Sáb 19.10.2013
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CULTURA › EL ESPECTACULO LA BIBLIOTHÈQUE, DE FANNY DE CHAILLE, SE PRESENTARA HOY Y MAÑANA

Una biblioteca hecha de libros humanos

Cada persona que llegue hasta la biblioteca Antonio Devoto recibirá un catálogo con títulos y la bibliotecaria la guiará hasta una sala donde hay alguien que tiene una historia para contar: en eso consiste la original propuesta de la directora e intérprete francesa.

› Por María Daniela Yaccar

“Todo el mundo tiene algo interesante para decir”, asegura a Página/12 la francesa Fanny de Chaillé, que trae al FIBA una propuesta original, presentada por primera vez hace tres años en su país. En la mente de De Chaillé las personas son libros abiertos. Por eso es que inventó una biblioteca hecha de libros humanos. La cuestión es así: una persona llega a una biblioteca, recibe un catálogo con diferentes títulos, elige uno y la bibliotecaria la conduce a una sala donde hay alguien que tiene una historia para contar. El espectador escucha durante veinte minutos, con la posibilidad de hacer preguntas. En la biblioteca hay doce libros/personas para escuchar –que no son actores, sino gente contando historias propias y reales–, y el público puede elegir cuantas quiera. La Bibliothèque se presenta hoy y mañana en la Biblioteca Antonio Devoto (Bahía Blanca 4025), de 15 a 19, con entrada gratuita.

La idea le surgió a De Chaillé, directora e intérprete, casi accidentalmente. En 2010 trabajaba como artista asociada del Teatro de la Ciudad Universitaria Internacional de París. Notaba que los estudiantes no iban al teatro porque se pasaban el día en la biblioteca. Este proyecto fue un modo de acercarse a ellos, ya que ellos no se acercaban al teatro. “Si usted fuera un libro, ¿qué título llevaría?”, decía un anuncio que De Chaillé acercó a las residencias de estudiantes de diferentes países. “La gente respondió. Nos encontramos para fabricar un relato a partir de historias personales”, cuenta la artista. “Todo el mundo tiene algo interesante para decir: una historia personal o un saber para compartir.” La Bibliothèque pasó por diferentes ciudades francesas, por Suiza, Nueva York, Chile y ahora desembarca en Buenos Aires. ¿Cómo es el mecanismo? Es siempre el mismo. De Chaillé abre una convocatoria para personas que tengan ganas de contar una historia. Trata de hacerlo en diferentes espacios, de no quedarse sólo con Facebook, para conseguir variedad etaria. En una primera reunión da los pormenores del proyecto. Selecciona a doce personas y empieza a charlar con ellas para dar forma a lo que será el discurso que pronunciarán en la biblioteca. En Buenos Aires, según cuenta la directora, “muchas personas respondieron al aviso”. “Estoy contenta porque me di cuenta de que pasó lo mismo que en otros lugares del mundo. Hay respuesta. De todos modos, muchas veces pasa que en la primera reunión la gente decide no participar”, explica.

–¿Qué tipos de relatos surgen?

–De todo tipo. Es muy importante que la gente tenga ganas de contar. No busco historias sensacionalistas, sino que conciernan a las personas, lo suficiente como para que sean sólo ellas quienes puedan contarlas. Como no son actores, no hay aprendizaje de texto, es un trabajo sobre la memoria. Nos encontramos, discutimos de nuestras vidas, relaciones y compromisos. Construyo una dramaturgia según lo que me cuentan, pero no impongo nada: la historia es de la gente y no puedo contarla en su lugar. Encuentro personas maravillosas y eso me gusta mucho. Todas las historias son interesantes: hasta el día de hoy hice ocho bibliotecas, así que hemos “escrito” algo así como cien libros. Hay libros muy diferentes: una monja me contó sobre su encierro en el convento; un físico, sobre el bosón de Higgs; y un estudiante iraní, sobre su combate político en la facultad. También un panadero me contó sobre su trabajo, y me pareció igual de interesante que el resto.

–¿El proyecto discute el concepto de saber?

–Está muy cerca de un trabajo arqueológico. Los arqueólogos revisan la basura de la historia y recuperan elementos, como una taza; construyen historia a partir de pequeños relatos. En cambio, los historiadores se preocupan por la gran historia, los grandes personajes y hechos. Tengo la sensación de que con las pequeñas historias se puede constituir la gran historia. Por otro lado me impulsa la idea de rehabilitar las bibliotecas, que son lugares cada vez menos frecuentados: podés leer en cualquier lado desde que existe Internet. Pero las bibliotecas son lugares muy bellos.

–¿Por qué decidió trabajar sin actores?

–Porque me importa la historia de la gente. A veces entre los que cuentan su historia hay actores, pero cuentan su historia personal. Aquí importan las historias, no la representación. El proyecto no necesita actores porque no me importa la calidad del juego, sino que cualquiera pueda jugar y representar. Los actores pueden perder en un segundo el relato íntimo y empezar a representar. Busco el encuentro con el otro, y la no distancia entre la persona y su relato.

–¿Tiene otros trabajos performáticos en su haber?

–No. Habitualmente trabajo con actores y bailarines. Lo que siempre me empuja es la relación del hombre con la lengua. En todos mis proyectos, esa es la pregunta que me hago. Me importa lo físico de la lengua, cómo encontrar sentido en lo físico y el sonido.

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