Miércoles, 23 de octubre de 2013 | Hoy
CULTURA › LA PRIMERA DéCADA DE LA LIBRERíA SANTAFESINA PALABRAS ANDANTES
Luis y Eugenia Escobar se animaron a la aventura de abrir una librería sobre las ruinas que había dejado el menemismo y recibieron más de un pronóstico sombrío. Hoy son un referente “sin best-sellers” por el cual pasan infinidad de escritores.
Por Silvina Friera
La noche es larga cuando el tiempo aprieta: cuatro cajas de libros y un sueño a punto de encarnar en el vértigo de los hechos. Luis y Eugenia intentan poner la mente en reposo de las expectativas y dejarse llevar por el trabajo pendiente. Milagros, la beba, duerme. El joven estudiante, que de niño imaginó ser criador de caballos, abogado y geólogo, abre las cajas y va acomodando. Un libro por cada metro cuadrado de biblioteca. No le importan los huecos, los espacios vacíos. Cada ejemplar –cada pieza de esa dentadura incompleta– es el modesto principio de algo que crecerá. Recuerda los sábados cuando se despertaba y se quedaba en la cama leyendo manuales de historia. Después almorzaba y volvía a la lectura. Tenía nueve o diez años. En las estanterías mentales irrumpe Gato Negro, el grupo de rock que formó con sus amigos de San Justo (Santa Fe), donde tocaba la guitarra, y el momento en que eligió estudiar historia en la Universidad Nacional del Litoral. Entonces clarea al otro lado de la vidriera y llega la mañana del 23 de octubre de 2003. La librería santafesina Palabras Andantes abre sus puertas en San Jerónimo 2342. Sin buscarlo, nació el día saeriano del recorrido de Glosa. A diez años exactos de ese comienzo, el librero Luis Escobar lo define como “bizarro”. “En los primeros días vendíamos un libro por semana. Pero nuestras ganas y energías eran desbordantes. Luego de enviar varios mails, logré que la representante zonal de Alfaguara nos visitara. Mientras traté de explicarle el proyecto, hizo una rápida mirada y realizó una conclusión lapidaria: ‘Cuando puedan sobrevivir un par de años y esto parezca una librería llámenme’.”
A pesar del pronóstico terminal, Palabras Andantes sobrevivió. Salvo por un percance óptico imprevisto, es una librería. Una librería que está festejando su primera década con presentaciones de libros, conferencias, música y lecturas. Escobar terminó la carrera, tiene un libro publicado –Francisco Ayala y la Universidad Nacional del Litoral. La construcción de una tradición sociológica–, trabaja en su tesis doctoral y da clases en un instituto terciario en San Carlos Centro. Luego de conocer la librería, Beatriz Sarlo escribió: “Dos libreros jóvenes de la ciudad de Santa Fe (la librería es Palabras Andantes y queda en la zona saeriana de la ciudad), me dijeron para presentarse: ‘Tenemos una librería de verdad, sin best-sellers’. No quise creerles y viajé para comprobarlo. Era cierto. En Santa Fe habían levantado una línea de frontera y sostenían un desafiante ‘No pasarán’”.
Palabras Andantes, cuenta Escobar, surge de un cruce de casualidades, búsquedas y circunstancias. “Junto a Eugenia, mi pareja, éramos estudiantes aún con una beba de algunos meses en una Argentina devastada. El mandato urgente era conseguir trabajo, pero había una resistencia de nuestra parte de alejarnos de las ciencias sociales, de la investigación, del debate político-universitario y por ende social. Cuando todo parecía agotarse, mi viejo, que trabajaba en Sancor, fue indemnizado luego de treinta años de servicio y con la mejor predisposición me ofreció dinero para que comenzara un proyecto. En Santa Fe sólo había algunas pocas librerías, la mayoría había sucumbido ante el vendaval menemista; todo era restos de un naufragio. En ese marco pensamos armar una librería de ciencias sociales, era el perfil que en ese momento podíamos asumir. No como libreros, porque era una palabra demasiado grande para nosotros, no teníamos idea del oficio, sólo la pasión por la búsqueda. Somos lectores de ésos que les gusta hundirse en laberintos de estantes.... De todo ese cruce, mezcla de casual y contextual, comienza a construirse este espacio.”
Escobar advierte que desde la librería se generó un ámbito de circulación de ideas. “Palabras Andantes es un espacio en donde se amalgaman una mixtura de elementos, un catálogo de autores, temas y editoriales entramado por voces, fisuras, imágenes que conviven en estantes donde cada libro encuentra su compañía en otros libros, sugiriendo huellas de continuidades a los lectores. Siempre recuerdo la colección Puñaladas, de Editorial Colihue, en cuyas contratapas contienen una definición tajante pero precisa: ‘Libros para incidir. Relámpago de ideas sobre un cuerpo, deseo de abrir fisuras en el debate argentino’, inmensa propuesta que intentamos en parte concretar diariamente. Nuestra librería pone un especial énfasis y cuidado en la selección del cómo y qué ofrecer.” En estos años pasaron por la librería, Sarlo, Ezequiel Adamovsky, Pablo Alabarces, Atilio Boron, Horacio Tarcus, Dora Barrancos, Maristella Svampa, Alberto Giordano, Paulo Ricci, Leonor Arfuch, Hugo Gola, Damián Tabarovsky, Iosi Havilio, Ricardo Romero, Gabriela Cabezón Cámara y Susana Romano Sued, entre otros. Además de compartir buena música, en el local se hacen muestras artísticas mensuales en las “salas de atrás”. Y desde 2011 se dictan talleres permanentes de cuentacuentos y escritura.
“Quizá no haya modelos de librerías, sí marcas de lo que nosotros fuimos y somos. Las posibilidades nos abrieron un punto de partida y desde allí fue creciendo un conocer y hacer que tomó cuerpo y se fue plasmando en un trayecto, una configuración cultural particular”, plantea Escobar. “El año pasado conocí a Pablo Braun, de Eterna Cadencia; su proyecto gigante –a pesar de las diferencias y distancias– me hizo reflexionar sobre las afinidades, de las cuales muchas son electivas, y de los espacios semejantes que se fueron armando en estos últimos años. Creo que estos proyectos convergen en formas novedosas y diversas de encarar el universo del libro y los lectores. No hay un modelo en singular de ser librería, sino modelos y propuestas en plural que dan carnadura a la posibilidad de la diversidad bibliográfica y su difusión activa a través de intervenciones que inciden en el campo político-cultural.” ¿Qué dificultades y desafíos implica sostener una librería? “Hace ya varios años, en una visita a la librería, Horacio Tarcus presentaba al CeDInCI como un ‘proyecto frágil’. En nuestro caso hay mucho de eso”, admite Escobar. “El sostenimiento y continuidad depende de las voluntades y de variantes que se escapan de cualquier proyección posible; un ejemplo es el alquiler del local. Si bien podemos dejar marcas culturales concretas en la sociedad, por otra parte es difícil que ese voluntarismo pueda transformarse en una estructura objetiva que exista autónomamente de nosotros. Ante cualquier cambio inesperado o un mínimo alejamiento se visibiliza la fragilidad latente, la posibilidad de no continuidad. Ese es el punto en el que dificultad y desafío hacen un solo nudo.”
La edición es siempre una búsqueda, un dinamizador en el horizonte de una librería. “El vínculo es casi inevitable, aunque no siempre se puede concretar”, agrega Escobar. “Hace un tiempo comenzamos lentamente a transitar este camino, que no es nada fácil.” Palabras Andantes participa del proyecto María Muratore Ediciones –por el inolvidable personaje de Río de las Congojas, de Libertad Demitropulos–, que lleva editados nueve títulos en tres colecciones diferentes: una de narrativa, otra de ciencias sociales y la tercera de ensayos y memoria. “Quisiéramos asumir la edición de manera sistemática, aunque siempre se hace en los momentos o huecos temporales que nos quedan; por eso es aún una potencialidad en proceso antes que algo definitivo.”
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