Jue 12.09.2013
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CULTURA › RECORRIDO POR LA CASA DE LA CULTURA VILLA 21 DE BARRACAS

Un gigante de cemento para igualar el acceso a la cultura

El edificio de Iriarte al 3500, que alguna vez fue depósito de cereales, ahora alberga un auditorio con doscientas butacas y tres salas para talleres culturales, educativos y recreativos, muchos de ellos preexistentes en el barrio.

› Por María Daniela Yaccar

Pareciera que la Casa de la Cultura Villa 21 de Barracas, recientemente inaugurada por la Presidenta, llevara décadas allí. Da la sensación de que está desde siempre. Su fachada colorida (en tonos rojos, azules, amarillos y verdes, con un vitral y ladrillo a la vista) se funde a la perfección con el paisaje completo de la calle Iriarte al 3500. Esta tarde de miércoles algunos perros raza perro duermen al sol en el asfalto, las ropas se menean por el viento en las terrazas y muy poca gente pasa caminando. Algunos comerciantes venden verduras debajo de sombrillas. En la esquina, el Gauchito Gil custodia el nuevo palacio desde su santuario vidriado, donde recibe ofrendas monetarias y otras simbólicas, como estampitas. Todavía están ahí los pasacalles que distintas organizaciones le dedicaron a Cristina Fernández el lunes, día de la inauguración. En un par de años, unos cuantos, este episodio será seguramente considerado histórico, por varias razones. Alrededor de sesenta personas, muchas de la misma villa (de la Cooperativa Renacer), construyeron este gigante de cemento para que el barrio tenga un espacio para la cultura. Y el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, mudará su despacho de Recoleta a la Casa de la Cultura Villa 21 Barracas.

Coscia es el primer funcionario de alto rango en el ámbito nacional que toma esta decisión: correrse del centro para irse al borde. Al borde golpeado, ignorado, lastimado por la miseria, la pobreza, las drogas y la delincuencia. La Villa 21 es la más grande y con más población de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ya que alberga a 60 mil habitantes en 64 hectáreas. En ese borde el secretario de Cultura construirá sus políticas y en ese borde los vecinos tendrán un espacio de cultura, levantado por ellos mismos, con talleres artísticos de distintas disciplinas: música, artes plásticas, danza, teatro. A la cabeza de su funcionamiento, como directora, estará Nidia Zarza, una joven oriunda de Zárate que vivió mucho tiempo en el barrio, que tiene años de militancia social, es artista (fundó el primer cine en la Villa 21) y pronto se recibirá de abogada. Se habla en futuro del funcionamiento de la Casa porque la “apertura operativa”, a toda la comunidad, será aproximadamente el 30 de septiembre, según informó Coscia en una recorrida que ofreció para la prensa. Aún falta cerrar detalles, como terminar con las veredas y las paredes laterales.

El funcionario seguía enojado con algunas reacciones reaccionarias –con perdón de la cacofonía– que suscitó su decisión. Y sobre eso habló al arrancar la recorrida. “Algunos periodistas con mala leche me preguntaron si iba a venir todos los días. Pero ejerzo la función pública en veinticuatro estados, así que no voy a ninguna oficina todos los días”, remarcó. Su despacho está en el primer piso. Es una oficina de paredes blancas con un escritorio en L. Sobre el mismo hay un paquete de pañuelitos descartables, una foto de la Presidenta y dos grabados (uno de Eva Perón y Juan Domingo Perón, el otro de Néstor Kirchner). En las paredes hay una foto de Kirchner y tres cuadros que cedió León Ferrari en vida para Artistas x la 21, que es la colección permanente de la Casa: está conformada por obras de cuarenta artistas, que las vendieron a un módico precio (ver recuadro). Y en una especie de mostrador de vidrio hay dos objetos que no pertenecen a esa colección, que Coscia se llevó consigo como amuletos: un busto de Jauretche en color cremita y una Virgen de Caacupé, que le obsequió el padre José María “Pepe” Di Paola, a quien se refirió la Presidenta en el discurso del lunes, cuando dijo que la apertura de la Casa era “un milagro hecho por seres humanos”. En otra de las paredes, la oficina de Coscia tiene un cuadro del primer líder independentista de América latina, Alexander Petion, hecho por Ariel Mlynarzewicz, pintura que sí es de la colección permanente.

La Casa de la Cultura Villa 21 Barracas no tiene nada que envidiar a sus gemelas, las casas del Bicentenario, como la que está en la calle Riobamba en la Capital. De hecho, es bastante más grande que aquéllas: tiene 1500 metros cuadrados, mientras que el resto ronda los 600. Cuenta con tres aulas para actividades culturales, educativas y recreativas y con un auditorio con doscientas butacas. La Casa tiene el aspecto de un enorme galpón; alta, con puerta y techo de chapa y columnas metálicas. En efecto, este edificio fue, en el pasado, un galpón: los arquitectos cuentan que la vieja estructura se mantuvo, que se le fueron incorporando cosas, como el entrepiso. Este espacio era usado como depósito de cereales, según contaron los arquitectos, Héctor Scarpatti y José Luis Gómez. Después fue para el barrio un espacio de contención, como su ágora, donde se empezaron a realizar talleres, según contó Zarza. El hall de la Casa es bien amplio. Lo decora un mural, “el más grande no religioso que dé a la calle”, en palabras de Coscia, un colorido vitral del artista plástico Héctor Chianetta, que se ve desde adentro y desde afuera. Se llama La fuente de la inspiración, mide 4,45 por 3,15 y alude a la villa, a Evita, los mitos guaraníes –muy presentes en un barrio donde gran parte de la población es de origen paraguayo– y la Patria Grande.

También en el hall hay otra obra muy atractiva, otro mural, del santafesino Horacio Sánchez Fantino, de 3,40 por 9,50. Es un mapa de la Villa 21 hecho con latas recicladas. “La complicación de esta obra fue la paleta de colores”, dijo el artista, que acompañaba en la recorrida, de la que también participaron Cristian Heredia y Lorena Carol Martínez Galos, de la junta vecinal, y Liliana Piñeiro, directora ejecutiva de la Casa Nacional del Bicentenario. En el extremo derecho del cuadro se ve el techo del primer edificio público construido en una villa de emergencia. También en el hall, a la derecha, hay un bar y unas computadoras en las que talleristas impartirán conocimientos sobre Internet.

Coscia explicó que trabajarán en la Casa tanto talleristas del barrio como otros que llegarán desde la Secretaría de Cultura. Un dato importante es que la mayoría de los puestos de trabajo serán ocupados por gente del barrio. “No venimos acá a traer talleristas. Vendrán artistas de afuera con talleres de capacitación, pero va a haber un intercambio”, subrayó el secretario. De hecho, hay talleres funcionando hace mucho tiempo en la Villa 21 que, en todo caso, ahora adquieren un formato más formal y tendrán lugar en el espacio adecuado. En el barrio se hacía cultura desde antes, desde hace quince años, no porque se instale allí un edificio para eso específicamente las cosas surgirán como si surgieran de un repollo. “La tarea social no empezó con nosotros. Está en el trabajo de todos los luchadores, de muchos años”, sentenció Coscia. Y agregó que la intención es que la Casa no sea sólo para el barrio. Que se busca que se acerquen todos los que quieran.

Abajo también está el auditorio que cuenta “con los sistemas más modernos de luces y tecnología”, apuntó Coscia. El espacio se usará como teatro y como sala de cine. Además, allí se instalará un centro de producción audiovisual, que preparará contenidos para que salgan al aire por Mundo Villa TV, el medio de la Villa 31 bis de Retiro, que informa sobre lo que sucede en las zonas más vulnerables del país. Coscia dijo que se mostrarán en el auditorio tanto espectáculos teatrales que llegarán del centro como otros que surjan allí, en el barrio. En el segundo piso están las aulas para talleres. En una, la de música, esperan en cajas teclados y guitarras y hay cuadros desperdigados elaborados por los chicos del barrio. “Tenemos un Pollock”, bromeó Coscia, ante un lienzo manchado a la manera del estadounidense. Hay un aula para danza, con piso de parqué y un enorme espejo y un microcine.

Para la existencia de la Casa se unieron la Secretaría de Cultura, organizaciones sociales y parroquiales, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios. La obra demandó una inversión de 20 millones de pesos. Y sí, da la sensación de que está desde siempre.

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