del libro, un pre-eco de su categoría de “título de culto”. El año pasado, un ejemplar de segunda mano de la edición norteamericana, en condición mediocre, valía en Amazon o Barnes & Noble más de 250 dólares, lo cual es absurdo para un libro de bolsillo manoseado y rayado. Se volvió carne de coleccionistas.
–Usted desarrolla la idea de un “matrimonio psicomusical” entre Lennon y McCartney. ¿Quién se benefició más con ese vínculo?
–Ambos. Los Beatles son inconcebibles sin esa colaboración profunda y de fuero interno entre los dos. Cuando digo matrimonio, aclaro, no implica nada homosexual, sino una unión de almas, un alineamiento de psiques consagrado a la creación de la música popular: un dúo que escribía tanto la letra como la música de las canciones y que hacía la crítica estética del otro. Yo diría que el ganador primero en aquel matrimonio fue Paul, porque John, el extravagante y osado, le daba ánimo y coraje como para ponerse a la altura de Bill Haley, Elvis o Buddy Holly. Para John no había límites. La cosa cambió hacia 1966 o 1967, cuando John estaba cada vez más incapacitado por su adicción a drogas duras, y empezó a depender más de Paul. Lennon lo admitió, “la morsa era Paul”, casi todos los grandes proyectos de Los Beatles de la última época eran ideas de Paul, que por entonces ya estaba plenamente confiado en sí mismo y en su rol como director del grupo.
–Si nos cruzáramos con personas con perfiles psicológicos similares a los que usted elaboró de Lennon y de McCartney, ¿con quién sería más interesante relacionarse? ¿Quién nos caería mejor?
–Por las circunstancias dolorosas de su infancia y adolescencia, John no era capaz de dar el amor fácilmente. El tema de los celos está por todas partes en sus canciones. Era capaz de una crueldad a veces asombrosa, e incluso de violencia física. Los que lo han conocido personalmente coinciden en que irradiaba naturalmente una especie de magia y que era siempre muy divertido. Fueron los aspectos más agradables de su personalidad. McCartney, en cambio, difícilmente nos lastimaría. Aunque podemos verlo como neurótico obsesivo, era diplomático desde el principio, con un don de gentes difícil de resistir. Inicialmente, como John, tenía una actitud machista hacia las mujeres, la cual suavizó con los años. Empecé el libro siendo un fanático de John; me atraían, más que nada, sus rasgos patológicos, sus perversiones. Terminado el trabajo, ya no lo veía con la misma aprobación desproporcionada. Paul siempre me había parecido el compañero menor del dúo, menos interesante. Me di cuenta de la inmensidad de su genio y de su generosidad. Cambié de favorito: últimamente me he dedicado más al estudio de la obra de McCartney.
–¿Sabe si Paul leyó su libro?
–No sé. Cuando necesitaba permisos para citar textos de Los Beatles, Yoko Ono y compañía eran imposibles. Pero cuando contacté con las oficinas de McCartney, la secretaria de Paul –una tal Shelagh Jones– me respondió inmediatamente, dándome permiso para citar, añadiendo que Paul me deseaba “toda la buena fortuna en mi empresa”. Y me pidió que les mandara un ejemplar del libro una vez impreso. Seguramente lo habrá recibido, pero nunca recibí otro mensaje de ella. Ni de Paul, por supuesto.
–En la Argentina, Lacan y Freud no son más famosos que Jesucristo, pero tal vez sí más populares que George Harrison o Ringo Starr. ¿Qué reacción espera del lector argentino?
–Los argentinos son famosos por su pasión psicoanalítica y por su respeto por Jacques Lacan. He oído anécdotas de cómo un argentino tiene dos analistas lacanianos para consultar, o para sanarse más rápido... Hablando en serio, la Argentina es el lugar donde la semilla lacaniana más ha florecido, y el país más importante fuera de Francia en contribuir al desarrollo de esta ciencia humana tan importante. Los argentinos son literalmente los lectores ideales para un libro de este tipo, porque, además, tienen su propia historia con el rock y los intelectuales argentinos lo toman muy en serio.
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